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    Carta a un joven preso

    Así como estamos hermanados en el pecado, podemos hermanarnos en el arrepentimiento.

    por Stan Ehrlich

    viernes, 27 de enero de 2017
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    • Rafael Castillo Rodriguez

      Es una carta tan bella que cuando la estas leyendo parece que ei escritor te estuviera hablando a uno , cómo se sintió el joven prisionero , saludes

    Stan, un judío sobreviviente del Holocausto, mantuvo correspondencia con docenas de personas durante sus últimos años.

    Querido hermano, no te extrañes si te tuteo, te ruego hagas lo mismo cuando me escribas a mí.

    Te agradezco tu carta del 6 de mayo, y aprecio cuan abiertamente me cuentas tu vida. Estoy contento de saber que de aquí 5 meses saldrás ya de prisión, y volverás a tu país. Entiendo también cómo te sientes, entiendo tus angustias y tus esperanzas.

    Digo que lo entiendo todo, querido hermano, porque hemos pasado por la misma, tú y yo. No he estado en prisión, es verdad, pero esto no significa que no pasado por los mismos pecados que tú. He mentido, he robado, he faltado de respeto a mis padres, en otras palabras, he desobedecido a los mandamientos de Dios, que esta es la esencia del pecado, sea grande o chico. Desobediencia es desobediencia.

    Pero así como estamos hermanados en el pecado, podemos hermanarnos en el arrepentimiento. Yo también he pasado por momentos de desesperación, pero sepas que Dios no quiere que desesperemos nunca. Nunca digas ni pienses que «ya no tienes perdón de Dios». Fíjate que Jesús perdonó al ladrón en la cruz y le dijo que este mismo día iban a estar juntos en el paraíso, por el mero hecho que el ladrón había reconocido su falta. En esta situación estamos también nosotros. Nuestro arrepentimiento es lo único que Dios espera de nosotros, y yo estoy convencido de tu arrepentimiento. Ni tú ni yo no tenemos ninguna razón para desesperar, al contrario.

    Jail cells in Alcatraz

    Tobias Kleinlercher, Celdas en Alcatraz. Wikimedia Commons

    Una cosa sí, sin embargo. Recuerdas la parábola del hombre que estaba poseído por un mal espíritu, y fue curado. Pero, una vez curado, quedó ahí no más y no hizo nada con esta salud que había recuperado. Entonces el mismo espíritu malo retornó a su antigua vivienda, acompañado por otros siete espíritus malos. Una vez arrepentido, una vez curado, tú y yo hemos sido curados para que a nuestra vez hagamos algo para la causa de Dios. Miremos alrededor de nosotros, y veremos en qué mal estado está el mundo – tanto que da miedo, ¿verdad? Pues, tu y yo no podremos cambiarlo, pero sí podremos hacer algo nada más que obedeciendo a Dios y amando a nuestro prójimo. No es tan fácil como suena, pero Dios nunca nos pide nada que no podemos hacer. Podemos hacerlo, faltaremos alguna y otra vez, lo sentiremos, y volveremos a la tarea.

    Tú me dices que has sido bautizado, y me alegro que así sea, porque esto me hace pensar que ya sabes todo lo que te estoy diciendo. Yo también lo sé, pero el saber sólo no nos basta ni a ti ni a mí. Es el actuar lo que cuenta. Y el actuar no es tan duro como parece. Pero cuando nos parece duro, cuando ya quisiéramos desesperar, acordémonos de Jesucristo, y en este momento nos dará la fuerza y la voluntad que nos hacen falta.

    Tú tienes 23 años de edad, que es una edad maravillosa. (¡Yo tengo 81!) Cuando tenía 23 años yo estaba metido en tantas cosas estúpidas, que hoy todavía me da vergüenza. Pero en algún momento Dios me hizo la merced de conocerlo, y débil y sonso que soy, pude cambiar de vida. Ambos podemos hacer la misma cosa: dejar de confiar en nosotros mismos, nuestra pretendida astucia y todo esto, y sencillamente confiar en Dios, que al fin y al cabo sabe más y es más poderoso que nosotros, ¿verdad?

    Yo creo que tú estás en vía de comprender esto. Tú tienes todas las razones del mundo para confiar en Dios y en tu propio porvenir quedando a su lado – que en realidad es él que queda al lado nuestro, mientras le hacemos caso.

    Querido hermano, tanto para hoy. Me gustaría que quedemos en contacto, y si esta carta te causa alguna pregunta o duda, escríbeme abiertamente. Mientras tanto te deseo que te vaya bien, que juntes ánimo, y que confíes en Dios, que nos ama a todos nosotros, por más que le hayamos fallado, cosa que él bien sabe.

    Contribuido por StanEhrlich Stan Ehrlich

    Stan Ehrlich, un judío alemán-belga y sobreviviente del Holocausto, se convirtió a la fe cristiana a la edad de 34. Luego compartió sus pensamientos con un amplio círculo de amigos y parientes con quienes mantenía una correspondencia extensa.

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