Cuando los misioneros llegaron a Colombia para establecer las primeras congregaciones menonitas del país, Tulio Pedraza y su esposa Sofía se convirtieron en dos de los primeros conversos. Fueron bautizados en junio de 1949. Sólo un año antes, Jorge Eliécer Gaitán, candidato político liberal, había sido asesinado; su muerte encendió una guerra civil que duraría diez años. Debido a que el protestantismo fue visto como otra amenaza para la unidad ya tensa de Colombia, los protestantes colombianos enfrentaron una oposición significativa de parte de las autoridades municipales, sacerdotes católicos y sus propios vecinos.

Tulio era un fabricante de ataúdes en el pequeño pueblo de Anolaima. Él era ciego, pero esto no impedía que su negocio tuviera el éxito suficiente para mantener a su familia, ya que él era el único fabricante de ataúdes en la ciudad. Pero, cuando el sacerdote católico local se enteró del bautismo de Tulio, comenzó a hacerle la vida difícil a la familia Pedraza. 

Primero declaró que los ataúdes “protestantes” de Tulio no eran aptos para que los católicos fueran enterrados. Desde el púlpito, les dijo a los feligreses que no oficiaría ningún funeral con un ataúd comprado a los menonitas. El negocio se desplomó. Tulio solo podía vender ataúdes a amigos cercanos y a aquellos que ignoraban la declaración del sacerdote. E incluso esos clientes se vieron obligados a viajar a los pueblos de los alrededores para realizar sus funerales, ya que el sacerdote local se negaba a presidirles.

Luego, el sacerdote tomó medidas para asegurarse de que incluso estas ventas por goteo terminaran. Conoció a un carpintero en otra pequeña ciudad. El sacerdote ayudó a conseguir una casa y herramientas para este carpintero y lo convenció de que se mudara a Anolaima para comenzar un negocio de ataúdes de competencia. Tras la llegada de esta nueva competencia, Tulio ya no pudo pagar a sus proveedores. Se vio obligado a cerrar su negocio.

Aunque no estaba seguro de qué hacer a continuación, Tulio nunca abandonó el amor y la decencia que aprendió al imitar a su Señor. En lugar de envidiar al fabricante de ataúdes rival, se acercó a él en señal de amistad. Cuando el negocio del ciego colapsó, vendió sus herramientas a su competidor. A través de este gesto de benevolencia, ayudó a establecer el negocio del mismo hombre cuya presencia acabó con su negocio.

Tulio y su esposa hacían todo lo posible para llegar a fin de mes. Intentaron abrir una panadería, una granja de pollos y un negocio de fabricación de velas, pero con poco éxito. La experiencia de Tulio estaba en la fabricación de ataúdes. Ninguno de estos nuevos negocios podría generar ingresos suficientes para mantener a la familia. Tulio se desanimaba más y más con cada empresa fallida, pero su fe le daba la fuerza para perseverar.

Sus luchas se vieron exacerbadas por otros actos de persecución. Escribiendo poco después de que Tulio perdiera su negocio de ataúdes, el misionero menonita local Gerald Stucky informó:

La persecución ha continuado. Los hijos de Tulio fueron humillados en la escuela pública por ser protestantes. Su propiedad y la vida de su familia se ha visto continuamente amenazada. Quienes eran sus amigos ahora se niegan a hablar con él en la calle; las tiendas se niegan a venderle; se ha convertido en un paria por la causa de Cristo. A pesar de esto, Tulio sigue firme en la fe, confiando en el Señor día a día. No guarda ningún mal en su corazón hacia aquellos que han obrado mal en su contra. Continúa dando testimonio de la luz que encontró en Cristo. Tulio es un testimonio vivo del poder del evangelio para vencer el mal con el bien.

En más de una ocasión, la vida de Tulio fue amenazada por motivos religiosos. Después de un encuentro particularmente aterrador, él y su esposa pasaron la noche en el refugio de una escuela menonita en la cercana ciudad de Cachipay.

Tulio murió pacíficamente en 1964. El carpintero rival que había sido contratado para destruir el negocio de Pedraza donó un ataúd para el entierro de Tulio. Aunque el funeral fue un servicio menonita, el fabricante de ataúdes asistió, arriesgando su propia reputación en la comunidad para honrar a un hombre que le había mostrado un amor tan inusual que nacía de una fe profunda.


De Siendo testigos: Relatos de martirio y discipulado radical.

Fuente: basado en el artículo de Elizabeth Miller para la página web de Bearing Witness Stories Project (martyrstories.org). Miller entrevistó a la familia de Pedraza en mayo de 2011, también extrajo algunos fragmentos de Hechos y crónicas menonitas en Colombia,Vol. I, un manuscrito no publicado de Raúl Pedraza Álvarez y de un ensayo de 1952 no publicado escrito por Gerald Stucky.