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CajaCafeína para la consciencia
Desde la muerte de mi hijo de diecinueve años, se me volvió claro que Jesús está aquí, en la base de la sociedad, entre todos aquellos que sufren. He comprendido que nuestro dolor ablanda el caparazón que nos aísla del sufrimiento de los otros. Nuestra pena nos permite absorber su pena y nos vuelve parte del sufrimiento colectivo del mundo, un sufrimiento que el mismo Dios conoce y carga. En esta conexión intensa y profunda con otros, he encontrado la alegría.
Fuente: La solidaridad de la pena