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Abrir un corazón duro, entrenarlo con amor, es el servicio más liberador que cualquier persona puede hacer por otra. Estos dones no se muestran con un ultrasonido. Tampoco se mencionan en los primeros diagnósticos de la discapacidad. No se miden con los exámenes, ni se incluyen en los estudios sobre la eutanasia compasiva. En todas partes existen personas con discapacidades que viven con valentía. Muchos tienen redes de apoyo y cuidado, y muchos están devastadoramente solos. Pero, ¿están los individuos saludables que pasan frente a ellos menos solos? Quizá sea el aislamiento de la humanidad lo que engendra la clase de frialdad clínica que sugiere la eliminación del sufrimiento mediante la eliminación del que sufre. ¿Podría ser la búsqueda por eliminar el sufrimiento de los demás un intento disfrazado para distanciarnos a nosotros mismos del dolor, porque tememos que no hay manera de enfrentarlo?


Fuente: "El maestro que nunca habló"