I.

Ese aroma a infancia
que condena a saberte madurada
como la manzana dulce
en aquel árbol libre y enamorado.

La conocida sensación gloriosa
de risas imprevistas y promesas sin verdugos,
la caricia del empolvado aire arenoso,
aquellos dulces primeros besos…

De nuevo entre toboganes y columpios,
de nuevo, ese aroma a infancia.
Sin embargo tu mano ya no es sujetada por mamá
ahora es la tuya quien sujeta, eres tú
la que pasea con ese parque y a la que llaman mamá.

A mi madre y a mi hija. Un amor de tres generaciones.



II.

No sé si es el deseo,
la impaciencia por sentirte cerca del tiempo
o quizás ahora estés en mi cuerpo.

No sé si es un ápice de locura
alojándose en mis deseos maternos,
no tengo certeza de si te hallas o te hallo.

Somos un entero convocado a la división
en este existir escaso en el mundo mortal.




III.

Solo los dioses me guardan para guiarte
llenado de rosales los ventanales de mis sueños,
tu presencia es ahora el acopio feliz de nuestro amanecer
regocijados en la alegría que emanas inocentemente.

Te vi
me viste,
y abandoné las armas empuñadas.
Cómo cambia lo vital cuando vosotros estáis aquí.