El año pasado mi esposa y yo recibimos a diez desconocidos en nuestra casa. Uno de ellos era nuestro hijo recién nacido. Los otros nueves eran jóvenes sin techo o de hogares vulnerables, a quienes albergamos mediante una organización llamada Nightstop, parte de la beneficencia Depaul UK.

La misión de Nightstop es “prevenir la juventud sin techo mediante anfitriones voluntarios”. Esto sucede a través de una red de equipos, anfitriones voluntarios y otras beneficencias de alto perfil como Centrepoint. Los jóvenes (de edades entre dieciséis y veinticinco años) acuden a ellos frente al riesgo de una noche en la calle o en condiciones de inseguridad, y la organización remite a algunos de ellos a Nightstop. El equipo de Nightstop hace el nexo entre el joven y un anfitrión disponible, en principio por una noche (esto luego puede extenderse), mientras se le gestiona un alojamiento a largo plazo. El huésped recibe un dormitorio seguro y privado, una cena, una ducha y un desayuno a la mañana siguiente. El anfitrión recibe a Cristo, como lo afirma Jesús en Mateo 25: “Fui forastero, y me recibieron”.

Algunos de los jóvenes que conocimos a través de Nightstop eran refugiados. Otros se quedaron sin techo como resultado de un conflicto familiar. Algunos quieren hablar: un joven se pasó horas cenando y contando la historia de su peligroso viaje a través de tres continentes, desde Yemen hasta el Reino Unido. Otros prefieren ir directo a su dormitorio con una pizza. No sorprende: para que un joven vulnerable entre en casa de un desconocido hace falta valor, aunque venga con la acreditación de una organización benéfica reputada.

Acoger a un extraño también requiere valor. Al menos así es en Inglaterra, donde se dice que “tu casa es tu palacio”, imagen elocuente de que todos tenemos un poco de miedo de los demás.

Fue un salto de fe anotarse para ser anfitrión, pero Nightstop nos proporcionó una amplia formación y una visita a domicilio antes de recibir a nuestro primer huésped, además de evaluar los riesgos de cada alojado y ponernos en contexto de antemano. El impacto del sistema depende en reclutar o retener voluntarios, por eso trabajan duro para que sea sencillo. Mientras escribo estas líneas, nuestro hijo se ha mudado a nuestro segundo dormitorio, así que ya no somos anfitriones, pero nos gustaría volver a hacerlo.

¿Qué pasaría si la iglesia una vez más se hiciera conocida por nuestra hospitalidad radical, nuestro amor por el forastero?

La decisión inicial de ser anfitriones fue simple por el hecho de que otros en nuestra comunidad ya lo habían sido. A tres casas de la nuestra, nuestros amigos comenzaron a alojar con Nightstop un año antes que nosotros. Nuestro vicario y su esposa han acogido a decenas de jóvenes a lo largo de varios años, algunos durante una sola noche, otros durante varias semanas.

La combinación de hospitalidad y comunidad puede tener efectos extraordinarios. Aunque nuestros caminos se cruzan de forma breve con la mayoría de los huéspedes, hay excepciones. Hace algunos años (antes de empezar a hospedar), un joven se enfrentó a quedarse sin techo luego de un conflicto familiar. Lo refirieron a Nightstop y se quedó un par de noches con una pareja que había escuchado sobre hospedar a través de nuestro vicario. Luego, mientras esperaba por un alojamiento a largo plazo, estuvo algunas noches con nuestros amigos de la misma calle, también mediante Nightstop.

Al hablar con las familias que lo habían acogido notó que tenían en común la fe cristiana. Entonces se empezó a cuestionar qué tenía el cristianismo para motivar a las personas a hacer cosas tan “radicales” y generosas. Comenzó a venir a la iglesia, y se sintió más bienvenido y en casa de lo que se había sentido jamás: aprendió a confiar en Cristo. Ahora vive en una casa de la comunidad que pertenece a la iglesia, estudia administración de empresas, y es voluntario regular en los eventos de la iglesia y clases de inglés, algunas de las cuales yo enseño. Mi esposa y yo fuimos a ver Hamilton con él hace un par de semanas. Fue nuestra primera salida sin nuestro hijo, y nuestros niñeros fueron nuestros amigos en común. ¿Radical, u ordinario? Es un poco menos claro cuál es cual ahora.

Cuando en el mundo occidental moderno se piensa en hospitalidad, nos imaginamos frecuentemente pasar tiempo en nuestras casas con gente que conocemos y queremos. Esto es algo bueno, pero no es como la hospitalidad se entiende en todos lados, o la forma principal en la que los escritores del Nuevo Testamento pensaban de la palabra. Cuando el apóstol Pablo ordenó a la Iglesia de Roma que “practicara la hospitalidad”, utilizó la palabra philoxenia, amar (philo-) al forastero (xenos). Así pues, la “hospitalidad” en el Nuevo Testamento significa acoger a personas que aún no conocemos y queremos.

Este tipo de hospitalidad, amar al forastero, fue uno de los sellos distintivos de la primera iglesia. Los cristianos en el imperio romano se hicieron conocidos por su adopción de niños abandonados y su cuidado indiscriminado a los débiles. En la raíz de su hospitalidad radical estaba la bienvenida que recibieron de Dios en Jesucristo, quien le dijo a los judíos y gentiles: “Por lo tanto, ya no son extranjeros ni forasteros sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios” (Efesios 2:15). La buena nueva de la hospitalidad de Dios formó la ética de las comunidades de la primera iglesia: amar al extranjero como nosotros, que antes éramos extranjeros para Dios y para los demás, hemos sido amados en primer lugar.

Mi esposa y yo somos novatos en este tipo de hospitalidad. También estamos lejos de ser únicos. Nightstop opera en 30 lugares en el Reino Unido, y en 2022 la red trabajó con 306 hogares de acogida para proveerle a 621 jóvenes un lugar seguro para dormir: un total de 7522 pernoctaciones. Estas cifras son alentadoras, pero quedan empequeñecidas ante los 135.800 jóvenes de dieciséis a veinticuatro años sin hogar o en riesgo de quedarse sin hogar que se calculan en el Reino Unido. Es fácil sentirse impotente frente a una necesidad como esta; y es cierto que estamos limitados individualmente. Pero cuando la comunidad y la hospitalidad se combinan, pueden suceder cosas increíbles. Frente a tiempos difíciles y una necesidad humana enorme me pregunto: ¿Qué pasaría si la iglesia una vez más se hiciera conocida por nuestra hospitalidad radical, nuestro amor por el forastero?


Traducción de Micaela Amarilla Zeballos