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CajaUn éxodo desde China
Los miembros perseguidos de una iglesia en casa deciden escapar juntos como comunidad.
por Pan Yongguang
jueves, 14 de noviembre de 2024
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Sesenta y tres miembros de la iglesia Mayflower finalmente llegaron a Texas el Viernes Santo de 2023, tres años después de que el grupo escapara de China y solicitara asilo. Sam Hine, de la editorial Plough, entrevistó al pastor Pan Yongguang para conocer la historia de este peregrinaje.
Plough: Comencemos por el principio. ¿Cómo llegó a ser cristiano en China?
Pan Yongguang: El día que mi padre murió en un accidente automovilístico, algunos cristianos vinieron al hospital y me predicaron el evangelio. Después de ese encuentro, fui a la iglesia con ellos. Durante dos años, asistí a los estudios bíblicos; siempre hacía preguntas y debatía, pero no oraba. Un día leí las palabras de Jesús: “No son los sanos los que necesitan médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores”. Esa misma noche me reconocí pecador y oré a Dios. Me bauticé en Pascua de 2003.
¿Cómo llegó a ser el líder de una iglesia en casa, que es una actividad ilegal?
La persona que me predicó el evangelio pertenecía a una iglesia en casa. A medida que fui madurando en mi fe, me di cuenta de que la Iglesia Triautónoma (Three-Self Church) autorizada por el régimen ateo del Partido Comunista Chino no encarna el verdadero cristianismo, sino que es un instrumento de control ideológico. En China, las iglesias en casa son la verdadera iglesia que sigue las enseñanzas de la Biblia. Cuando me hice pastor sabía que, si formaba una iglesia en casa, el gobierno inevitablemente la prohibiría, pero estaba dispuesto a pagar el precio.
¿Qué situaciones de hostigamiento sufrieron usted y su comunidad en China?
La iglesia en China ha sido reprimida desde que el Partido Comunista tomó el poder en 1949. El control ideológico se flexibilizó como parte del ingreso de China a la Organización Mundial del Comercio en 2001, pero a partir de la llegada al poder de Xi Jinping, en 2013, hubo un recrudecimiento significativo de la represión. Yo vivía en Shenzhen, una ciudad próxima a Hong Kong reconocida como una de las ciudades de mayor apertura y dinamismo, pero allí también la iglesia enfrentó una fuerte represión. La policía secreta vigiló mis movimientos durante varios años, y tuve que informar sobre las actividades de la iglesia reiteradas veces. En numerosas ocasiones, la policía irrumpió en medio del culto y nos obligó a suspenderlo.
Pablo escribió: “Cristo nos libertó para que vivamos en libertad” (Gálatas 5:1). ¿Qué significó ese versículo para ustedes que estaban viviendo bajo un régimen represor?
Cristo nos liberó y nos dio la libertad. No estamos sujetos al pecado, de modo que tenemos más fortaleza para resistir y perseverar en nuestra fe ante una situación de represión. Para nosotros, igual que lo fue para los esclavos cristianos en el imperio Romano o los negros esclavos antes de la guerra de Secesión, esta libertad espiritual es muy preciada, pero mucho mejor es también poder vivir libres del poder de un estado represor.
¿Por qué decidieron que era hora de irse de China?
Hacía unos años que queríamos irnos, escapar, debido a una presión cada vez mayor de parte de las autoridades. Pensábamos que cuando Xi Jinping terminara su mandato, podríamos volver; nunca pensamos que no volveríamos, mucho menos que la comunidad emigraría a los Estados Unidos. A fines de 2019 y principio de 2020, viajamos en pequeños grupos a la isla Jeju, en Corea del Sur, un destino turístico para ciudadanos chinos, y allí solicitamos asilo.
¿Hubo miembros que decidieron permanecer en China?
Respetamos plenamente la libre decisión de cada miembro, y alrededor de la tercera parte de la comunidad se quedó en China. La situación de cada familia es diferente, y hay numerosas razones para decidir quedarse en China. Seguimos en contacto con los miembros que no viajaron, pero, por razones de seguridad, no nos comunicamos con frecuencia; están enfrentando una persecución más severa a causa de nuestra partida.
