two pink sea shells

Cuando practicamos la hospitalidad hacia los más necesitados y débiles, por proximidad también experimentamos el gran amor de Dios: hacia fuera es posible que estemos desgastándonos, pero por dentro somos renovados día a día (2 Cor 4:16). Cristo, el máximo anfitrión, sufrió mucho. Dejó su sitio de honor en tanto Hijo adorado, y asumió para sí el dolor, la humillación y la muerte en nombre de aquellos que invita como huéspedes. Jesús pone el sufrimiento de la hospitalidad al servicio del derrocamiento de la ruptura que Dios lleva adelante de forma intencional e incansable. 


Fuente: “El extraño en mi casa