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CajaLos tres árboles
Cuento tradicional para la semana Santa
por Anon
sábado, 29 de marzo de 2014
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Había una vez, en la cumbre de una montaña, tres pequeños árboles amigos que soñaban en grande con lo que el futuro depararía para ellos.
El primer arbolito miró hacia las estrellas y dijo: "Yo quiero guardar tesoros. Quiero estar repleto de oro y ser llenado de piedras preciosas. Yo seré el baúl de tesoros más hermoso del mundo".
El segundo arbolito observó un pequeño arroyo en su camino hacia el mar y dijo: "Yo quiero viajar a través de mares inmensos y llevar a reyes poderosos sobre mí. Yo seré el barco más importante del mundo".
El tercer arbolito miró hacia el valle y vio a hombres agobiados de tantos infortunios, fruto de sus pecados y dijo: "Yo no quiero jamás dejar la cima de la montaña. Quiero crecer tan alto que cuando la gente del pueblo se detenga a mirarme, levantarán su mirada al cielo y pensarán en Dios. Yo seré el árbol más alto del mundo".
Los años pasaron. Llovió, brilló el sol y los pequeños árboles se convirtieron en majestuosos cedros. Un día, tres leñadores subieron a la cumbre de la montaña. El primer leñador miró el primer árbol y dijo: "¡Qué árbol tan hermoso!", y con un hachazo de su brillante hacha el primer árbol cayó. "Ahora me deberán convertir en un baúl hermoso, voy a contener tesoros maravillosos", dijo el primer árbol.
Otro leñador miró el segundo árbol y dijo: "¡Este árbol es muy fuerte, es perfecto para mí!". Y con un hachazo de su brillante hacha, el segundo árbol cayó. "Ahora deberé navegar mares inmensos", pensó el segundo árbol, "Deberé ser el barco más importante para los reyes más poderosos de la tierra".
El tercer árbol sintió su corazón hundirse de pena cuando el último leñador se fijó en el. El árbol se paró derecho y alto, apuntando al cielo. Pero el leñador ni siquiera miró hacia arriba, y dijo: "¡Cualquier árbol me servirá para lo que busco!". Y con un hachazo de su brillante hacha, el tercer árbol cayó.
El primer árbol se emocionó cuando el leñador lo llevó al taller, pero pronto vino la tristeza. El carpintero lo convirtió en un mero pesebre para alimentar las bestias. Aquel árbol hermoso no fue cubierto con oro, ni contuvo piedras preciosas. Fue sólo usado para poner el heno.
El segundo árbol sonrió cuando el leñador lo llevó cerca de un embarcadero. Pero no estaba junto al mar sino a un lago. No había por allí reyes sino pobres pescadores. En lugar de convertirse en el gran barco de sus sueños, hicieron de él una simple barcaza de pesca, demasiado chica y débil para navegar en el océano. Allí quedó en el lago con los pobres pescadores que nada de importancia tienen para la historia.
Pasó el tiempo. Una noche, brilló sobre el primer árbol la luz de una estrella dorada. Una joven puso a su hijo recién nacido en aquel humilde pesebre. "Yo quisiera haberle construido una hermosa cuna", le dijo su esposo. La madre le apretó la mano y sonrió mientras la luz de la estrella alumbraba al niño que apaciblemente dormía sobre la paja y la tosca madera del pesebre. "El pesebre es hermoso" dijo ella y, de repente, el primer árbol comprendió que contenía el tesoro más grande del universo.
Pasaron los años y una tarde, un gentil maestro de un pueblo vecino subió con unos pocos seguidores a bordo de la vieja barca de pesca. El maestro, agotado, se quedó dormido mientras el segundo árbol navegaba tranquilamente sobre el lago. De repente, una tormenta impresionante y aterradora se abatió sobre ellos. El segundo árbol se llenó de temor pues las olas eran demasiado fuertes para la pobre barca en que se había convertido. A pesar de sus mejores esfuerzos, le faltaban las fuerzas para llevar a sus tripulantes seguros a la orilla. ¡Iba a naufragar! ¡Qué gran pena, pues no servía ni para un lago! Se sentía un verdadero fracaso. Así pensaba cuando el maestro, sereno, se levantó y, alzando su mano, dio una orden: "Calma". Al instante, la tormenta le obedece y da lugar a un remanso de paz. De repente el segundo árbol, convertido en la barca de Pedro, supo que llevaba al rey del cielo, la tierra y los mares.
