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    Un encuentro con Jesús

    La conversión de Sadhu Sundar Singh

    por

    lunes, 13 de octubre de 2014
    2 Comentarios
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    • flery

      buenas tardes esta bello el mensaje que Dios lo Bendigas

    • Lola Maldonado

      gracias ,este libro es una maravilla

    Del libro Enseñanzas del maestro, este artículo empieza con Sundar Singh relatando sobre la noche de su conversión; luego un narrador completa la historia

    Pienso en el tiempo en que me consideraba a mí mismo como un héroe por haber quemado los Evangelios y sin embargo mi corazón no había hallado la paz. Realmente con aquel hecho mi malestar no había hecho sino aumentar y durante los dos días siguientes me sentí miserable. Al tercer día, cuando ya no podía aguantar más, me levanté a las tres de la madrugada y me puse a rezar pidiendo que si realmente había un Dios, se me revelara. No recibiendo respuesta alguna, decidí que a la mañana siguiente pondría la cabeza sobre la vía del tren para buscar así las respuestas a mis preguntas más allá de esta vida. 

    Recé y recé esperando que llegara la hora de emprender mi último viaje. Alrededor de las cuatro y media vi algo extraño. Algo resplandecía en la habitación. Primero pensé que la casa se estaba quemando, pero mirando por la puerta y a través de las ventanas, no pude discernir la causa de aquella luz. Luego se me ocurrió una explicación: aquello podía ser una respuesta de Dios. Así que volví a mi lugar y me puse a rezar otra vez sin apartar los ojos de aquel extraño resplandor. Más tarde distinguí una figura en la luz. Una figura extraña y a la vez familiar. No era ni Siva ni Krishna, ni ninguna de las otras encarnaciones hindúes que yo había esperado. Luego oí una voz que me hablaba en Urdu: «Sundar, ¿hasta cuándo seguirás mofándote de mí? He venido a salvarte porque has rezado para encontrar el camino de la verdad. ¿Por qué pues no lo aceptas?» Fijándome más, vi las marcas de sangre en sus manos y pies y supe que era Jesús, el Dios de los cristianos. Asombrado, caí a sus pies. Me sentía lleno de profunda desazón y remordimientos por mis insultos e irreverencias, pero poseído a la vez por una inmensa paz. Éste era el gozo que yo había estado buscando. Estaba en el cielo. Luego la visión desapareció pero conservé la paz y el gozo.

    Cuando me levanté fui inmediatamente a despertar a mi padre para decirle qué había experimentado, para contarle que desde ese instante yo era un nuevo seguidor de Jesús. Él me dijo que me volviera a la cama. «¿Por qué hace solamente tres días quemaste el libro santo cristiano y ahora dices que eres uno de ellos? Ve a la cama y duerme, hijo mío. Estás cansado y confuso. Por la mañana te sentirás mejor.»

    Sardar Sher Singh intentó ser paciente y comprender. Sabía que el chico todavía estaba destrozado por la pérdida de su madre. Así que, por discreción, evitó comentar la extraña experiencia de Sundar. Éste, por su parte, empleó la mayor parte de su tiempo en la soledad y en la meditación, maravillado pero buscando la penitencia y expiación por sus mofas hacia el Dios que se le había revelado. Dentro de sí mismo, profundamente, sentía que la liberación sólo vendría si él estaba preparado para seguir a Jesús y servirle como a un maestro; en primer lugar declarando públicamente que era un seguidor de Aquel al que había insultado delante de todos.

    Nadie hubiera podido prever las protestas que siguieron. Sintiéndose privados de su cabecilla, los compañeros de Sundar volvieron a la escuela cristiana, lo mismo que Sundar, lanzando improperios y acusándoles de haber convertido al chico por la fuerza, ello pese a que Sundar repitiese una y otra vez que los maestros no sabían nada de lo que había sucedido. El alboroto fue tan descomunal que la escuela tuvo que ser cerrada y los misioneros se refugiaron en Ludhiana.

    En su casa, por su parte, Sardar Sher Singh intentó disuadir a su hijo y hacer que renunciara a su nueva fe. Primero se mostró paciente. Luego apeló al honor del chico:

    ¡Mi hijo querido, luz de mis ojos, consuelo de mi corazón, que tu vida sea larga! Como padre, te exhorto a que pienses en tu familia. Sin duda tú no quieres que el apellido de la familia sea mancillado. Seguro que la religión cristiana no enseña a desobedecer a los padres. Yo te pido que cumplas con tu deber y te cases. Yo ya he elegido a tu esposa, según nuestra costumbre, y ya está todo preparado. Como formalización del compromiso, yo te legaré 150.000 rupias, cuyos intereses os permitirán a ti y a tu familia vivir confortablemente durante el resto de vuestra vida. Tu tío, además, aportará una arqueta de oro.

    Yo no soy un hombre poco razonable, hijo. Pero si rechazas lo que te propongo, entenderé que estás decidido a arrastrar al deshonor a tu familia y por tanto no me quedará más alternativa que repudiarte. Llevas el brazalete de los sikhs, llevas un nombre sikh y como tal no te cortas el cabello, pues este es el signo de los sikhs. ¿Has olvidado el nombre que nuestros padres adoptaron? ¿Has olvidado lo que significa ser un sikh?

    —No, padre. Nuestro nombre significa «león».

    Entonces, puesto que conoces el significado de tu nombre, ¿cómo te atreves a actuar como un chacal del desierto? ¿Por qué? Ha llegado la hora en que debes tomar una decisión.

    Sundar Singh volvió a su cuarto y se puso a rezar. Luego se cortó el cabello.

    Leer más en el capítulo ‘El Santo’ en el libro Enseñanzas del maestro.


    foto: Amorphisman, Wikimedia.org

    caraiman cross on mountain
    Contribuido por SadhuSundarSingh Sadhu Sundar Singh

    Sundar Singh (1889-1929) abandonó la comodidad de su casa a los dieciséis años para vivir como un sadhu, llevando la vida de un mendigo. Amó a Jesús y devotó su vida a él, pero nunca aceptó las convenciones culturales de la religión.

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