Los quinientos habitantes de Punta Soldado, una isla cerca de la costa Pacífica colombiana, han tenido que trasladar sus casas tres veces en treinta años por la subida del nivel del mar. Se han acostumbrado a construir sus casas de madera sobre pilotes para protegerlas de la inundación, y para que sea más fácil correrlas más lejos de la costa. Durante la década pasada han perdido más de 150 metros de costa y 80 hectáreas de manglares. Esto hace que el clima extremo amenace aún más a la isla.
“Por siglos, [los habitantes] han tenido los conocimientos como para sobrevivir. Estamos aprendiendo de ellos cómo preservar la isla de la subida del mar”, explica Ballantyne Puin, un ingeniero ambiental de Cornell University. Puin está trabajando con las comunidades indígenas en Punta Soldado para proteger la isla de las consecuencias de la crisis climática. Inspirado por un trabajo parecido en Indonesia y con la ayuda de los jóvenes locales (que son un 40 por ciento de la población isleña), han construido una barrera permeable de tres metros de altura para conservar las tierras y fomentar el florecimiento de los manglares. Esperan recibir fondos gubermentales para poder expandir el proyecto y construir una barrera más grande.
Hoy, los jóvenes controlan constantemente la subida del mar, registran su efecto sobre el suelo y los ecosistemas, y plantan nuevas barreras de manglares para reemplazar aquellos que han desaparecido bajo las olas. Es una cuestión de la sobrevivencia, ya que la crisis climática ha diezmado la población de peces y moluscos, y ha puesto en peligro la industria pesquera. Muchos isleños están recurriendo al ecoturismo como una alternativa económica para no tener que migrar a Buenaventura, la ciudad más cercana, que se caracteriza por su nocivo entorno de crimen organizado y tráfico en drogas.