Este artículo se publicó en inglés a finales de 2019. Aunque el momento de crisis ya ha pasado en Australia, los sentimientos aquí expresados son valiosos para múltiples situaciones difíciles.
Las personas que me quieren, de vez en cuando, me llaman Pollyanna. No es un sobrenombre que me guste, pero debo admitir que, en general, me considero una persona optimista y positiva cuyo estado de ánimo no depende de las circunstancias del momento. Sin embargo, hace algunos años me encontré atrapada en una profunda tristeza.
Honestamente, no sé cómo, ni por qué llegué allí. Fue algo nuevo y aterrador para mí, particularmente porque no me dieron resultado los recursos de equilibrio y fortaleza que solía aplicar antes. Me sentía incapaz para salir de la oscuridad, ni siquiera con el esfuerzo de mis oraciones. Pero un día, bastante oscuro, mi esposo, Chris, me dijo: “Escribe algo, una sola cosa por que dar gracias".
Y lo hice.
Aún recuerdo lo que fue. Y aún sigo dando gracias por ese particular motivo, y más aún, doy gracias por aquel consejo.
"La luz del sol sobre mi café matutino". Eso fue lo que escribí. Si para ti esto parece cursí, lo entiendo perfectamente, pero considera que en ese preciso momento, aquellas palabras —y el significado que encierran— me dieron un nuevo aliento.
Encontrar algo sencillo para dar gracias, y escribirlo, desató una reacción en cadena. Encontré otro, y otro, y escribí una lista numerada. Así, poco a poco, el vacío comenzó a desaparecer, reemplazado por un sentimiento de alivio, luego de esperanza y finalmente de alegría.
Dar gracias, celebrar, agradecer —aún por los detalles más insignificantes— se convirtió para mí en una nueva forma de vida, fue como inyectar oxígeno donde antes era insuficiente; representó un cambio radical en mi ser. Llené un primer cuaderno, mi “diario de gratitud”, y continúe con otro.
En este momento, vivo en el estado de Nueva Gales del Sur en Australia, donde una larga extensión de territorio junto con Queensland y todo el sur del continente, están entrando en un devastador segundo año de sequía. En la primera carta a los Tesalonicenses 5:18, Pablo el apóstol nos pide "dar gracias en toda situación", algo que podría sonar un tanto fuera de lugar, pero yo la encuentro como una lección para seguir dando gracias.
Viajando recientemente, tres personas diferentes en tres distintas conversaciones, me preguntaron si mi comunidad-iglesia se sentía inspirada, bendecida y emocionada por ser las manos y los pies visibles de Jesús para todos aquellos que nos rodean en estos días difíciles.
Tres palabras específicas, en tres conversaciones diferentes, fueron pronunciadas. Inspirada. Bendecida. Emocionada. La primera vez, me surgió una risa nerviosa, ya que sí hemos estado esforzándonos para frecuentar amigos y vecinos. Sin embargo, después de la segunda y tercera conversación, sentí la necesidad de un examen de conciencia:
¿Inspirada? ¿Bendecida? ¿Emocionada?
Híjole… Quizás tales emociones no, al menos no todavía.
La mera verdad, esas preguntas son apropiadas, ya que somos un cuerpo de creyentes, ubicado justo aquí, en medio de un desastre que avanza lentamente. No es una coincidencia negativa, sino una oportunidad que Dios nos da para cuidar, apoyar y mostrar amor, acompañando a todos aquellos que realmente están sufriendo.
Es cierto que el poco césped que queda en nuestros pastizales está seco y frágil, por lo que, hace algunos meses, tuvimos que vender la mayor parte del ganado. Muchos árboles que plantamos y cuidamos durante la última década, los hemos perdido y muchos otros luchan por sobrevivir. Un vehículo nos trae el agua potable que estamos comprando en la ciudad; la fuente usual es la lluvia que escurre de los tejados a los canales y de ahí a tanques de recolección.
El panorama se ve trágico. Está por llegar la temporada más calurosos del año y no se vislumbra el fin de la sequía, la cual está rompiendo marcas en todo lo negativo.
Sin embargo, aún no puedo decir que estamos privados de algo. Hasta ahora tenemos todo lo necesario para vivir, para empezar: tenemos techo, seguridad y protección. Los pozos de nuestro terreno aún proveen bastante agua que, aunque no es potable, es de gran ayuda para cultivar alimentos en abundancia, incluyendo la cosecha de manzanas, naranjas y uvas, además de gran cantidad y variedad de verduras. Tenemos una fábrica de rótulos tridimensionales que provee trabajo en común a todos los miembros de mi comunidad, generando la economía necesaria para vivir y que nos permite ayudar a nuestros vecinos.
Lo más importante que tenemos es: amor a Jesús, nuestro salvador, quien nos invita a no preocuparnos, “porque el día de mañana traerá sus propias preocupaciones” (Mt 6:34). Además, tenemos el uno al otro, incluyendo al cuerpo de creyentes de otras comunidades que diariamente nos apoyan con sus oraciones y otros aspectos prácticos.
Por lo tanto, cuando decido ver nuestra situación actual con una actitud de agradecimiento, no hay nada más que dar gracias y ponerse a trabajar. Cierto es que podría elegir concentrarme en lo que nos falta, como sería tener el césped verde, pero ¿no es cierto también que Dios escucha nuestras quejas además de nuestra gratitud? ¿Qué tanto he perdido cuando el césped fuera de mi casa se ha reducido a solo tierra, comparado con la realidad de varios agricultores que conozco cuya fuente de subsistencia está destruida y su salud mental, al borde de una crisis?
He aprendido que vivir dando gracias en todo momento y lugar permite que las necesidades de los demás, se antepongan a las nuestras. Origina un lugar donde comenzar a trabajar, un sólido fundamento para el diario vivir, un trasfondo para poder enfrentar la perversidad más inesperada en la vida, y una herramienta poderosa para combatir la tristeza.
Ciertamente dar gracias no siempre es espontaneo, ni lo más fácil. Es algo que hay que poner en práctica y entrenar para lograrlo, pero vale la pena ser perseverante, pues hará que —tal como fue el maná en el desierto— lo poco o mucho que tenemos hoy, siempre sea suficiente.
Traducción de Carlos R. Gonzalez Ramírez