El ángel dijo: ´No tengan miedo. Miren que les traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría para todo el pueblo. Hoy les ha nacido en la Ciudad de David un Salvador, que es Cristo el Señor”.
El evangelio enseña que Cristo nació, murió y padeció todo en nombre nuestro, tal como el ángel declara aquí. En estas palabras es posible ver con claridad que él nació por nosotros.
Él no dice simplemente “Cristo ha nacido”, sino “les ha nacido”. Tampoco dice “traigo buenas noticias”, sino “les traigo buenas noticias que serán motivo de mucha alegría”. Más aun, esa alegría no solo quedaría en Cristo, sino que sería para todas las personas. Por este motivo, Cristo deseaba nacer, para que a través de él naciéramos de nuevo.
Esta es la gran alegría de la cual habla el ángel. Es el consuelo y la extraordinaria bondad de Dios según los cuales, quien crea en esto puede presumir el tesoro de que María sea su legítima madre, que Cristo sea su hermano y Dios, su padre. Por cuanto estas cosas realmente acontecieron y son verdaderas, pero debemos creer. Este es el asunto principal y el tesoro principal en cada evangelio. Por encima de todo, Cristo debe volverse nuestro y nosotros volvernos de él. Eso es lo que Isaías quiso decir con “un niño nos ha nacido, se nos ha concedido un hijo”. Nos, nos, nos ha nacido, y a nosotros se nos ha concedido un niño.
Por lo tanto, procuren no considerar el evangelio solo como un relato, pues eso solo es transitorio; tampoco lo consideren solo como un ejemplo, pues carece de valor sin la fe. En lugar de eso, procuren hacer de este nacimiento el suyo propio y que Cristo nazca en ustedes. Esto será así si creen; entonces descansarán en el regazo de la Virgen María y serán sus hijos queridos. Pero deben ejercitar esta fe y orar mientras vivan; ustedes no pueden establecerla con demasiada firmeza. Estos son nuestros cimientos y nuestra herencia, sobre los cuales las buenas obras deberán hacerse.
El evangelio no solo enseña acerca de la historia de Cristo. No. Permite a todos aquellos que creen recibirlo como propio, que es el modo en que el evangelio actúa. ¿Qué beneficio podría significar para mí si Cristo hubiera nacido mil veces, y eso fuera cantado en mis oídos cada día del modo más hermoso, si yo no fuera capaz de oír que nació por mí y estuvo destinado a ser mío? Si la voz produce este agradable sonido, incluso si se trata de una expresión acogedora, mi corazón escucha con alegría, pues es un sonido hermoso que penetra el alma. Si ahora hubiera algo más para ser predicado, el ángel evangélico y el evangelista angelical sin duda habrían hecho referencia a eso.
Si, en efecto, Cristo se ha vuelto de ustedes y, por esa fe ustedes han sido purificados a través de él y han recibido su herencia sin ningún mérito personal, lo siguiente es que ustedes harán buenas obras haciendo con su prójimo como Cristo ha hecho con ustedes. Las buenas obras son su propia enseñanza. ¿Cuáles son las buenas obras de Cristo? ¿No es acaso cierto que son buenas porque han sido hechas para beneficio de ustedes, por el bien de Dios, quien le encomendó a él hacer las obras en nombre de ustedes? En esto Cristo fue obediente al Padre, en su amor y servicio a nosotros.
Por lo tanto, puesto que ustedes han recibido lo suficiente y se han vuelto ricos, no tienen otro mandamiento más que servir a Cristo y mostrarle obediencia. Dirijan sus obras de manera tal que sean de beneficio para su prójimo, del mismo modo en que las obras de Cristo son beneficiosas para ustedes. Por este motivo Jesús dijo en la última cena: “Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros, como yo os he amado”. Aquí queda claro que él nos amó e hizo todo en nuestro beneficio, para que nosotros podamos hacer lo mismo, no para él, pues él no lo necesita, sino para nuestro prójimo. Este es su mandamiento y esta es nuestra obediencia. Cristo nos ayuda para que, a cambio, ayudemos a nuestro prójimo y todos tengamos lo suficiente.
