Joy Clarkson, de Plough, conversa con John Swinton acerca del discipulado y la salud mental.
Joy Clarkson: En tu investigación teológica y en tu trabajo anterior como enfermero especializado en salud mental, por largo tiempo has estado reflexionando y escribiendo acerca de salud mental y fe cristiana. ¿Cómo se ha desarrollado tu pensamiento acerca de este asunto? ¿En qué se centra este nuevo libro?
John Swinton: Finding Jesus in the Storm es mi cuarto libro acerca de salud mental. Tengo experiencia como enfermero especializado en salud mental, y allí es donde he trabajado durante muchos años antes de reconvertirme en enfermero para personas con discapacidad intelectual. Así que la salud mental siempre ha sido un aspecto importante de mi vida. Hice mi tesis doctoral sobre la relación entre la esquizofrenia y la amistad cristiana. Sostenía que la esquizofrenia es una enfermedad sumamente malinterpretada, muy estigmatizada y socialmente construida de manera considerable. Esto no pretende sugerir que la esquizofrenia no exista. Se trata simplemente de señalar que quizá no exista en las formas negativas que las personan suponen. Intenté eliminar algo de ese estigma ayudando a las personas a que vieran más allá de algunas caricaturas que no sirven para nada —“doble personalidad”, “peligrosidad”, “violencia”— y comenzaran a ver a quienes viven con esquizofrenia como lo que verdaderamente son: personas.
El tema clave en ese trabajo fue la amistad cristiana o, más precisamente, las amistades de Jesús. El principio de la encarnación es que Dios, quien es radicalmente distinto a los seres humanos, se vuelve humano y ofrece amistad a los humanos. Pero esa amistad no se basa en normas culturales que suponen que en las amistades los iguales se atraen. Está basada en el principio de la Gracia: nos volvemos amigos solo porque eso es lo que hacen los cristianos. La amistad ayuda a rehumanizar a las personas que la sociedad deshumaniza. Mis primeros dos libros se centraban en cómo podemos alcanzar ese objetivo.
Mi trabajo posterior en esa área, Spirituality and Mental Health Care: Rediscovering a “Forgotten” Dimension (2001), intenta mostrar cómo y por qué los profesionales de salud mental deberían incorporar la espiritualidad en sus prácticas de atención. Desarrolla la idea de que la espiritualidad es necesaria para brindar una atención genuinamente centrada en la persona. Aunque el subtítulo se refiere a la espiritualidad como una dimensión olvidada, de la literatura contemporánea surge con claridad que, en tanto pudo haber sido cierto antes, sin duda no lo es ahora, por cuanto la espiritualidad, al menos en principio, es considerada un aspecto importante del cuidado de la salud mental. Así pues, mi último libro es, en realidad, un desarrollo de mi trabajo anterior, y se enfoca en la vida de los cristianos que experimentan crisis de salud mental.
Joy Clarkson: Uno de tus argumentos más impactantes es que el objetivo de abordar los desafíos que plantea la salud mental no debería ser derrotar la enfermedad mental, por decirlo de algún modo, sino buscar “vida en abundancia” (Jn 10:10). Propones la metáfora del viaje en lugar de la imagen de la batalla cuando intentas contextualizar las experiencias de crisis de salud mental. En el discipulado, Jesús no es aquel que viene a superar nuestras “experiencias inusuales de salud mental”, sino el “varón de dolores, experimentado en quebranto” (Is 53:3) que viene a acompañarnos a través de los valles de la vida. ¿Cómo es que esta metáfora moldea nuestro modo de abordar la formación espiritual y la salud mental?
John Swinton: Uno de los desafíos de vivir en una sociedad altamente medicalizada es que resulta casi imposible pensar en la enfermedad sin antes pensar en la medicina, a pesar del hecho de que la mayor parte de la sanación acontece en comunidad a través de las amistades, la familia, los compañeros de trabajo y demás. Implícita o explícitamente tenemos una inclinación hacia un modelo de salud que se mide por la ausencia de la enfermedad y/o por el control de los síntomas: se considera que estamos bien cuando no tenemos síntomas ni sufrimiento. Pero para aquellos que viven padeciendo los desafíos de salud mental, ¡esto significa que siempre están enfermos! Si tú o cualquiera se considera siempre enfermo, eso inevitablemente limita sus expectativas.
Jesús dice que ha venido a traer vida en abundancia (Jn 10:10). La vida de Jesús y, ciertamente, de muchos de sus seguidores a través de los siglos indicaría que la abundancia de la vida no significa una vida sin sufrimiento o una vida sin enfermedad. La vida en abundancia viene a nosotros cuando entendemos lo que significa estar con Jesús en los tiempos buenos y en los malos. A medida que atravesamos las complejidades de la vida con Jesús descubrimos la abundancia de la vida.
