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CajaLa otra mejilla
¿El pobre debe aguantar y que debe dejarse quitar las cosas?
por Ernesto Cardenal
jueves, 08 de septiembre de 2016
El lugar es Solentiname, un archipiélago en el Lago Nicaragua; la ocasión, un servicio dominical campesino a mediados de los años 70. Padre Cardenal no cree en sermones, más bien, dirige a su congregación en diálogos interpretativos como este, que se basa en Lucas 6:27-29:
Pero a ustedes que me escuchan les digo: Amen a sus enemigos, hagan bien a los que les odian, bendigan a los que les maldicen, oren por los que les insultan.
Hay un silencio prolongado. Nadie habla. Tan sólo oímos la bulla de algunos niños jugando en la iglesia, y afuera el rumor del lago. Pregunto si alguien tiene algo que comentar. Todos siguen callados.
Que decís vos, Laureano? ¿No tenés ganas de hablar?
Él sonríe y dice: No, no tengo ganas de hablar; esa babosada está muy oscura. Arrecho es eso.
Olivia: Eso es una cosa muy difícil, pero lo tenemos que hacer, porque el evangelio nos exige que lo hagamos. Las palabras están muy claras.
Pregunto yo si creen que eso se practica mucho aquí en Solentiname. Y unos contestan que sí y otros que no. La Andrea, Ia esposa de Óscar, dice: ¡Qué va! Al mal contestamos con mal. Cuando nos insultan, insultamos.
Otro dice: Yo creo que sí se practica bastante en este grupo.
Laureano: La verdad es que no solemos insultarnos.
Rebeca: Yo entiendo que Dios quiere que nos amemos todos, que no haiga enemigos, porque él ha venido a darnos amor aquí a Ia tierra, no ha venido a darnos odio. Entonces lo que él quiere es que nos amemos todos y que no tengamos enemigos. Que todos nos tratemos con amor, porque así lo ordenó y así está escrito.
Digo yo: La Rebeca nos ha dicho una cosa muy clarita: el reino de Dios es el amor, y por lo tanto no podemos tener odios en ese reino. Y por eso se nos manda que amemos a nuestros enemigos. ¿Suficientemente claro?
William: ¿Aun a los enemigos de clase?
Digo yo: En Ia lucha de clases nosotros luchamos por acabar con Ia división de clases. Mientras estemos divididos en clases, con intereses opuestos, tenemos que tener enemigos de clase. Pero si luchamos para unirnos con ellos y formar todos juntos una humanidad unida en una sociedad sin clases, entonces estamos luchando por amor y no por odio. Los marxistas algunas veces hablan de odio. Y el Che tiene una frase o dos en que habla que el revolucionario debe odiar. Pero yo creo que eso es más bien una manera de hablar, un poco como lo que dice Jesucristo: «El que no odia a su padre ya su madre no es digno de mí». Los cristianos siempre hemos dicho que «Hay que odiar al pecado yamar al pecador», y yo tengo Ia impresión de que el Che nunca luchó por odio a otros hombres sino por odio a la injusticia. Me gustó mucho una frase que le oí en Chile a un sacerdote marxista, el padre Arroyo, en una ocasión en que tuvimos una pequeña eucaristía en su casa. Un sacerdote defendió allí el odio revolucionario, yél le dijo: «Solo el amor es revolucionario, el odio es siempre reaccionario».
Olivia: Y a mí me parece muy bien dicho lo de la Rebeca: Dios es amor y ha venido a darnos amor, y nosotros debemos tener amor y darnos amor. Pero cl amor no se expresa repitiendo esa palabrita «el amor», el amor se expresa sencillamente amándonos. Si una persona no lo quiere a uno, y uno una vez le sirve en algo, puede acabar con esa enemistad. El amor destruye el odio. Este mandamiento yo creo que es para Ia unidad.
Felipe: Y así en Ia comunidad no habría enemigos. Esta es también una enseñanza práctica, pues, para Ia comunidad.
Manuel: Pero tenemos enemigos de clase. ¿Y cómo vamos a hacer para luchar contra el enemigo, si lo tenemos que amar? ¿Cómo vamos a defendernos?
Marcelino, pausadamente: Si odiamos, ya no estamos luchando contra el enemigo... sino que somos el enemigo, porque somos malos... Dice que amemos al enemigo, pero no dice que no lo combatiremos... La cuestión es cómo lo vamos a combatir. Si ellos odian, el arma contra ellos es el amor. La diferencia que hay entre nosotros ylos enemigos es que nosotros los combatimos sin querer oprimirlos, solo para liberar. Ellos sí nos odian. Pero ya no somos lo contrario de ellos si respondemos con odio al odio... Yo digo que es con el amor que nos podemos defender.