Dense cuenta, entonces, cuán apartados están aquellos que gastan sus energías haciendo buenas obras con piedra. ¿En qué se beneficia su prójimo si ustedes construyen una iglesia completamente de oro? ¿En qué se beneficia con el frecuente tañido de las grandes campanas de la iglesia? ¿En qué se beneficia con el brillo y las ceremonias en las iglesias, la vestimenta de los curas, el santuario, las imágenes y las vasijas de plata? ¿En qué se beneficia con las muchas velas y el mucho incienso? ¿En qué se beneficia con todo ese entonar y balbucear, con el canto de las vigilias y las misas? ¿Creen que Dios quiere ser servido con el sonido de campanas, el humo de las velas, el brillo del oro y otros lujos como esos? Él no nos ordenó nada de eso, pero si ustedes ven que su prójimo se desvía, peca o sufre en cuerpo y alma, ustedes deben dejar todo y de inmediato ayudarlo de todas las formas que les sean posibles, y si no pueden hacer más, ayúdenlo con palabras de consuelo y con la oración. Así, Cristo ha hecho con ustedes y les ha dado un ejemplo a seguir.
Jesús hace lo que dice: “… y a los pobres se les anuncian las buenas noticias”, y “Dichosos los pobres en espíritu, porque el reino de los cielos les pertenece” (Mt 11:5; 5:3). No hay doctos ni ricos ni poderosos, pues personas así no aceptan como regla el evangelio. El evangelio es un tesoro celestial, que no tolerará otro tesoro y no acordará con ningún huésped terrenal en el corazón. Por lo tanto, quienquiera que ame a uno debe soltar al otro, como Cristo dijo: “Ustedes no pueden servir a la vez a Dios y a las riquezas” (Mt 6:24).
Esto se hace evidente al considerar a los pastores que están en el campo, bajo el toldo del cielo, y no en casas, mostrando que ellos no están sujetos a las cosas temporales ni aferrados a ellas. Y, además de estar en los campos de noche, son despreciados e inadvertidos por el mundo que duerme en la noche, y de día se complace en caminar para ser visto; pero los pobres pastores hacen su trabajo en la noche. Ellos representan todo lo humilde que vive en la tierra, a menudo despreciado e inadvertido, lo que vive solo bajo la protección del cielo; ellos desean ansiosamente el evangelio.
La presencia de pastores significa que nadie debe escuchar el evangelio en soledad, sino que todos deben contárselo a los otros que no estén familiarizados con él. Pues aquel que cree por sí mismo tiene lo suficiente y debería esforzarse en llevar a los otros esa fe y ese conocimiento, de manera tal que uno pueda ser pastor del otro, servirlo y conducirlo a la pradera del evangelio en este mundo, durante la noche de esta vida terrenal. Al principio, los pastores tuvieron gran temor debido al ángel; por cuanto la naturaleza humana se ve impactada cuando escucha por primera vez en el evangelio que todas nuestras obras son nada y están condenadas ante Dios y por cuanto no renuncia fácilmente a sus prejuicios y presunciones.
Por lo tanto, tengamos cuidado con todas las enseñanzas no expresadas por Cristo. ¿Qué más sabrían ustedes? ¿Qué más necesitan si, de hecho, conocen a Cristo, como arriba se menciona, si caminan por la fe en Dios y por el amor a su prójimo, haciendo con él como Cristo ha hecho con ustedes? Esta es, en efecto, toda la escritura en su forma más abreviada, y no se necesitan más palabras ni libros, sino solo vida y acción.
Que cada uno se examine a la luz del evangelio y vea cuán lejos está de Cristo, cuál es la naturaleza de su amor y su fe. Hay muchos que están apasionados por una devoción fantasiosa y, cuando oyen de la pobreza de Cristo, casi llegan al enojo con los ciudadanos de Belén. Denuncian su ceguera y su ingratitud, y creen que, si ellos hubieran estado allí, habrían prestado al Señor y a su madre un servicio más amable y no hubieran permitido que los trataran de un modo tan despreciable. Pero no miran a su lado para ver cuántos seres humanos como ellos necesitan su ayuda y a los que ellos ignoran en su desgracia. ¿Quién en la tierra no tiene alrededor a alguien pobre, desgraciado, enfermo o en pecado? ¿Por qué no ejercitar el amor hacia ellos? ¿Por qué no hacer con los demás lo que Cristo ha hecho con nosotros?
Fuente: “Sermón para la Día de Navidad; Lucas 2:1–14” en The Sermons of Martin Luther (Lutherans in All Lands Press, 1906). Traducción del inglés al español de Claudia Amengual