La metáfora del viaje nos ayuda a entender esto. Un viaje siempre tiene una dirección y un propósito. Significa moverse hacia alguna parte en lugar de hacia ninguna parte. Viajamos a través de hermosos campos y frondosas pasturas, pero también a través de valles de montañas escarpadas y tierras estériles. Pero incluso en los tiempos difíciles, hay movimiento hacia delante; hay esperanza. Ser considerado un enfermo siempre, que se nos diga que “si tomas tus medicamentos, tus síntomas estarán bajo control; y eso es lo mejor que podemos ofrecer”, es transformar ese viaje en una sala de espera. Por lo tanto, creo que la metáfora es útil, porque contiene la posibilidad de la esperanza.
Joy Clarkson: En tu libro sugieres que las herramientas hermenéuticas actualmente disponibles (en particular, el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales) son inadecuadas, pues no toman en cuenta las complejidades y las bellezas de la experiencia humana. Escribiste lo siguiente: “Los seres humanos no son simplemente un conglomerado de interacciones químicas. Los humanos son personas, seres vivos que tienen historias, sentimientos, experiencias y esperanzas, y que desean vivir bien”. ¿Cómo podemos abordar la salud mental de un modo más holístico y humano?
John Swinton: Uno de los principales manuales internacionales para diagnosticar los trastornos físicos y mentales es el llamado Clasificación internacional de enfermedades (CIE), que ya va por su décima versión (CIE-11 será publicado en breve). Como parte del trabajo preliminar para ese manual, se llevó adelante una investigación para explorar qué sentían las personas con desafíos de salud mental —esquizofrenia, depresión, bipolaridad, ansiedad y trastorno de la personalidad— acerca de las nuevas clasificaciones. Junto con una cantidad de comentarios interesantes, lo que me impactó más fue que los revisores con desafíos de salud mental observaban cuán negativos eran los criterios de diagnóstico, que parecían enfocarse exclusivamente en experiencias negativas de asuntos vinculados a la salud mental y no en asuntos posiblemente positivos. Por ejemplo, las personas con trastorno bipolar estaban preocupadas porque sus dimensiones creativas no eran reconocidas. Muchos grandes pintores y músicos padecieron trastorno bipolar y su creatividad fue realzada por esas experiencias.
La psiquiatría existe para abordar problemas, así que no sorprende que los criterios básicos para describir los desafíos que plantea la salud mental tiendan a enfocarse en el problema. Esto no es una crítica a la psiquiatría, por cuanto los problemas deben ser abordados. Sin embargo, hay una limitación significativa en la cantidad de información que uno puede obtener de un manual de diagnóstico. Nos volveremos más humanos con respecto a cómo describimos los asuntos referidos a la salud mental si escuchamos cuidadosamente las historias completas de las personas, no solo acerca de su enfermedad, sino acerca de su vida entera y cómo los desafíos de salud mental caben dentro de ella y la afectan. Cuando escuchamos, si es que deseamos oír, algunas cosas sorprendentes pueden salir a la superficie.
Joy Clarkson: Me gustaron tus observaciones acerca de las nociones de Elizabeth Anscombe referidas a descripción e intencionalidad: que el modo en que describimos algo moldea nuestras intenciones hacia eso que describimos. ¿Cómo es que nuestras descripciones de (no)bienestar mental podrían estar obstaculizando nuestra capacidad de actuar y vivir bien?
John Swinton: Las descripciones son profundamente importantes. El modo en que describimos el mundo determina qué creemos que veremos y lo que creemos que vemos determina cómo respondemos a eso. Imagina un escenario donde entras a una habitación con tu acompañante. Lo o la presentas así: “Hola. Les presento a mi acompañante. Tiene esquizofrenia”. Hay varias formas que podrías elegir para describir a tu acompañante —esposo, esposa, amante, amigo, progenitor—, pero eliges la descripción de su condición clínica. Desde el momento en que haces eso estás colocando a esa persona de un modo bastante particular: primero, un descriptor de diagnóstico; segundo, todo lo demás.
Precisamente así funciona el estigma, por supuesto: reduce a una persona a una única parte, como la marca del esclavista griego, o stigma, significaba que una persona esclavizada ya no era una persona ni un ser humano, ya no era otra cosa más que la propiedad del dueño. Algo como la esquizofrenia es un diagnóstico altamente estigmatizado y culturalmente construido por una caracterización de los medios de comunicación, ideas falsas y demás. La descripción de “esquizofrenia” puede tener alguna utilidad en un contexto clínico al permitir al profesional en salud mental practicar sus habilidades para curar, pero cuando permea hacia la sociedad y se transforma en una etiqueta altamente estigmatizada, todo tipo de cosas desagradables comienzan a suceder. Por lo tanto, es simple establecer una premisa básica de acción positiva en salud mental: llama a las personas por su nombre y descríbelas de manera tal de realzar y estimular su desarrollo. Cuando lo haces, contrarrestas las descripciones que buscan destruir ese desarrollo.
