Fui a Zambia en 1988 como respuesta a un llamado de Dios para servir a la gente del mundo mayoritario. Me impactó la cantidad de malentendidos que hubo entre las personas de occidente que trabajaban en Zambia y los africanos indígenas allí. Con demasiada frecuencia, surgieron confusiones y errores como resultado de las enormes discrepancias financieras entre las dos partes, lo cual empeoró los problemas de comunicación, aunque todos hablaban inglés. Para ayudar a resolver tales problemas, en 2007 me convertí en cofundador de la Alliance for Vulnerable Mission (Alianza para la Misión Vulnerable), ONG que propone que los misioneros se relacionen con la gente que se está sirviendo, usando su idiomas y recursos. Trabajo en conjunto con varias Iglesias indígenas y enseño sobre la Biblia en las lenguas lui y suajili. He cuidado niños huérfanos en Kenia, mi hogar desde 1993. Además, he pronunciado una cantidad de conferencias en Reino Unido, Alemania y Estados Unidos, en las que he alentado a otras personas a crear vínculos con la gente africana vulnerable, en su propio territorio.

Asistientes a una conferencia eclesial en Kenia descansan entre sesiones plenarios. Fotografía gentileza de Jim Harries

La Alianza para la Misión Vulnerable promueve la misión realizada por personas vulnerables a personas vulnerables. Cree que los misioneros que viajan al mundo mayoritario deberían vivir y trabajar de manera humilde y vulnerable, desde una posición en la que puedan escuchar a la gente a su alrededor. Para escuchar y entender, es necesario manejar idiomas locales, comunicándose de la misma manera que la gente local. Además, implica no contribuir con finanzas ajenas, una práctica que suele obligar a otras personas hablar por el dinero. Más bien, los misioneros vulnerables trabajan con los recursos ganados por inversiones y negocios familiares, para contribuir a la prosperidad de comunidades locales profundamente arraigadas.

Sorprende lo difícil que es para los misioneros occidentales ser vulnerables en el África de hoy. Sus organizaciones a menudo piden resultados cuantificables: “¿Cuántas personas has bautizado?” o “¿Cuántos pozos has perforado?” Este tipo de resultado es más fácil de lograr cuando se utilizan fondos ajenos.

El uso de una lengua indígena puede complicar la interpretación bíblica: quizá la palabra “Dios” en cierto idioma signifique “fuente de la prosperidad”, lo cual simboliza lo que llamamos la “teología de la prosperidad”. Quizá la palabra que define la “sanación” quiera decir literalmente “enfriamiento”, entendiendo la enfermedad como el calor producido por las relaciones tensas o la hechicería. Así mismo, la palabra para designar al “doctor” podría implicar la manipulación de poderes místicos.

Para evitar tales problemas, los misioneros a menudo han empleado solo el inglés. Han utilizado donaciones para acabar con palabras originales que representen ambigüedad u oposición. El resultado de estas prácticas es que las personas del mundo mayoritario se han vuelto dependientes de modos extraños y ajenos de traer tanto “prosperidad” como “enfriamiento”. Los misioneros vulnerables buscan trazar el camino de Jesús, yendo a donde puedan compartir el evangelio, desde dentro de la complejidad de la vida indígena. Si recorrer el camino local te parece muy lento o débil en comparación con el camino del dinero y recursos ajenos, te respondemos con las palabras de un misionero sabio de antaño: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Co. 12:10).


Traducción de Coretta Thomson