No vino la Navidad después de que un montón de gente hubiera realizado algo bueno, ni como resultado de ningún esfuerzo humano. En cambio, vino como un milagro—así como viene un niño cuando se cumple su tiempo—como un don del Padre que él entrega a brazos extendidos con anhelo. Así llegó la primera Navidad y en esta manera la llega de nuevo, tanto a nosotros como a todo el mundo.
Quizás has esperado por años a ser librado de alguna necesidad o pecado. Por muchísimo tiempo has buscado la luz en la oscuridad. Tal vez tienes una dificultad que, a pesar de gran esfuerzo, no se ha resuelto. Pero cuando se cumpla el tiempo y llegue la hora de Dios, llegarán de modo inesperado la luz, alivio y una solución. ¿Quizás ocurrirá de una forma que no te habrías imaginado? Pues, ¿no te ha pasado tal cosa, así como nace un bebé en su propio momento y ninguna impaciencia lo puede apurar, pero llega rebosante de bendición y la maravilla de Dios? ¿No se te ha presentado la ayuda de Dios a veces de esta manera?
Así lo será con nuestro anhelo de redención. Cuando nos desanimamos por el progreso aparentemente lento de nuestro sincero esfuerzo, por el fracaso de una persona u otra y por la victoria aparente del poder del Enemigo, debemos saber que el tiempo se cumplirá. A causa del bullicio de la lucha y el trabajo, a menudo no oímos el sonido suave ni los movimientos de la vida que está tomando forma a escondidas. Pero de vez en cuando, en horas benditas, Dios nos permite percibir cuánto él trabaja en todas partes, y cómo está creciendo y adelantando su causa. El tiempo se está cumpliendo y la luz seguramente brillará, tal vez justo cuando parece que no se puede penetrar la oscuridad.