Pasaron más de tres años antes de que finalmente se asilaran en Estados Unidos. Mirando hacia atrás, ¿cuáles fueron algunos de los momentos más memorables del viaje?
Después de un largo período sin trabajar, en el invierno de 2020, un pastor coreano nos consiguió trabajo como jornaleros cosechando rábanos blancos. Como éramos profesionales, ninguno de nosotros había trabajado en el campo ni realizado trabajos de fuerza física. La primera mañana, me preocupó enviar a mi hijo de trece años al campo a las 5 a.m., pero él me tranquilizó diciéndome que ya era tan alto como yo. Esa tarde regresó cansado y feliz; no solo había cobrado su jornal, sino que había traído dos rábanos. Dos hermanas de la congregación, cansadas por el duro trabajo y añorando la vida que tenían en China, cantaron el Salmo 137: “Junto a los ríos de Babilonia nos sentábamos y llorábamos al acordarnos de Sión.”
En la primavera de 2021, los cerezos estaban en flor en la isla Jeju. Una joven de la iglesia vino corriendo, sonriente, y me dijo: “Pastor, ¡mire qué linda ropa conseguí! La recogí ayer del cubo de la basura”. Viendo su rostro sonriente, no pude menos que apartarme y llorar.
¿Cuáles fueron los momentos más difíciles?
El momento más difícil fue cuando decidimos irnos de Corea del Sur a Tailandia. Todo era incierto, y no sabíamos cuál sería nuestro futuro. Fue entonces que todos firmamos el Nuevo Pacto Mayflower siguiendo el modelo del que redactaron los peregrinos a bordo del Mayflower antes de desembarcar en el Nuevo Mundo. El párrafo final de nuestro pacto dice así: “Juramos solemnemente ante Dios permanecer unidos, sostenernos unos a otros y jamás abandonar a ningún miembro al conformar esta sagrada comunidad. Para poder alcanzar los objetivos de este pacto, prometemos completo apego y obediencia a la Palabra de Dios. Confiando en la gracia de Dios, humildemente pedimos su bendición”.
En el invierno de 2022, seguíamos varados en Tailandia. Hacía mucho calor, pero yo sentía frío en mi corazón. Estábamos en una situación mucho más riesgosa que en Corea del Sur; había espías comunistas que nos seguían y amenazaban. Por la seguridad del grupo, quienes nos apoyaban desde Estados Unidos sugirieron que mi familia y yo nos escondiéramos en otro lugar y que no tuviera contacto con la congregación. Una tarde, mi esposa y yo salimos a caminar y no regresamos a la hora acordada. Al volver, encontramos a mi hijo y mi hija llorando y orando; pensaron que nos habían arrestado.
Finalmente, toda la congregación fue arrestada, y luego, a último momento, les concedieron asilo en los Estados Unidos gracias a la intervención política de algunos cristianos estadounidenses. ¿Cómo fue el día de la liberación?
No podía creer que fuera cierto. Estábamos convencidos de que las autoridades tailandesas nos deportarían a China, como habían hecho con tantos otros. Las mujeres y los niños, que habían estado separados del resto, pensaron que era un nuevo engaño y no se atrevieron a salir de la prisión hasta que vieron a los hombres afuera del portón de la cárcel. El cónsul de los Estados Unidos en persona vino a buscarnos: “Ahora los llevaré al aeropuerto y tomarán un vuelo rumbo a Estados Unidos. Los pasajes están pagos”. Nos abrazamos y lloramos en la puerta de la cárcel, y guíe a la comunidad en el canto del Salmo 126. Cantamos con la voz entrecortada por la emoción; los guardias lloraban y grababan videos con sus celulares, y el cónsul lloraba y se persignaba. Luego el cónsul nos entregó las visas; al recibir la mía, recordé la película La lista de Schindler y le agradecí al gobierno de los Estados Unidos por incluir a todos los integrantes de la iglesia Mayflower en su lista. Ya a bordo del avión que nos llevaría a Estados Unidos, seguía sin poder convencerme de que lo que estaba viviendo era real.
