En estos días de la semana Santa y la Pascuano basta con decir "¡Cristo ha resucitado!", sin antes haber recibido algo del cielo que nos permita decir que también hemos resucitado. Nos debería dar vergüenza proclamar una y otra vez los horribles acontecimientos de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, cuando en nuestras vidas no existe ningún cambio positivo.

Con el paso de los siglos se ha hecho una tradición hablar de la muerte y resurrección de Cristo, sin llegar realmente a aturdirnos. Escuchamos sobre la muerte de Cristo en la cruz y nos sentimos como aburridos, como escuchando alguna noticia —de hecho, algunas noticias despiertan más nuestro interés—, esto sucede porque fuerzas enemigas han logrado vencer; si deseamos desplazarlas, debemos pedir ayuda a Dios para comprender el misterio de la muerte y resurrección de Cristo; y luchar por ello. 

Para quienes estamos esperando a Cristo, su futuro no es un simple evento que vendrá, algo en la lejanía intangible. No, el futuro de Cristo es hoy; él nos llena de entusiasmo, alegría y gratitud, y nos ayuda a soportarlo todo con gusto, aunque no sea fácil. La finalidad es liberarnos de una vida sujeta a la muerte, y así, los poderes de la resurrección desplazarán al enemigo, Cristo será realmente el Resucitado y una nueva vida llegará. Una vida diferente a lo que hemos estado construyendo: tratando de ser más que los demás, creyendo tener nueva vida, porque ahora caminamos con más decencia, vestimos algo más aceptable o porque ahora robamos menos ¡Que tonterías!

Jesús vino como enviado de Dios para triunfar sobre la muerte.

En definitiva, no se trata de mejorar. Una nueva vida significa ver dentro de uno mismo la fuerza de la vida, algo que puede crecer y resucitarnos: algo bendito del cielo; algo de Dios. Una nueva vida significa ya no ver más los deseos pecaminosos que nos perturban y controlan, sino ver en nosotros algo de la resurrección y vida de Cristo, que conduce a la plenitud por medio del Espíritu Santo.

Jesús vino como enviado de Dios para triunfar sobre la muerte. Con él podemos llegar a ser hombres y mujeres completamente diferentes en lo más profundo de nuestro ser, y así, comenzar una y otra vez una vida nueva, con más profundidad, conciencia y plenitud, hasta consolidar cada vez más el fundamento de Cristo como Salvador. Porque si alcanzamos un punto de unidad con su muerte, lograremos unidad con su resurrección, y así, confluirá una nueva y extraordinaria vida. ¡Este es el milagro del Resucitado!

Si algunas personas son incapaces de creer que Cristo resucitó de entre los muertos, esto no es algo grave, porque para ellos es algo extraordinario; tan extraordinario que no es fácil declararlo. Lo que sí es lastimoso, es que las personas que declaran creer, no muestren un solo cambio positivo en sus vidas.

Cristo resucitado surge a la vida una y otra vez, porque el anhelo de Dios es renovar todas las cosas. Su voluntad es tanto en el cielo como en la tierra. De otra manera nunca podríamos conocer su realidad ni concebir que algo pueda cambiar. Quizá nos gustaría pensar que la vida de Cristo resucitado es algo espiritual que ningún humano es capaz de entender, pero no es así. El poder de Cristo resucitado es algo que está a nuestro alcance.

El poder que proviene de Dios está ahí, listo para transformar nuestra condición humana. Por lo tanto, no debemos centrar nuestra atención en la oscuridad, lo maligno y las imperfecciones de la tierra, ni debemos indagar sobre cómo este o aquel asunto se va o debe resolver. Todo esto no tiene nada que ver con nosotros los humanos. Nuestra atención debe concentrarse simplemente en pedirle a Jesucristo más y más de su resurrección, hasta sumergirnos en ella, de manera que, los extraordinarios poderes de lo alto —que están a nuestro alcance— se apoderen de nosotros en todo lo que hacemos. 


Pintura de Coretta Thomson, 2014.