Cuando pienso en el evangelicalismo hoy, mi mente se divide entre dos puntos geográficos: Estados Unidos y China. Esos lugares no podrían ser más diferentes uno del otro. He pasado toda mi vida adulta observando la iglesia evangélica en ambos sitios y, en mi opinión, hay una diferencia notable que eclipsa todas las otras: la práctica del arrepentimiento.
Conozco a una mujer que estuvo encarcelada durante un mes por haber pastoreado una pequeña iglesia casera en China. Cuando eso sucedió, oramos por ella y por su iglesia. Oramos para que ella fuera sostenida espiritualmente. Oramos para pedir coraje. Oramos por su bienestar físico. Y oramos para que fuera liberada. Nunca pasó por mi mente estadounidense orar para que ella se arrepintiera como resultado de estar presa.
Tuve la oportunidad de grabar su testimonio acerca de su pasaje por la cárcel. Esto es lo que tenía para decir sobre el impacto de rezar el padrenuestro mientras estaba en la cárcel:
Mientras oraba: “Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores”, Dios me ayudó a enfrentar mis propios pecados. En particular, me ayudó a enfrentar a mis ídolos: el ídolo de la comodidad y de la mundanidad, y el ídolo de desear la aprobación de los otros. Teníamos poca privacidad en ese lugar —a menudo se nos desnudaba para registrarnos—, no teníamos mucha comida y debíamos dormir en el piso. Pero Dios se valió de todo eso para lidiar con mi idolatría.
Continuó hablando acerca de arrepentirse por su falta de voluntad para predicar a los traficantes de drogas y a las prostitutas que estaban encarcelados con ella. Contó acerca de estar arrepentida por sentir ira hacia el gobierno, y de su renovada capacidad para amar a sus enemigos. Al final, su propia capacidad para ver su necesidad de arrepentimiento la hizo decir: “El padrenuestro termina con ´Amén´, porque en todas las cosas vemos la gloria de Dios que está siendo revelada. Mi tiempo de detención estuvo bastante bien y me siento muy agradecida por eso”.
Actualmente, la iglesia evangélica estadounidense está involucrada en el asunto del abuso espiritual. En un lapso de pocos años, pasamos de reconocer apenas la existencia de tal problema a una abundancia de ejemplos negativos. Desde Ravi Zacharias hasta Mars Hill Church, el abuso está hoy muy presente en la imaginación evangélica. Muchos de mis pares tienen años de angustia que superar. Y, desde mis propias experiencias difíciles, lo comprendo.
Los testimonios de hermanos y hermanas chinos que conozco han sido unos de los primeros estímulos para mí a lo largo de estos últimos años difíciles. Incluso cuando escucho a los cristianos estadounidenses resistirse al arrepentimiento por los pecados individuales o negar que el arrepentimiento corporativo sea todavía posible, los pastores que conozco y que pertenecen a un movimiento evangélico que se expande a lo largo de China demuestran que la práctica del arrepentimiento cristiano está viva y goza de buena salud en la iglesia. Las iglesias caseras chinas no son perfectas; las historias que oigo acerca de la falta de unidad de la iglesia, el conflicto pastoral y el pecado sexual son recordatorios de que están acosadas por sus propios pecados y conflictos. Pero observarlas me ha dado la esperanza de que, cuando se predica la gracia y se practica el arrepentimiento en iglesias que están bajo presión cultural y marginalización, el narcisismo y la autoridad abusiva que hoy vemos en el cristianismo de Estados Unidos podrían ser mitigados.
Hay dos áreas en las que la práctica del arrepentimiento se está manifestando en las iglesias caseras chinas que conozco. Ambas se contraponen a las tendencias del evangelicalismo estadounidense.
En primer lugar, los pastores de las iglesias caseras están confesando públicamente su pecado y su idolatría, y se arrepienten en su vida personal y ante sus congregaciones. Unos cuantos años atrás, un ponderado pastor de una iglesia casera de Pekín habló ante una audiencia acerca de su necesidad de arrepentirse personalmente por haber idolatrado a una gran iglesia hecha a su propia imagen. Explicó que había observado cómo los estadounidenses y los surcoreanos construían grandes megaiglesias y se sintió compelido a hacer lo mismo guiado por la envidia. Declaró lo siguiente: “Todos deseábamos construir una gran iglesia y ver al pastor como el gran jefe… Deseábamos ser una leyenda. Así que, aunque con mi boca estaba diciendo que servía a Dios, lo que verdaderamente estaba buscando eran mis propios logros”. El resultado de esta ambición fue profundamente dañino no solo para la iglesia, sino para él mismo, su familia y sus relaciones. Se dio cuenta de que estaba perdiendo la alegría del evangelio: “Mis propios logros se volvieron mis ídolos”. Su conclusión fue renunciar a la construcción de una gran iglesia y, en lugar de eso, enfocarse en las personas que tenía frente a él.
Que nosotros los líderes en la iglesia en Estados Unidos tengamos la gracia y humildad como para arrepentirnos públicamente de nuestro deseo de tener un buen nombre, y de nuestra idolatría a los “grandes jefes”.
