Jesús nos mostró que el amor significa dar la vida por los demás en vez de quitar la vida; convertirse en la persona más pequeña y más humilde, en lugar de la más poderosa. El amor nos hace libres. Una persona que quiere dominar a otros y tener poder sobre ellos, tiene un alma atormentada, mientras que una persona que está ardiendo de amor, tiene un alma alegre. Deseamos para nuestras parejas que el amor gobierne sus vidas, y que el servicio de uno al otro tenga prioridad antes que el servicio a sí mismo. Pero más que esto, deseamos que puedan consagrarse a la gran causa de Dios, y que su amor por él esté antes que todo lo demás, incluso antes que su matrimonio.
Jesús toma tan en serio el vínculo del matrimonio que considera incluso una mirada con lujuria como un adulterio en el corazón. Habla con tanta severidad sobre esto porque quiere proteger el don maravilloso y santo de la unidad entre dos personas.
En un matrimonio verdadero, un hombre y una mujer se convierten en uno, primero que todo en espíritu. Esto significa que son uno en la fe, uno en su experiencia con Dios, y unidos en la pureza de a iglesia.
Segundo, el matrimonio significa que un hombre y una mujer son uno en alma. Uno puede ser de un mismo espíritu con cualquier persona creyente. Pero hay una diferencia en el vínculo que existe entre una pareja casada y entre los demás. Existe un amor especial entre estos dos, y un regocijo especial cuando están cerca uno del otro. Porque se aman mutua y específicamente, son fieles el uno al otro y mantienen pura su relación.
Tercero, el matrimonio significa que la pareja se convierte en una sola carne mediante el acto de la unión física. La bendición de Dios está sobre cualquier pareja —joven o mayor— que experimenta la unidad en el orden correcto: primero, la unidad en un espíritu; después la unidad de alma y corazón; y luego la unión física. Con demasiada frecuencia una pareja llega a ser uno en cuerpo, cuando existe poca unidad de corazón y solo una mínima unidad de espíritu.
El matrimonio debe llevarnos más cerca de Jesús.
En el sentido más profundo, el matrimonio conduce hacia la comunidad. Como Dios dijo: «No es bueno que el hombre esté solo». De un solo ser él hizo dos —hombre y mujer— y en el matrimonio estos dos se convierten en uno otra vez.
Un matrimonio durará solamente si ambos esposos tienen un corazón humilde y abierto. Los celos y el egocentrismo siempre tratarán de entrar en su relación y separarlos, pero el amor prevalecerá, porque: «El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad sino que se regocija con la verdad». Esto también significa que el amor perdona. Cuando estás casado, día tras día descubres que tu pareja no es perfecta. Pero, si puedes perdonar a tu cónyuge, cada día será un nuevo comienzo, y cada día traerá nuevas alegrías. El amor: «Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta». Nada es demasiado pesado para sobrellevar si hay amor. Incluso si una situación difícil los confronta como pareja, el amor los mantendrá firmes con esperanza y fe, porque soporta todas las cosas.
Nuestro llamado principal es seguir a Jesús, a cualquier costo. Si se nos da el don de tener un cónyuge, deberá duplicarse nuestra consagración a Jesús, no debilitarla. El matrimonio debe llevarnos más cerca de Jesús.
Oramos para que aquellos que van a contraer matrimonio no permitan que nada los separe del amor de Dios, pase lo que pase; porque su amor siempre está ahí para sostener a cada uno de ellos y a los dos juntos a través de la necesidad y el sufrimiento, así como durante los momentos de alegría.
El vínculo del matrimonio es una promesa de ser fieles contra viento y marea, en las buenas y en las malas, y de ser completamente dependientes del amor de Dios durante toda la vida.
De una carta: Al considerar una pareja para toda la vida, no dejes que tus sentimientos de afecto cambien casualmente de una persona a otra. Pon a prueba tus sentimientos ante Jesús. El paso del matrimonio es bueno para un cristiano solamente si está seguro de que lo llevará más cerca de Jesús, y que ambos cónyuges servirán juntos más plenamente a Jesús que si estuvieran solos. No creo que un cristiano deba casarse solamente para satisfacer sus deseos físicos y emocionales. Un deseo personal y emocional necesita estar presente, pero no debe ser el factor decisivo.
De una carta: Si estás pensando en unir otra alma a tu vida a través del matrimonio, aprende a amar, aprende a ser abierto de corazón, y aprende a considerar primero a la otra persona.
Extracto del libro Discipulado.