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CajaLa aserción de que el amor no es más que un episodio en la vida de una persona es verdadera sólo cuando se trata de relaciones superficiales basadas en atracción física. A estas les falta la más profunda comunión de alma y de espíritu. Cónyuges cuyo amor nace de inquietudes espirituales que les son comunes, cuyos corazones laten juntos, se apoyarán y alentarán más y más mutuamente. Tal amor no termina nunca, porque origina en el Espíritu eterno y no depende de estados de ánimo en lo físico o lo emocional.
Muchas veces lo que la gente llama amor no es más que un deseo egoísta. Representa alguna mejora del egoísmo individual cuando dos personas deciden no seguir viviendo solas, sino vivir egoístamente juntos como pareja. Fénelon lo llama “égoisme à deux” (egoísmo mancomunado). Mejor aún sería si estas dos personas viviesen dedicadas a sus hijos y nietos, pero debemos darnos cuenta de que esto es todavía egoísmo colectivo. Si pensamos en los sacrificios que alguna gente hace por el bien de su patria, hay que admitir que otra vez se trata de una forma de amor aún más elevada; sin embargo el colectivismo por clases sociales o entidades nacionales no es más que la fusión de muchos egoísmos en un solo egoísmo colectivo. A todos esos se les puede llamar amor: amor de la familia, solidaridad de clase, patriotismo. Pero el amor de Dios es mucho más que todos esos.
La comunidad instituida por Dios en Cristo no tiene su origen en el egoísmo de individuos o grupos. No nos interesa la vida comunitaria por sí misma. Lo que vale es el corazón de Dios – la unidad que nace de Su amor. Este corazón lo ha revelado Dios en Cristo.
Vivimos en tiempos que son muy difíciles, y mucha gente sufre grandemente. Contraer lazo matrimonial en tales tiempos no es menos que emprender un paso en fe. Fe es coraje, en el cual no cabe miedo. No sabemos lo que el futuro está reservando para cada uno de nosotros – bien puede ser que unos pocos o muchos de los nuestros han de sufrir una muerte violenta, y es posible que algunas parejas casadas se encuentren bruscamente separadas. Tanto más nos alegramos cuando dos jóvenes han sido conducidos uno hacia otra, y podemos declarar: Venga lo que viniere, ellos son una pareja casada. Es esencial en el mundo de hoy que por aquí y por allá continúen brillando rayos de luz y de esperanza, como realidades espirituales que muestran que hay unidad entre la paz de Dios, verdadera hermandad y justicia.
Estos párrafos están extraídos del capítulo El matrimonio y la familia, del libro La revolución de Dios.
Imagen: Ferdinand Georg Waldmüller, Ramo de flores en la ventana (detalle). Wikimedia Commons