En otro caso, un pastor chino que conozco escribe acerca de arrepentirse públicamente ante su esposa por los pecados cometidos contra ella. Escribe acerca de una pelea que aconteció con su esposa durante una pausa en una clase de formación que él estaba dando a líderes en su iglesia. Aunque él se había preparado minuciosamente durante los días previos a la clase, su esposa lo corrigió durante la pausa y le sugirió que había cometido un error en su enseñanza. Escribe:
En nuestra familia tenemos la norma de que, cuando hay un conflicto, seguimos comunicándonos hasta que nos reconciliamos. Pero en ese momento, me rehusé a seguir la norma familiar. (…) Mi esposa notó que estaba perdiendo los estribos y dijo: “Solo señalé un detalle. ¿Por qué te has enojado conmigo?” Mientras le hablaba, comencé a gritar: “¿Estás siendo atacada por Satanás o te está poseyendo un demonio? ¿Por qué estás iniciando esta pelea conmigo?” Sin embargo, la realidad era que yo había iniciado la pelea. Incluso arrojé una taza contra el suelo, mientras peleábamos. ¡Bang! Dejó una marca en el suelo.
Para su consternación, el pastor se dio cuenta en ese momento de que había dejado abierta su sesión de Zoom y de que la clase entera de nuevos líderes de la iglesia había presenciado la pelea con su esposa. Profundamente avergonzado, tuvo la opción de elegir entre defenderse o arrepentirse.
Entonces, me calmé y aún estaba ante Dios. Mi esposa es una persona llena de gracia. Me miró y dijo: “¿Oramos juntos?” Examiné mi comportamiento. Le pedí al Espíritu Santo que me iluminara. Pude ver que quería construir un ego falso durante el período de enseñanza, de manera tal que las personas pensaran que era muy bueno en lo concerniente a esa teología, que era capaz de enseñar y que podía ayudar a otros a transformar y renovar su vida.
De pronto caí en la cuenta de que, en el proceso de enseñanza, ya no veía a las personas como seres humanos. Puesto que me había autoproclamado ser quien impartía la ley, solía enojarme con y juzgar a cualquiera que se atreviera a impedirme alcanzar mi objetivo. En ese momento, no veía a mi esposa como humana. No podía recibir ninguna de sus opiniones y sentía que, al confrontarme, se estaba interponiendo en mi camino. Me di cuenta de que necesitaba contemplar a Cristo con mi vergüenza, y en el momento en que miré a Cristo, toda la presión que había ejercido sobre mí con respecto a la enseñanza se alivió en mi interior.
Cuando la pausa finalizó, encendí la cámara. La sesión era acerca del combate espiritual. No continué enseñando; en su lugar, dediqué la sesión completa a resolver el conflicto con mi esposa delante de los hermanos, hermanas y colegas. Le conté acerca de la lucha que se libraba en mi interior y acerca de la construcción de mi falso ego. También le pedí que me disculpara y me perdonara. En medio de mi lucha, quería convertirme en honesto y digno frente a los otros a través de mis obras.
El curso sobre combate espiritual era acerca de si confiar en Cristo o hacer las cosas según mis deseos egoístas, así que allí mismo dimos ejemplo de cómo puede lucir el combate espiritual y guiamos un proceso de reconciliación y perdón. Cuando, tres días más tarde, el curso concluyó, recogimos las devoluciones en las que muchos decían que la sesión más impactante había sido aquella en la que yo me había referido al combate espiritual, cuando había pedido disculpas a mi esposa y confesado públicamente mi pecado a Dios.
Es deseable que nosotros, quienes somos líderes en la iglesia en Estados Unidos, tengamos una gracia, una transparencia y una humildad como esas para arrepentirnos públicamente de nuestro deseo de tener un buen nombre y de nuestra idolatría a los “grandes jefes”.
En segundo lugar, las iglesias caseras chinas se están arrepintiendo corporativamente por su falta de confianza en Dios y su falta de servicio a su prójimo ente la persecución y la pandemia. En tanto estadounidense blanca y de clase media, estoy sorprendida por las respuestas a la persecución que he leído de mis hermanos y hermanas chinos. Cuando la iglesia en Estados Unidos se siente atacada, ¿qué es lo primero que hacemos? Llamamos a un abogado. Escribimos una página de opinión. Repensamos nuestra estrategia de comunicación. Nos preparamos para el próximo ciclo electoral.
