¿Qué habrían gritado las piedras si las personas hubieran estado en silencio en el camino a Jerusalén? Quizá los juncos lanzados bajo las patas del asno también tenían una canción que cantar. Una niña en medio de esa muchedumbre jubilosa podría haberse preguntado por tales cosas, mientras se esforzaba intentando mantener el paso del hombre que amaba a los niños.

Durante la Semana Santa, en casi todos los servicios religiosos del Bruderhof se oye una canción sencilla y hermosa, y a menudo sugerida por un niño.

“Dime, humilde hierba, ¿qué te hace estremecer?”
“Sueño con Aquel que más humilde fue”.

“Dime, rosa ¿quién te hizo con tan bello gusto?”
“El amor de Aquel, diez veces más justo”.

“¿Cuál es su gloria, juncos, que tan dulce cantan?”
“Al pasar su asno, las manos nos lanzan”.

“Amargas espinas, ¿por qué cantan con la grey?”
 “Porque a Él en lo alto coronamos rey”.1

Tell Me, O Humble Grass se abrió camino hacia el canon de canciones pascuales del Bruderhof a principios de los sesenta, cuando la compositora y directora musical Marlys Swinger estaba buscando nuevas canciones para el coro infantil. Se topó con un libro, Hymns for Children and Grownups to Use Together, antologizado en 1953 por Harold W. Friedell y Lee Hastings Bristol Jr. Este último, un predicador, organista y presidente del Westminster Choir College, un conservatorio en Princeton, incluyó en el himnario una de sus composiciones, escrita ese año.

No sabemos cómo fue que Bristol descubrió esas cuatro exquisitas estrofas escritas por Rhina Espaillat, la poeta dominicano-estadounidense. Sería fascinante descubrirlo, pero Bristol murió en 1979, a los cincuenta y seis años, después de una larga enfermedad. Y Espaillat solo recuerda un breve intercambio de cartas de autorización, que se produjo en 1953. Ella tendría unos veintiún años en ese momento.

Las armonías en la menor y ligeras como una pluma están tan en sintonía con las palabras de Espaillat, que quisiera ir en busca de los otros siete himnos que Bristol compuso. Pero sí tenemos el recuerdo de Rhina acerca de cómo nació el poema: 

Mi himno de Pascua fue compuesto cuando, en mi condición de conversa a la iglesia episcopal, estaba a cargo de arreglar las flores del altar para el servicio dominical, así como de enseñar preceptos simples a niños de seis años en la pequeña, preciosa y acogedora iglesia de St. Stephen en la ciudad de Nueva York.

Yo no era una creyente rigurosa ni una asidua asistente a la iglesia, pero me encantaba St. Stephen´s por su sentido de comunidad, su tolerancia y su preocupación por los pobres, los ancianos, los enfermos y los que están solos. Me conmovía, sobre todo, su respeto hacia las otras denominaciones cristianas y su aceptación de la duda como el resultado saludable después de ejercitar el pensamiento, que nada tenía que ver con una indiferencia malvada ni moral. Siempre he estado interesada en la religión comparada, y he sentido curiosidad por las muchas similitudes que hay entre todas las manifestaciones de la fe. Sorprende que haya mucha sabiduría en la máxima budista que dice que “Solo hay una montaña, pero muchos caminos que conducen a la cumbre”.

El poema nació de mi admiración y mi amor por Yeshua ben Yusef, el joven carpintero judío que era un adelantado para su tiempo y pagó con su vida por su humanidad y su inquebrantable sentido de identidad con todos los seres humanos. Su vida y sus palabras me dicen que todos somos una familia y su insistencia en cómo ese hecho importa más que cualquier dogma, ritual o mandato me ha guiado toda mi vida. Mi poema muestra a Jesús como parte de la naturaleza, unido a través de su humildad a la hierba del mundo; por su belleza espiritual a las flores; por la dulzura de sus palabras a los juncos que cantan en los ríos, y por su aceptación del dolor y la muerte, a las espinas que lo coronaron. Para mí, la poesía es lo más cercano a la oración.

Escucha la canción en inglés:

https://www.youtube.com/embed/D0AEFKlTQ_Q

Cuando las palabras surgen de la pluma del poeta, ¿quién sabe cómo iluminarán? La poesía puede engendrar oración, así como las preguntas engendran respuestas. Ahora, una comunidad religiosa internacional sabe esta canción de memoria, del más joven al más anciano; un diálogo manso entre un caminante y las plantas a la orilla del camino cuenta la historia de la Semana Santa con palabras modestas y sinceras.

El Bruderhof es una iglesia que canta, rica en hosannas, demasiados para ser incluidos en un servicio del Domingo de Ramos. En mi propia época de dudas, me costaba cantarlos. Cinco días no eran suficientes para que una voz sincera pasara de clamar por un tipo de coronación a otro. (Me tomó algo de tiempo ver que juzgar a multitudes bíblicas volubles podía ser un inútil gesto de desprecio, en tanto mi propio corazón vacilaba cada día entre la alabanza y la traición). Pero las canciones que hablaban de hierbas y rosales estaban por todas partes dondequiera que fuera y aún hacían su alabanza.

Un niño podía preguntarse (esta niña lo hizo): ¿Las espinas tienen derecho a hablar? ¿Pueden los símbolos del salvajismo saber algo de misericordia y templanza? Pero también allí surgió la respuesta. Las manos que las arrancaron de sus raíces para entretejer la corona fueron crueles. Uno puede imaginar esos dedos rasguñados y ensangrentados en su frenesí de daño y humillación.

Las propias espinas, diseñadas para ser crueles, aún reconocerían a un rey coronado, su rey, el que les dio vida, espina y flor, el árbol que se hizo cruz, los pastos salpicados de sangre, aquellos arrodillados en su pena y aquellos que se alejan, la colina, el mundo, el universo que tiembla ante una muerte que no debió haber sucedido y, sin embargo, debía suceder.


Traducción de Claudia Amengual

Notas

  1. N. de la T.: La traducción del poema no pretende ajustarse a la música de la canción. La letra original que cantan en el Bruderhof está el en video musical abajo y en la versión en inglés de este artículo.