Seguir a Jesús significa aprender a vivir vidas imbuidas con el deseo de la presencia de Dios, incluso cuando a veces esa presencia sea esquiva.
Joy Clarkson: Abogas por la importancia de hacer “descripciones ricas, densas, experienciales” de los desafíos que plantea la salud mental, en lugar de presentarlos meramente como una realidad biológica. Esto me pareció realmente importante, aunque también complicado. Mi familia tiene un historial de trastorno bipolar, depresión y TOC, y sabiendo que hay una dimensión biológico-genética de mi propio viaje de salud mental, me ayudó a quitarme de encima un sentido de culpa, la pregunta “¿por qué eres así?” y la sensación de que, de algún modo, era el resultado de ser una mala cristiana. Por otra parte, si tuviera que describir mis experiencias exclusivamente como el resultado de la inevitable maldición de la genética, eso también contribuiría a un sentimiento de derrota y determinismo biológico, e ignoraría otros aspectos importantes —soledad, pobreza, trauma— de la experiencia que alguien ha tenido ante los desafíos que plantea la salud mental. En tanto cristianos y cuidadores, ¿cómo podemos lidiar con los aspectos genéticos incorporados de la salud mental de un modo integrado y holístico? ¿Cómo podemos contar esas historias fidedignamente?
John Swinton: No creo que se trate de una cosa u otra. El modo en que esto está enmarcado dentro de la fenomenología, que es la filosofía subyacente de mi más reciente libro, es que hay dos formas posibles de observar el cuerpo. Por un lado, tienes el cuerpo material. Por el otro, el cuerpo vivido. El cuerpo material lo puedes tocar y medir, y puedes involucrarte físicamente con él. Aquí encontramos la neurología, la biología, la farmacología y todas las otras ciencias y procedimientos que se enfocan en tu cuerpo físico. El cuerpo vivido se relaciona con el modo en que el cuerpo material se encuentra con el mundo. De modo pues que, cuando el cuerpo físico atraviesa el mundo, pasa por varias experiencias, relaciones, emociones y así, todo lo cual es vital para comprender la experiencia vivida de ser humano. Por supuesto, los dos están relacionados, pero uno no es determinante del otro.
Un problema que veo en los enfoques contemporáneos acerca de los asuntos de salud mental es la tendencia a intentar reducir todo al cuerpo material. Estoy de acuerdo en que puede haber mucho consuelo, alivio y utilidad en descubrir las raíces neurobiológicas de ciertas experiencias. Sin embargo, encontrar explicaciones para las experiencias en salud mental de las personas no significa que las hayas comprendido realmente. Mi enfoque en la experiencia y en las narrativas personales es un intento de poner de relieve la importancia de la experiencia vivida con respecto a los desafíos que plantea la salud mental en un contexto donde tales experiencias son demasiado fácilmente descartadas como “meros síntomas”. No voy en contra de las explicaciones médicas de los fenómenos psicológicos; voy en contra de reducir la vida de las personas a la materialidad de su cuerpo. Creo que ser humano es más que una comprensión del funcionamiento técnico del cuerpo material. Necesitamos encontrar y sostener una tensión creativa entre el cuerpo material y el vivido.
Joy Clarkson: Algo que enfatizas en tu trabajo es el discipulado de todas las personas. “Se trata de las experiencias de discípulos de Jesús excepcionales y valiosos, que buscaron vivir bien con experiencias de salud mental inusuales”. ¿Qué te han enseñado los viajes de cristianos con desafíos de salud mental acerca de ser discípulo de Jesús?
John Swinton: En su libro acerca del discipulado, Dietrich Bonhoeffer tiene una sección dedicada al llamamiento de Mateo. Hace notar que, cuando Mateo se encontró por primera vez con Jesús, no sabía de quién se trataba: Jesús lo llamó y Mateo lo siguió. Es cierto que uno puede suponer que él sabía quién era Jesús, que había oído las historias y que hizo una elección informada. Pero la Biblia no dice eso. Para creerlo es necesario ir más allá del texto. Esto es importante para pensar acerca de la vida de, por ejemplo, las personas con discapacidad intelectual profunda, para quienes el conocimiento no es el modo principal de comunicarse y de llegar a saber cosas en el mundo.