Pero consideremos las palabras de la Early Rain Covenant Church, una iglesia casera en Chengdu. Su pastor, Wan Yi, está cumpliendo una sentencia de nueve años de prisión por subversión contra el estado. Esta iglesia ha sido hostigada desde diciembre de 2018. Tienen todo el derecho a quejarse. Y, sin embargo, esto es lo que compartieron públicamente como congregación en el otoño pasado:
Padre justo, nos arrepentimos ante ti por haber puesto el foco hacia el interior de las iglesias caseras chinas en medio de la persecución. (…) No solo debemos vivir de acuerdo con tu santa ley, sino que también debemos “actuar con justicia y amar la misericordia y caminar humildemente con tu Dios”. Señor, necesitamos arrepentirnos ante ti. En muchos aspectos no hemos sido testigos de tu justicia y hemos estado a la altura de tu misericordia: no hemos orado por el pueblo de Hong Kong, no hemos orado por el pueblo de Xinjiang, ni siquiera hemos orado por nuestros hermanos y hermanas en cautiverio. (…) Señor, que tu Espíritu santo y bueno nos reprenda, y tu Espíritu benévolo nos sostenga, de manera tal que seamos fuertes y valientes, y permanezcamos fieles en medio de la persecución, sin contar las ganancias y las pérdidas de esta vida, sino pensando en el reino y en el evangelio de los últimos días, ¡para dar testimonio y glorificar tu nombre!
Cuando nosotros, las Iglesias estadounidenses, sentimos que la cultura nos está apuntando con el dedo, parece que la mejor respuesta que tenemos es argumentar con más fuerza acerca de cuán buena es la iglesia. Mientras tanto, esta iglesia que está sufriendo una persecución activa y persistente en China ha respondido acudiendo al Señor y arrepintiéndose públicamente por incumplir lo que dice Miqueas 6:8.
La razón por la que pueden hacer eso radica en su teología de la unidad de la iglesia con Cristo y su sufrimiento. Están preparadas para dar esta respuesta, porque el evangelicalismo en la iglesia casera no refiere a las relaciones públicas con la sociedad secular. Refiere a volverse uno con el sufrimiento del Salvador y transitar el camino de la cruz detrás del Señor que entregó su cuerpo por el más pequeño de ellos.
Un pastor y su esposa fueron recientemente multados por un monto de 200,000 RMB (más de USD 30,000), por pastorear su iglesia. La esposa del pastor ha escrito muchas cosas acerca de su vida espiritual en las actuales condiciones religiosas en China, y periódicamente comunica su teología acerca de transitar el camino de la cruz con una belleza simple. Después de viajar para ejercer el ministerio en una iglesia víctima de un grave ataque, escribió una oración que, en parte, dice así:
Señor, desde que naciste, ni una sola cosa de las que hiciste fue por tu propio provecho. Sin embargo, este mundo te ha perseguido intensamente. Este mundo no estuvo satisfecho hasta que te tuvo clavado en la cruz. Aun así, tu maravilla fue que, por esa cruz has alcanzado la redención. Oh, Señor, ¡te damos las gracias! Así como fueron tus días en la tierra, así también son nuestros días, por cuanto los discípulos no están por encima de su maestro.
Los miembros chinos de iglesias caseras que conozco están llenos del poder del arrepentimiento, porque sus ojos no están puestos en la cultura que los rodea, sino en el Señor que está por encima de ellos. Cuando la iglesia se compara a sí misma no con aquellos que atacan o desestiman, sino con el Salvador que sufrió, ¿cómo es posible que el arrepentimiento no sea la respuesta colectiva? El sufrimiento de nuestros hermanos y hermanas en China debería guiarnos al arrepentimiento. Ellos nos llaman a seguirlos en su práctica de esta parte básica y esencial de la vida cristiana.
Aquí, en Estados Unidos, el miedo a una cultura más amplia nos ha conducido a bravuconadas. La amenaza de la pérdida del privilegio cultural ha estimulado nuestra idolatría del poder: líderes carismáticos, números de las megaiglesias, establecimiento competitivo de iglesias, presentaciones sofisticadas, escenarios perfectamente iluminados y cientos de miles de palabras grandilocuentes diseminadas a través de las plataformas digitales.
Los pastores de las iglesias caseras que se esfuerzan por construir el andamiaje del reino del cielo aquí en la tierra en sus megalópolis chinas me dicen que no oran para que la persecución termine. Yo solía erizarme cada vez que los oía decir eso. Ahora solo lloro. Ellos no dicen eso livianamente. Ellos no lo dicen de un modo masoquista. Ellos lo dicen porque creen que la pérdida del privilegio y el poder es la herramienta principal que Dios usa para purificar su iglesia y a los pastores que ha colocado por encima de ella. Las manifestaciones visibles del movimiento de iglesias caseras chinas pueden ser interrumpidas (conferencias, publicaciones, incluso culto público), porque el movimiento no depende de la celebridad, sino del arrepentimiento, la oración, los sacramentos y la Palabra.
Cada iglesia a lo largo del mundo y a través de todas las épocas ha sido proclive a entregar su corazón a Babilonia. Cuando dejamos de ser capaces de distinguir la diferencia entre el poder del hombre y el poder del evangelio, cuando “arrepentíos y convertíos” simplemente se convierte en “convertíos”, cuando el camino de la cruz ya no es predicado como el camino del reino de Dios, necesitamos lo que se requiera para que nuestro corazón sea podado. Las iglesias caseras chinas saben esto. Las necesitamos para enseñarnos el poder que reside en esta verdad: que la pérdida del privilegio cultural puede ser buena para la iglesia.
Traducción de Claudia Amengual