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CajaLa visión de comunidad cristiana, Parte I
¿Qué es lo que entiendo por un mundo totalmente diferente?
por Stan Ehrlich
lunes, 26 de junio de 2017
En este artículo compuesto por extractos de cartas escritas a hombres y mujeres encarcelados, Stan, un comunitario con muchos años de experiencia, expone las demandas y bendiciones de vivir en una comunidad cristiana.
Déjeme dejar bien claro, que la decisión de vivir en comunidad-iglesia es un compromiso de servicio a la Causa de Dios, de su Evangelio, como testimonio de su Reino. (Y en su debido momento, un compromiso de por vida). No es una decisión tomada para ventaja propia, para beneficio de uno, sino para dar al mundo un testimonio de que gente ordinaria puede unirse por la causa de paz, de justicia, de pureza en las relaciones entre los sexos, en atención al Sermón de la Montaña —es decir, en obediencia a la voluntad de Dios, como Dios lo quiso desde hace siempre, y nosotros desde hace siempre fallamos, porque seguimos la voluntad de nuestro egoísmo en lugar de a la voluntad de Dios.
Digo todo esto respondiendo a su deseo de saber más acerca de la comunidad a la que pertenezco. Andará usted viendo ya que una decisión de vivir en comunidad cristiana no se toma por razones de circunstancias y conveniencia, sino en respuesta a una convicción de que mi fe me obliga a este discipulado. Básicamente se puede comparar nuestra vida a la de las órdenes religiosas, en que en práctica hacemos también votos de pobreza (abandonamos toda propiedad privada), obediencia y pureza sexual, lo que significa abstinencia de todo contacto entre la gente soltera, y vida sexual únicamente en el matrimonio. La membresía en la comunidad es de por vida y exige un período de prueba, de ir conociendo la vida simplemente como visitante, por un período y que se hace libremente. Esta decisión sea auténticamente libre. Debe el interesado o la familia interesada tener la posibilidad de volver a su situación anterior.
Lo importante para los dos, para usted y para mí, es comprender a fondo la diferencia que hay entre la "iglesia" y el "mundo", o entre mi voluntad y la voluntad de Dios. A veces creo que es a esta diferencia de Jesús se ha referido cuando dijo "no he venido a traer paz, sino la espada", ¡palabra tan extraordinaria! Pero el hecho es que no hay paz entre el mundo y la iglesia, son dos campos opuestos. En el mundo se odia al enemigo, ¡en la iglesia se le ama!
¿Qué es lo que entiendo por un mundo totalmente diferente, en el cual "quedan eliminadas las razones de los males que afligen al mundo"? Bueno, con «mundo totalmente diferente» entiendo un mundo que se orienta enteramente por el Evangelio, y dentro del Evangelio por el Sermón de la Montaña, o sea una sociedad humana que toma las palabras de Jesucristo a la letra. Esta sociedad es una sociedad en la cual la gente vive en paz uno con otro. Trabajan juntos, no pagan ni reciben sueldos, sino que reparten los frutos de lo que producen entre todos. De esta manera no hay ni ricos ni pobres, pero resulta que con el producto del trabajo común es posible satisfacer las necesidades de cada uno, en lo doméstico, en la educación, en la atención médica, etc.
En esta sociedad (¡que de hecho es la comunidad-iglesia!) no hay necesidad de violencia, y así que tampoco hay violencia. Pero los miembros tampoco se prestan al servicio militar, así que no hay necesidad de esta forma de violencia tampoco. Se respeta la pureza sexual tal como la exige Jesús, de manera que se evitan las innumerables tragedias que causan los abusos en el terreno de relación entre los sexos en el mundo. Y así podría seguir enumerando. Pero lo importante es que se van eliminando las causas de todos los males que arruinan el mundo.
Lo importante para los dos, para usted y para mí, es comprender a fondo la diferencia que hay entre la "iglesia" y el "mundo", o entre mi voluntad y la voluntad de Dios.
Me vas a decir que acabo de describirte el paraíso, y que tal cosa no puede ser. Bueno, tienes cierta razón. El Paraíso no es un estado de cosas establecido de una vez por todas, sino una lucha diaria de cada uno con sus propios egoísmos, concupiscencias, etc. No somos ángeles. Pero en esta lucha diaria nos ayudamos el uno al otro, y, más que nada, nos ayuda Dios. Pero sí podemos dar testimonio de que Jesús no nos pide nada que no sea posible. No somos nosotros los que hayamos inventado nada. Es su palabra, no la nuestra, que nos dice qué hacer y cómo vivir. Y el milagro está en que es posible. ¿Perfectamente? ¡No! Pero Jesús sabe que vamos a fallar una y otra vez, aun cuando, esto sí, evitamos los males más grandes y las injusticias más grandes y las violencias más grandes – pero cuando fallamos, él nos da la gracia del arrepentimiento y de la fe para volver a dedicarnos. Vivir en esta imitación y en esta obediencia es precisamente vivir en fe, pero es también la confirmación de que los mandamientos de Jesús no son exagerados y que se les puede seguir.
Bueno, ¡aquí está el asunto! Se le puede seguir, sí, pero con sacrificio, con lucha consigo mismo, fallando una y otra vez, y volviendo a levantarse, arrepentido, siguiendo fiel al llamado, y finalmente convencido de que es la merced del Cielo que lo mantiene a uno. Pero así y todo, aunque llevemos por dentro una naturaleza manchada por el pecado original, es posible vivir como la primera iglesia cristiana tan bien descrito en el libre de Hechos, en donde no había ni ricos ni pobres, ni violencia, ni abusos.