La historia de su grupo es excepcional en el sentido de que huyeron todos juntos como comunidad. ¿En qué medida eso les complicó o facilitó las cosas?
Huir juntos, en comunidad, facilitó las cosas porque las personas unidas por lazos de amor y confianza se cuidan y ayudan mutuamente. Durante nuestra travesía, nunca nos sentimos abandonados y siempre nos animamos unos a otros.
Pero, a la vez, fue un proceso más difícil, especialmente, porque más de la mitad del grupo eran menores. Ocultarnos era complicado, y nos convertíamos en blanco fácil de las operaciones de vigilancia del Partido Comunista. Con respecto a recursos económicos, necesariamente dependíamos de la ayuda de otras personas. Ocho bebés nacieron durante el tiempo que duró nuestra huida, de modo que llegamos a ser sesenta y tres personas. Al no contar con seguro médico, el cuidado de los recién nacidos fue motivo de especial preocupación.
¿Rememoraron el relato bíblico del éxodo durante su peregrinaje?
Prediqué sobre el libro de Éxodo durante un año y medio antes de salir de China, y los niños vieron varias veces El príncipe de Egipto. Creo que lo central en estos relatos es que el llamado de Dios es el factor decisivo.
Sé que algunas personas se refirieron a nuestro largo viaje como un éxodo moderno. Es un milagro que todos lográramos ingresar a los Estados Unidos al cabo de varios años. Durante ese tiempo, la valentía y la confianza en Dios de cada uno de nosotros resultó indispensable. Al llegar a Estados Unidos, alguien sugirió que mi nombre inglés debía ser Moisés, pero para mí, era complicado. Me llena de orgullo, pero soy consciente de que a menudo me quejé delante de Dios y me desanimé ante las dificultades, aunque es verdad que también Moisés lo hizo durante la huida de Egipto.
¿Qué representa la comunidad para usted después de todo lo que vivieron juntos? ¿Permanecerán unidos ahora que viven en una sociedad muy individualista?
Conozco a estas familias desde hace más de diez años; más de veinte, en algunos casos. He visto crecer a todos estos niños y ahora soy el director de la escuela y les doy clase casi todos los días. Existe una relación de profundo entendimiento, confianza y amor entre todos nosotros, y sería doloroso separarnos.
Le he dicho a la congregación: “Soy pastor de todos ustedes, no de otros grupos; siento que no valgo sin ustedes”. Y los miembros de la congregación me han dicho: “Donde está la iglesia, allí está nuestro hogar”. Somos una comunidad muy unida, y nadie desea separarse. Seguramente, enfrentaremos tentaciones en una sociedad tan individualista como la de Estados Unidos, pero hasta ahora seguimos muy unidos. Los peregrinos que llegaron en el Mayflower hace cuatrocientos años vivieron en comunidad durante veinticuatro años antes de separarse. No sé con certeza cuánto tiempo seguiremos juntos, pero mi trabajo apunta hacia ese objetivo, porque Jesús quiere que sus santos permanezcan unidos.
¿Qué desafíos u obstáculos enfrenta la comunidad en el presente?
Nuestro mayor desafío es descubrir cómo predicar el evangelio y dar testimonio de Jesús nuestro Señor en un contexto completamente nuevo, y el no saber inglés es el mayor obstáculo.
¿De qué manera podrían apoyarlos otros hermanos cristianos en este nuevo comienzo?
Nuestra visión es formar una Comunidad Mayflower aquí en Midland, Texas, donde nos hemos establecido, con una escuela cristiana donde los niños aprendan sobre la Biblia y los dos idiomas, chino e inglés. Esta comunidad sería un lugar de refugio para otros ciudadanos chinos perseguidos a causa de su fe. Este proyecto está aún en gestación, y necesitamos el apoyo de hermanos cristianos que oren por nosotros, nos visiten, nos alienten y nos ayuden en la construcción de nuestra comunidad.
Para más información sobre la iglesia Mayflower, visite chinaaid.org/mayflower. Las respuestas de la entrevista fueron traducidas desde chino a inglés para crear el artículo original. Versión en español de Nora Redaelli.