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CajaEl camino de la paz en tiempos de terror
Un pastor anabautista reflexiona sobre la respuesta cristiana a los ataques de Hamás en Israel.
por Heinrich Arnold
viernes, 20 de octubre de 2023
El viernes 6 de octubre fue un día festivo en Israel, miles de personas acudieron a sus sinagogas para celebrar el final de Sucot y el inicio de Simjat Torá, un período para “alegrarse con la Torá”. Cuando amaneció al día siguiente —que era día feriado— se desencadenó un mal inconcebible. Miles de misiles explotaron en pueblos cerca de Gaza, así como en ciudades más lejanas como Tel Aviv y Jerusalén. Militares atravesaron una de las fronteras más vigiladas en el mundo, para masacrar a familias enteras, mientras todavía dormían, violaron mujeres y capturaron a unos 150 rehenes.
Todos han escuchado de las atrocidades horrorosas que Hamás cometió en Israel. Frente a ese terror, ¿cómo deberíamos responder los cristianos?
El Nuevo Testamento nos llama a llorar con aquellos que lloran (Ro 12:14). Por eso, lloremos con el pueblo de Israel, en especial, con aquellos que sufrieron y sobrevivieron a los ataques de Hamás. Además, deberíamos llorar con los civiles gazatíes, que ahora están sufriendo como daño colateral por la respuesta militar a estos ataques.
Necesitamos orar por la paz. Aunque esto parezca un cliché nada más, si creemos en el poder de Dios para intervenir en la historia, la oración sigue siendo vital y vigente.
Además de llorar y orar, ¿qué debemos hacer?
Varios líderes mundiales, de muchos países, claman por una respuesta aplastante. Esto es entendible, dada la profundidad del enojo, temor y pánico que sienten los israelíes, que han sido atacados de manera tan terrible, por una organización que ha jurado erradicar su país entero. El deseo de responder con rapidez y severidad es propio de la reacción humana al mal.
Así como muchas personas, he viajado a Israel y Cisjordania varias veces (una de ellas fue el año pasado), y tengo amigos en los dos lados de este conflicto antiguo. Muchos de ellos han pasado años trabajando por la paz y el diálogo entre las comunidades, para que superen el odio tan arraigado que tienen entre sí. Al conversar con mis amigos en estos días, me han contado de su dolor increíble. Están viviendo elevados niveles de enojo, y terror por lo que viene, que me es imposible imaginar.
Este terror se acerca a mi iglesia comunidad, el Bruderhof, cuando pienso en las masacres perpetradas en los kibutz Kfar Aza y Be’eri, donde los militantes mataron miles de personas, incluidos bebés y niños pequeños. Los lazos de amistad entre los kibutz y el Bruderhof —dos movimientos comunitarios— tienen noventa años de antigüedad. Aunque el Bruderhof es cristiano y los kibutz son judíos, ambos estamos comprometidos con el camino comunitario y tenemos raíces comunes. Nuestros corazones están con ellos y con todos los que están sufriendo la agonía de estos días.
Por mi parte, simplemente como pastor, no puedo aconsejar a los gobiernos involucrados sobre qué deberían hacer, tampoco tengo sugerencias para las potencias mundiales. Los gobernantes, de todos modos, seguirán el camino que les parezca mejor. Espero que tomen sus decisiones pensando en el bienestar y la protección de todas las personas afectadas, especialmente, de aquellas más vulnerables.
Aunque no sé lo que deberían hacer los gobiernos, sí sé lo que debemos hacer nosotros, los seguidores de Jesús.
Lo único que pueden hacer los cristianos, con certeza absoluta, es predicar el evangelio de la paz que trajo Cristo. Somos llamados a orar por la paz, por todas las víctimas de la violencia, a rehusarnos a apoyar cualquier tipo de violencia y a trabajar por la paz. Como miembros de su Iglesia aquí en la tierra, somos llamados a ser una embajada del reino pacífico venidero en el mundo actual.
Jesús dijo: “Dichosos los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios” (Mt 5:9). También enseñó: “Ustedes han oído que se dijo: ‘Ama a tu prójimo y odia a tu enemigo’. Pero yo digo: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen,para que sean hijos de su Padre que está en los cielos” (Mt 5:43-45).
Hay que condenar todo tipo de guerra; no podemos aplaudir la violencia, por justificada que pueda parecer.
Los cristianos debemos protestar por los ataques bárbaros contra Israel, en los que han matado civiles a sangre fría, han ejecutado violaciones y han masacrado niños, mujeres y ancianos. Además, debemos alzar la voz contra las acciones que privan a civiles de agua y luz, y en contra del bombardeo de zonas residenciales, escuelas y hospitales. Hay que condenar todo tipo de guerra; es nuestro deber y sería pecado mantener silencio al respecto. Sin embargo, no podemos aplaudir la violencia, por justificada que pueda parecer, incluso en momentos cuando el discurso público se vuelve vindicativo y busca sangre.
¿Qué fuerza puede vencer este nivel de mal? Otra vez, es Jesús quien nos da la respuesta: solo el amor puede conquistar, de verdad, a los enemigos.
El apóstol Pablo recuerda la enseñanza de Jesús sobre la paz, al escribir en su Carta a los Romanos, 12:19-22: “No tomen venganza, queridos hermanos, dejen el castigo en las manos de Dios, porque está escrito: ‘Mía es la venganza; yo pagaré’, dice el Señor. Antes bien, ‘si tu enemigo tiene hambre, dale de comer; si tiene sed, dale de beber. Actuando así, harás que se avergüence de su conducta’.No te dejes vencer por el mal; al contrario, vence el mal con el bien”.
Nosotros los cristianos, fácilmente podemos perder de vista las enseñanzas de Jesús sobre cómo enfrentar al mal. Nos sentimos tentados a buscar respuestas que nos parecen más “realistas”. Sin embargo, nuestras respuestas pueden ser adversas; las políticas de mano dura no garantizan la seguridad (por ejemplo, la enorme falla del sistema de inteligencia israelí dejó abierta la puerta para que se ejecutaran los ataques de Hamás); de hecho, es fácil pensar en varias maneras de combatir el mal que podrían resultar contraproducentes. De todos modos, más allá de la efectividad, los cristianos creemos que el camino de la paz de Jesús es la única respuesta realista al mal.
Nosotros que profesamos seguir a Cristo debemos dar testimonio, confiando en su mandato de amar, en vez de confiar en la fuerza armada. Como cristianos, debemos aferrarnos a la promesa que llegará su reino de paz. Esa es la esperanza del mundo, el mismo futuro que promete el salmista, en Sal 46: 8-11:
Vengan y vean los portentos del Señor […]
Ha puesto fin a las guerras
en todos los confines de la tierra;
ha quebrado los arcos, ha destrozado las lanzas,
ha arrojado los carros al fuego.
“Quédense quietos, reconozcan que yo soy Dios.
¡Seré exaltado entre las naciones!
¡Seré enaltecido en la tierra!”.
El Señor de los Ejércitos está con nosotros;
nuestro refugio es el Dios de Jacob.
Este artículo se publicó en inglés el 12 de octubre de 2023. Traducción de Coretta Thomson.
Eunice Acosta
Asi es hermanos, ninguna guerra se justifica porque detras de ellas hay intereses politicos y economicos, a costa de la muerte y sufrimiento de millones de seres humanos. Gracias por esa reflexion.