Ecclesia semper reformanda: la iglesia siempre reformándose. Bueno, por supuesto. Pero en la actualidad, como siempre, la pregunta es: ¿qué constituye una reforma auténtica en la iglesia? Quizá una historia rabínica, narrada en The Cardinal, una novela católica popular de la década de 1950, nos ayude a enfocar la cuestión.
La escena, descrita por el autor Henry Morton-Robinson, tiene lugar en un hotel de Nueva York, donde se realiza un encuentro inicial para promover la reconciliación ecuménica y el diálogo interreligioso, una especie de parlamento de religiones. Tras la presentación de numerosas declaraciones insustanciales hechas por distintos clérigos cristianos, un rabino ya anciano se levantó y contó una historia.
Se cuenta que había un rey, que poseía un precioso diamante, al que atesoraba más que otra cosa en el mundo. Un día, por desgracia, un sirviente descuidado dejó caer el diamante, el cual se dañó profundamente como resultado. Los mejores joyeros del reino fueron convocados al palacio; pero, a pesar de sus mejores esfuerzos, no pudieron reparar el diamante del rey. Sin embargo, un día, un joyero, excepcionalmente hábil, andaba por el reino y se enteró de la triste condición del diamante del rey. Ofreció voluntariamente sus servicios y, gracias a su maravillosa y casi milagrosa habilidad, logró grabar una preciosa rosa sobre el diamante, convirtiendo la parte más profunda y severamente dañada en el tallo de la rosa.
En la novela, el rabino no explicó la parábola, pero su significado debe ser bastante evidente para un apropiado entendimiento de ecclesia semper reformanda. Toda reforma verdadera en la iglesia tiene que ver con lo más profundo y fundamental en la iglesia: la «forma» o constitución, es dada por Cristo el Señor a la iglesia. Esa «forma» profunda es la raíz de la que puede transformarse en renovación y reforma la deformación de la iglesia.
Es decir, la reforma cristiana auténtica no es cuestión de inteligencia humana, y mucho menos de determinación humana. Si la iglesia tiene la voluntad de Cristo y está empoderada por el Espíritu Santo, entonces la reforma auténtica significa recobrar —hacer una fuente de renovación— un aspecto u otro de la «forma» de la iglesia que se ha perdido, dañado, malentendido u olvidado. La reforma auténtica significa retroceder y traer al futuro algo que se ha perdido en el presente de la iglesia. La auténtica reforma eclesial siempre es re-forma.