¿Has pensado alguna una vez sobre el placer? Usualmente pensamos que el placer consiste en satisfacción física. Digamos que comes algo muy rico, ¿dónde está el placer? No está en tu pie. El dedo gordo de tu pie no disfruta la comida.

O ¿te imaginas que, al escuchar música (cuando digo ‘música’, quiero decir música clásica y no hay palabras para describir la alegría que me produce escuchar a Mozart) te cosquillean tus oídos? No. O cuando ves un bonito paisaje, ¿lo sientes con los ojos? Claro que no. Hay algo más, que involucra sentidos espirituales.

Cuando pierdes el sentido de la vida, del amor a Dios o del amor a tu prójimo, si pierdes ese sentido espiritual de dar y compartir con otros, ¿qué queda? Solamente placer físico, y ¿sabes?, el placer en sí mismo es trágico. Porque si tienes un deseo, el deseo aumenta más y más y cuando logras satisfacerlo, lo único que te queda es un momento de satisfacción inmensa localizada en alguna parte del cuerpo y se acabó. ¿Qué pasa, entonces? Necesitas empezar todo otra vez. Ningún placer o conjunto de placeres dura para siempre. La esencia del placer es su corta duración.

Pero Dios nos creó para la inmortalidad. Lo que anhelamos es más de lo que el placer nos puede dar.

¿Qué significa ser creado para la inmortalidad? Quiere decir que hay algo dentro de ti que va a durar para siempre. Hay todo tipo de gente en los apartamentos de mi edificio; es un pequeño microcosmos de humanidad. A veces me dan mucha pena mis vecinos porque parece que lo único que ellos hacen es ganar dinero y más dinero, ¿para qué? No puedes llevar oro contigo en el ataúd. No obstante, muchos viven únicamente para el placer, se olvidan de que en realidad están creados para la inmortalidad.

Wilda Gallagher, Emergence. Used by permission.

El placer siempre se acaba. Se murieron mis papilas gustativas hace unos meses y ahora, al comer, el sabor es como yeso o arena: no me sabe ya nada. Se ha ido el placer. Sin embargo, necesito comer porque si no lo hago, sabes qué pasa. Bueno, ya no siento el placer de comer. Ahora entiendo por primera vez en mi vida la bondad de Dios cuando nos dio a los humanos las papilas gustativas. Hasta ahora las había subestimado totalmente. Y ahora me pregunto, ¿de verdad, le di gracias a Dios por el placer del gusto?

Pero ahora –escucha, por favor, esto es crucial–, para experimentar placer verdadero, necesitamos dar gracias a Dios. Hay que unir el placer con gratitud. Cuando hacemos esto, el placer ya no es solamente una sensación física: tu experiencia se llena de alegría. ¿Entiendes la diferencia? Desafortunadamente lo que quiere la gente de hoy es solo placer y les falta verdadera alegría en todos sus pasatiempos carnales. Es triste, porque la alegría es verdadera satisfacción.

Hace unos años, enseñando un curso de metafísica, trataba de presentar argumentos a favor de la inmortalidad del alma. Mi cuerpo va a morir –tal vez muy pronto–, exponía, pero mi alma es inmortal. Seguí presentando mis argumentos y, al final, un hombre levantó la mano y dijo: “Si logra convencerme de que tengo alma inmortal, la declaro mi peor enemiga. Si tengo alma inmortal, como dice usted, seré considerado responsable de mi estilo de vida”. Sus palabras rompieron mi corazón.

Piensa un momento: cada uno de nosotros será considerado responsable de nuestra propia vida. Esto es porque estamos creados para la inmortalidad. Nuestras vidas no consisten, o no deben consistir exclusivamente en placeres transitorios. Debemos enfocarnos en cosas de valor eterno. Muchos de nosotros queremos maximizar la diversión y el placer, haciéndolo más intenso y de larga duración. Tratamos de cualquiera manera eliminar el sufrimiento de nuestras vidas. Claro que hay lugar para el alivio del dolor y el sufrimiento, pero no debemos olvidar el mensaje de Cristo: “Si alguien quiere ser mi discípulo, tiene que negarse a sí mismo, tomar su cruz y seguirme” (Mt. 16:24).

El camino de Cristo –al final, su camino de redención– pasó por el sufrimiento. Cristo conoció el sufrimiento. Experimentó angustia y temor. Sí, hasta el sufrimiento tiene un sentido. Por eso es una gran bendición tener fe y saber que hay un Dios que te ha creado, que te ama y que tiene un plan para ti, más allá de esta, nuestra existencia temporal. Es una verdadera bendición saber que tienes alma inmortal y respetarla por este hecho. Respeta tu alma y respeta las almas de la gente que te rodea. Entonces tu vida tendrá sentido duradero.


Este artículo se publicó por primera vez en 2012. Traducción de Coretta Thomson.