Con el paso del tiempo, el Blumhardt menor llegó a ser bien conocido como evangelista de masas y curandero por fe. No obstante, después de una ‘cruzada’ especialmente exitosa en Berlín en 1888, él acortó radicalmente las dos actividades diciendo, “No quiero sugerir que sea poca importante que Dios sana a los enfermos; al contrario, eso está pasando a escondidas aún más que antes. Pero no se debe promover los milagros como si el reino de Dios consistiera en la curación de enfermos. Es mucho más importante ser limpiado que ser curado. Es más importante tener un corazón que arde por la causa de Dios; más importante no encadenarse al mundo sino quedar libre para poder actuar para el reino de Dios.”
Los intereses de Blumhardt giraron paulatinamente “hacia el mundo,” o sea, se enfocaron más y más en los grandes asuntos socioeconómicos de su día. Impelido por esta preocupación él escogió—de manera pública y visible-- echar su suerte con el Socialismo Democrático, el difamado movimiento laboral que luchaba con uñas y dientes por los derechos de los trabajadores. Aunque le ganó la ira de tanto la base civil como la eclesiástica, se dirigía a mítines de protesta, se postuló como candidato del partido y fue elegido para un término de seis años en la legisladora de Württemberg. Tuvo que renunciar su carga ministerial en la iglesia. Blumhardt empezó su término como un legislador muy enérgico y activo, pero con el paso del tiempo él acortó la mayoría de estas actividades y se rehusó incondicionalmente de postularse para un segundo término. Es evidente que siguió el patrón de su pasado retiro de evangelismo de masas y curación por fe.
La desilusión de Blumhardt con el Socialismo Democrático—en específico con la política, no las metas e ideales del movimiento—y la desilusión aún más profunda que llegó al final de su vida en los años terribles de la Primera Guerra Mundial—le llevaron a una posición final expresada en el lema dialéctica “Espera y Apura.” Creyó que la llamada de un cristiano es entregarse completamente a la causa del reino de Dios y hacer todo en su poder para ayudar al mundo hacia esa meta. No obstante, al mismo tiempo un cristiano debe permanecer tranquilo y paciente, impávido aun si sus esfuerzos no parezcan resultar en frutos, dispuesto a esperar para que el Señor establezca su reino en su propio tiempo y de su propia manera. Y, según Blumhardt, este tipo de espera no es la inactividad, sino mejor un apresuramiento del reino muy poderoso y creativo.
Blumhardt sufrió un derrame cerebral en 1917 y se murió el 2 de agosto de 1919.
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