Si alguien te pega en una mejilla, ofrécele también Ia otra mejilla. Y si alguien te quita el saco, déjale que se lleve también Ia camisa.
Julio Ramón, incrédulo: ¿Esto quiere decir que el pobre debe aguantar yque debe dejarse quitar las cosas?
Laureano, que solo hace comentarios para hablar de Ia revolución: Esto me parece que se aplica a los ricos: que se dejen quitar las casas. Habla de saco ¿verdad? Y los pobres siempre andan en camisa (risas). Así que cuando venga Ia revolución yse les quiten las haciendas, las fábricas, las casas que les sobran, que no pongan resistencia. Y si a uno le quitan una propiedad, que entregue la otra propiedad.
Felipe: Que den de buena voluntad yhasta más de lo que se les pide. Esto es para los que tienen. ¿Los pobres qué pueden dar, si nada tienen? Es que el cristiano debe estar desprendido de todo, desapegado, y no querer defender Ia propiedad con Ia fuerza.
Manuel: ¿Entonces lo de Ia otra mejilla es solo para los ricos, y el pobre no debe poner nunca Ia otra mejilla?
Yo digo: Este es un precepto también para los pobres, y es muy revolucionario. Quiere decir que debemos pasar por encima de nuestra propia persona, deponer todo orgullo personal y todo individualismo, no luchar por nuestros propios intereses sino solo por los de los demás. Y eso no quiere decir no luchar, sino no luchar por uno mismo sino por los demás. Y Cristo dice que uno ponga Ia otra mejilla, pero la otra mejilla de uno, no Ia de los otros. El cristiano que no lucha por Ia revolución no está poniendo ninguna de sus dos mejillas, sino que está poniendo las mejillas de los niños desnutridos, de los enfermos sin ser curados, de las viudas abandonadas, de los trabajadores robados de su trabajo.
William: Y yo creo que en Ia lucha revolucionaria, el poner la otra mejilla, Ia propia de uno, es también un arma muy eficaz de lucha. Se siente más jodido el que pega que el que recibe el golpe…
Donald: Es claro que el ejemplo más grande de eso lo dio el mismo Jesucristo que no quiso que sus discípulos usaran armas para salvarlo y que murió orando por sus enemigos.
Alejandro: Una aclaración: una cosa distinta es dejarse pegar por debilidad o porque uno es pendejo. Uno lo hace porque es valiente. Y algunas veces uno a lo mejor ni presentara Ia otra mejilla sino que tomara otra actitud. Cuando a Jesús le pegaron en Ia casa de Caifás, hizo un reclamo al que le pegaba, razonó con él. Tal vez así quiso darnos a entender que quería decir lo de «poner Ia otra mejilla».
Digo yo: Estas palabras de Cristo se pueden entender reaccionariamente (y así se han entendido muchas veces) o revolucionariamente, como las estamos entendiendo ahora. Y yo creo que Ia única manera correcta de entenderlas es revolucionariamente.
Toñito (un estudiante que se va a hacer jesuita): Pero también hay que recordar lo que se dice al principio: «Pero a ustedes que me escuchan les digo…». Está hablando a los pobres. Es que deben amarse entre ellos. Si a uno otro le quita algo, tal vez lo está necesitando más que uno, entonces no reclamárselo.
Ramón: ¿Entonces se está defendiendo Ia injusticia? ¿EI que le quiten a uno lo que tal vez le hace falta? Porque el pobre debe defender lo poquito que tiene porque ni aun eso le es suficiente. ¿Los ricos le pueden quitar entonces a los pobres?
Rebeca: Jesús está hablando dentro de Ia justicia. Todo es justicia allí, porque el evangelio es sin injusticia. Todo tendrá que ser con justicia, sin explotación de nadie. Tenemos que darnos unos a otros pero todo dentro de Ia justicia, y que no haiga ninguna explotación ni ningún egoísmo entre nosotros. Así me parece a mí.
¿No es pues que nos tengamos que dejar de los ricos, verdad?, dice otro.
Olivia: ¿Que decís vos, Adancito?
Adancito, con su voz suave: Si todos debemos darnos las cosas unos a otros, cuantimás los ricos deben entregar lo que no es de ellos, y con cuánta más razón hay que impedir que los ricos les quiten a los pobres.
Gloria, hija de Olivia, joven y bonita: A pues no queda de otra que luchar para que todos vivamos iguales, y que nadie nos explore y nadie nos oprima, nadie viva rico y nadie viva pobre.
Este artículo está extraído del libro El Evangelio en Solentiname.