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Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús. Romanos 8:1

Señor nuestro Dios, concédenos ser hijos tuyos, quienes reciben de ti el Espíritu y todo lo que necesitamos. Tú nos fortaleces, no solamente de manera física, sino también en nuestro interior, en nuestro corazón, habilitándonos para enfrentar las incertidumbres de la vida terrenal y todo lo que aún necesita cambiarse en la sociedad humana. Guárdanos de rendirnos a nuestras debilidades. Que tu poder siempre esté con nosotros. Que tengamos paciencia y esperanza, porque estás obrando para el bien y podemos esperarlo con expectación. Amén.