Lo que esto nos enseña acerca del discipulado es que lo que importa no es saber cosas acerca de Dios; seguir a Jesús es su esencia. Seguir a Jesús no es una huida del mundo o una cuestión de acumular conocimiento acerca de Dios. Es un modo de estar en el mundo, donde incluso en la más fuerte de las tormentas aprendes a confiar en que Jesús está con nosotros y por nosotros en todas las cosas y en todo momento. Es cierto que a veces se siente como si no fuera así. Cuando alguien está en un pozo de depresión, a veces es difícil sentir la presencia de Dios. Pero Jesús también tuvo la misma experiencia en la cruz: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mt 27:46). Seguir a Jesús no significa huir de los problemas, las dificultades, el dolor y el sufrimiento. Significa encontrar la posibilidad de esperanza en todas esas experiencias y aprender a vivir vidas imbuidas por el deseo de la presencia de Dios, incluso cuando a veces esa presencia sea esquiva. Creo que es una de las muchas cosas que he aprendido al escuchar a cristianos que viven con desafíos de salud mental.
Y esto cambia nuestro abordaje de la salud mental en la iglesia. A veces, cuando pensamos acerca de los asuntos referidos a la salud mental, nos enfocamos en el cuidado pastoral y/o en su ética. ¡No que haya algo de malo en ello! Todos nosotros necesitamos ser cuidados, y las cuestiones éticas son básicas para la vida cristiana. Sin embargo, creo que la salud mental se ubica mejor dentro de la vida cristiana de un modo diferente. Creo que la pregunta clave es: ¿Cómo podemos nosotros (el Cuerpo de Jesús), habilitar a esta persona que es un discípulo de Jesús, que está atravesando momentos difíciles, para que encuentre y sostenga su vocación incluso en medio de las tormentas?
Joy Clarkson: La ansiedad, el aislamiento y la disrupción de la vida común a lo largo de los últimos dos años ha conducido a lo que muchos han denominado una crisis en salud mental. ¿Qué medidas deberíamos tomar en los años siguientes para abordar esa crisis? ¿Cómo deberíamos seguir adelante?
John Swinton: Algo que nos ha enseñado la pandemia es que estamos todos interconectados a lo largo y ancho del mundo, y que somos dependientes los unos de los otros. Antes podríamos haber pensado que éramos individuos separados, solo responsables de nosotros mismos y de aquellos cercanos a nosotros. Hemos aprendido que somos personas en relación con otras personas tanto a nivel personal como comunitario. También hemos aprendido que muchas personas dentro de nuestras sociedades están solas y desconectadas. Todos nosotros necesitamos amor y conexión.
Al comienzo de la reciente y potente película de Michael Verde, Love Is Listening: Dementia Without Loneliness, una mujer afroestadounidense con demencia avanzada reflexiona acerca de su experiencia de vida. “No sé dónde estoy. No sé adónde voy. No sé de dónde acabo de venir. Pero no tengo miedo”. Hace una pausa y mira profundamente a los ojos de su interlocutor. “Porque veo todo a mi alrededor. No veo mucho, pero veo paciencia”. Mira hacia arriba y a lo lejos; los ojos brillan un poquito. “Veo gratitud. Veo tolerancia”. Lentamente vuelve la mirada hacia su interlocutor y sonríe. “Creo que veo amor”. Sonríe. “Y tu rostro es una imagen del amor”.
Es una escena muy hermosa y conmovedora. Incluso cuando nos sentimos perdidos, indefensos, inseguros acerca del futuro e incapaces de descifrar hacia dónde va la vida, aún podemos sentir, ver y experimentar el amor. Más que eso, la presencia de dicho amor puede erradicar el miedo. La experiencia de demencia y, de hecho, los desafíos de salud mental a veces pueden ser bastante aterradores. Necesitamos personas cuyo amor nos libere de nuestro miedo y nos ayude a encontrar amor en medio de los desafíos. Si nos sabemos amados, no necesitamos tener miedo. En épocas de desafíos de salud mental, como en todas las épocas, necesitamos personas que actúen con amabilidad, paciencia, bondad, humildad, respeto y serenidad. Necesitamos personas cuyas vidas estén llenas de perdón, honestidad e integridad (1 Cor 13). Necesitamos que se nos recuerde la presencia del Dios que es amor. Necesitamos personas cuyos rostros sean la imagen del amor.
Aprender a volvernos personas así es la manera de proceder.
Traducción de Claudia Amengual
Más recursos:
John Swinton, From Bedlam to Shalom: Towards a Practical Theology of Human Nature, Interpersonal Relationships and Mental Health Care (Frankfurt: Peter Lang Publishing, 2000).
———, Resurrecting the Person: Friendship and the Care of People with Mental Health Problems (Nashville: Abingdon Press, 2000).
———, Spirituality and Mental Health: Rediscovering a “Forgotten” Dimension (London: Jessica Kingsley Publishers, 2001).
———, Finding Jesus in the Storm: The Spiritual Lives of Christians with Mental Health Challenges (Grand Rapids, MI: Wm. B. Eerdmans, 2020).