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CajaCarta a nuestro bebé en el cielo
El misterio de perder un embarazo
por Norann Voll
jueves, 29 de junio de 2023
Norann escribió esta carte que 2017 a quien hubiera sido su primer hijo, reflexionando sobre el misterioso vínculo entre madre e hijo que nunca desaparece.
Querido bebé:
Hace unos meses, mientras caminaba por la costa, encontré una conchilla marina que semejaba la manito de un bebé antes de nacer.
Al momento de recogerla y tenerla en mi mano (tu manito en la mía), me di cuenta de que era la semana de tu cumpleaños número dieciocho. Solo que no pudo ser, porque nos dejaste antes de que pudiéramos tenerte en brazos y cuidarte. Tu cumpleaños fue el día de tu regreso a tu hogar celestial.
Pero durante el brevísimo tiempo que estuviste con nosotros –esas maravillosas semanas que te llevé «debajo del corazón» (como decía mi mamá alemana) y que nosotros confiadamente creímos que se volverían meses mientras te preparabas para venir al mundo– te amamos y reconocimos como nuestro bebé. Cada día, te hablamos y te cantamos agradecidos por el gozo que tu presencia traía a nuestra vida. Nos imaginábamos cómo serías y todo lo que llegarías a ser.
Y entonces… te perdimos.
Llegaste y te fuiste; rompiste y restauraste nuestro corazón, todo al mismo tiempo. Porque si bien te extrañamos y nos preguntamos cómo hubieras sido aquí en la tierra, eres y serás por siempre nuestro bebé, nuestro hijo eterno.
Eres un alma eterna e incambiada; completamente joven y perfectamente acabada.
Tú has anclado nuestra existencia en la eternidad; lo haces hoy igual que lo hiciste entonces cuando tu padre y yo, a la deriva en nuestro dolor, vivimos el duelo de perderte y procuramos darnos espacios de gracia para descubrir que el hombre y la mujer viven la pérdida de manera diferente y que es siempre algo muy personal.
Tú representas la mayor alegría y el dolor más profundo, y me conectas de continuo a un torbellino de dolor colectivo compartido con miles de madres que perdieron a sus hijos demasiado pronto.
Y en este preciso momento, al mirar esta conchilla tan perfecta en mi mano, tengo plena certeza de por qué viniste a nosotros y te fuiste: al entrar con pureza a nuestra vida y partir en silencio, estabas llevando a cabo la obra de Dios. Cada instante tuyo fue contado, cada latido de tu corazón registrado; tu vida quedó por siempre grabada en la nuestra. Y a través del sufrimiento por tu partida, llegamos a conocer el sufrimiento de muchos. Llegamos a conocer la celebración de cada vida, sin importar su duración.
Sin nunca exhalar un suspiro, nos enseñaste el significado de amar, confiar y desprenderse. Y mientras asimilábamos lentamente estos aprendizajes, nos sentimos sostenidos –a veces acunados, a veces sujetados con fuerza–, pero siempre sostenidos de mil y una maneras en la palma de una Mano sabia y bondadosa.
Nos enseñaste a abrazar el plan de Dios sin reservas, no solo aceptarlo a regañadientes. Un plan a veces doloroso, sí. Pero hay sanación en el dolor que nos pone de rodillas, nos hace mirar hacia arriba y le cierra la puerta a la amargura en nuestro corazón.
De modo que sabemos que no te perdimos. Aun cuando a veces me siento perdida, me sostiene la certeza de que tú, nuestro hijo, nos esperas para darnos la bienvenida y nos señalas el camino a ese Lugar que tú ya llamas hogar.
Ayer festejamos el cumpleaños número diecisiete del mayor de nuestros hijos vivos. Cuando se inclinó para besarme en la frente y apoyó sus manos fuertes en mis hombros, me sentí profundamente agradecida por todo lo vivido hasta este momento; por todo lo que nos ha traído hasta aquí, incluidas las experiencias más difíciles que nos han bendecido de maneras que jamás hubiéramos imaginado.
Traducción de Nora Redaelli