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Cuando el Maestro dio su propia vida en la cruz, a su lado crucificaron también a dos ladrones. Los tres hombres sufrieron la misma suerte pero, desde una perspectiva espiritual, ahí había una amplia diferencia. Uno se mostró cínico e irreverente, burlándose del Maestro mientras sufría. El otro ladrón, sintió profundos remordimientos de conciencia y reconoció la gran injusticia que se efectuaba con la crucifixión del Maestro. Abriendo su corazón en amor y en unión con el Maestro, oyó sus reconfortantes palabras prometiéndole que aquel mismo día entraría en el paraíso. El paraíso no solamente existe más allá de la tumba, pues empieza en el corazón del hombre. Algo glorifica el vientre de María para que acoja a Dios Encarnado. Esto palidece en comparación con cualquier corazón al cual el Maestro es invitado,transformándolo en el mismo cielo.


Fuente: Enseñanzas del maestro