Subtotal: $
CajaYo reprendo y disciplino a todos los que amo.
El Señor disciplina a los que ama. Por tanto, cuando tenemos que sufrir es un error pensar que Dios ya no nos ama. Esa manera de pensar traiciona los caprichos de nuestros corazones y nuestro amor propio. Qué pasa si un niño que es castigado le dice a su madre: «¡Ahora veo que me odias y ya no me aguantas!». ¡Que tontería!
Cuando las cosas salen mal, por ejemplo si te enfermas, o si tus oraciones no tienen una respuesta inmediata, no pienses que Dios te ha rechazado. Semejante pensamiento proviene del maligno. Si te sucede una dificultad es precisamente porque significas algo para el Salvador. Él te ama.
Por esta razón no debemos atormentarnos con toda clase de acusaciones. Por cierto, podemos torturarnos de manera totalmente insana y exagerada en cuanto a la culpa y el pecado. No todas las aflicciones son un castigo por el pecado. Al igual que Pablo, quizá tengamos un aguijón en la carne para que no nos volvamos presuntuosos. Reconocer tu propia pequeñez también es una señal de que el Salvador te ama. Al igual que Job, quizá todavía tengas que demostrar tu firmeza en la fe. Pero esto, también, es una señal del amor del Salvador, que te considera digno; por medio de ti quiere mostrarle al maligno que todavía hay personas pacientes y fieles aquí en la tierra, aunque tengan que padecer una gran cantidad de sufrimiento.
Por tanto, sin importar lo que tengas que sufrir, nunca dudes del amor de Dios. Y recuerda: Dios no desprecia al corazón quebrantado y arrepentido (Salmo 51:17).
Artículo extraído de El Dios que sana.