La dinámica de la fraternidad humana universal, según Cristo, es el amor. Pero el amor cristiano tiene un sentido único. No es ese amor global y abstracto de la Humanidad que informa a la mera filantropía, ni ese “menosprecio caritativo” de los fariseos. Es el amor a todos los hombres sin excepciones ni requisitos. Amor aun a los que, humanamente, no merecen amor, e inclusive a los enemigos. Y es amor en concreto, amor a la criatura de carne y hueso de nuestros contactos cotidianos, y no a la abstracción “humanidad”.

Fuente: Las manos de Cristo