El tercer árbol fue convertido en tablones que por muchos años fueron olvidados como escombros en un oscuro almacén militar. ¡Qué triste yacía en aquella penuria inútil, qué lejos le parecía su sueño de juventud!
De repente un viernes por la mañana, unos hombres violentos tomaron bruscamente esos maderos. El tercer árbol se horrorizó al ser forzado sobre las espaldas de un inocente que había sido golpeado sin piedad. Aquel pobre reo lo cargó, doloroso, por las calles ante la mirada de todos. Al fin llegaron a una loma fuera de la ciudad y allí le clavaron manos y pies. Quedó colgado sobre los maderos del tercer árbol y, sin quejarse, sólo rezaba a su Padre mientras su sangre se derramaba sobre los maderos. El tercer árbol se sintió avergonzado, pues no sólo se sentía un fracasado, se sentía además cómplice de aquél crimen ignominioso. Se sentía tan vil como aquellos blasfemos ante la víctima levantada.
Pero el domingo por la mañana, cuando al brillar el sol la tierra se estremeció bajo sí, el tercer árbol comprendió que algo muy grande había ocurrido. De repente todo había cambiado. Sus leños bañados en sangre ahora refulgían como el sol. ¡Se llenó de felicidad y supo que era el árbol más valioso que había existido o existiría jamás porque aquel hombre es Rey de reyes y se murió para salvar el mundo!
La cruz es trono de gloria para el Rey victorioso. Cada vez que la gente piense en él recordarán que la vida tiene sentido, que son amados, que el amor triunfa sobre el mal. Por todo el mundo y por todos los tiempos millares de árboles lo imitarán, convirtiéndose en cruces que colgarán en el lugar mas digno de iglesias y hogares. Así todos pensarán en el amor de Dios y, de una manera misteriosa, llegó a hacerse su sueño realidad. El tercer árbol se convirtió en el más alto del mundo, y al mirarlo todos pensarán Dios.
Jose Luis Villasis Isack
Gracias por publicar este hermoso y emocionante relato.
brayan moreno
muy buena lectura , DIOS todo lo ase con un buen propocito aunque algunos crean que muchas cosas son tragedias pero el sabe po que lo ase.
Manuel
Una historia hermosa, sobre todo para reflexionar y hacernos comprender que siempre hay un propósito de Dios, aun cuando las cosas parezcan salir mal o no es lo que esperábamos, siempre tienen una razón de ser. Les invito a agradecer a Dios, cada día, cada momento, cada situación, si parezca favorable o poco favorable para nosotros.
María Liliana
Que esos arboles fueron muy especiales e importantes, porque ellos habían echo sus planes para ser grandiosos, y si lo fueron porque sintieron a Jesús tanto en su nacimiento como en su muerte, y creo que esa importancia nadie les podrá quitar. Ojala nosotros seamos como estos arboles y escuchemos y nos alimentemos mas de la palabra de Dios. Gracias Hermanos.
Amanda
Es hermoso, cuando lo contaron en mi iglesia no lo entendí, por ser yo sorda de un oído me encanto leerlo, y entenderlo pido que me ayuden a que crezca mi fe, me convertí hace poco y tengo muchas ganas de escuchar cosas así de Jesús.
Adelina de Colonia Tovar
Cada árbol cumplió con su sueño, pero no como ellos lo esperaban. Quizá nosotros tengamos sueños pero los logramos como Dios quiere y no por el camino que nosotros pensamos que debemos ir.
Miguel Ángel
El relato de los tres árboles me lleva a reflexionar que a pesar de tener sueños buenos para nuestras vidas, los sueños de Dios son siempre mejores y aunque a veces veamos una realidad oscura, si tenemos fe el Señor la transformará en una luminosa vida. Aprendamos de esta lectura a confiar siempre en Dios, creyendo que El siempre quiere cosas buenas para nosotros.