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William Tyndale
Conoce al hombre que tradujo la Biblia al inglés y se convirtió en mártir.
por Charles E. Moore y Timothy J. Keiderling
jueves, 27 de marzo de 2025
Otros idiomas: English
William Tyndale nació en una familia privilegiada en el oeste de Gloucestershire, cerca de la frontera galesa de Inglaterra. Poco se sabe de su infancia, comenzó sus estudios en la Universidad de Oxford en 1506 y se graduó en 1512, luego se convirtió en un subdiácono y decidió seguir estudios teológicos superiores.
En 1515, William recibió una Maestría en Artes de Oxford, después de esto pasó cuatro años en la Universidad de Cambridge. Las ideas luteranas inundaban los pasillos de Cambridge en ese momento y es probable que aquí fue donde William desarrolló su pasión por la reforma. Pero, mientras proseguía con sus estudios él lamentaba que las materias oficiales, de la universidad, no incluyeran el estudio sistemático de las Escrituras. Él dijo con respecto a sus maestros: “Estos han decidido que ningún hombre mirará las Escrituras hasta no haber sido primero amamantado con el aprendizaje pagano durante ocho o nueve años y así armar sus propios principios falsos, lo cuales evitaran el entendimiento de las Escrituras”.
William entonces abandonó la academia para unirse a la casa de Sir John Walsh en Little Sodbury Manor, al norte de Bath. Entre los años 1521 y 1523, Tyndale se desempeñó como capellán de la casa de Walsh y como tutor de los hijos de la familia. De vez en cuando abades, diáconos y otros clérigos visitaban Little Sodbury para cenar en la casa del Sir. William se unía con entusiasmo a ellos en las conversaciones sobre los acontecimientos de entonces, en particular sobre el trabajo de Martin Lutero y Desiderius Erasmo en el continente europeo.
William aprovechaba estas conversaciones para probar el conocimiento de las Escrituras de estos líderes espirituales, conocimiento que le sorprendía y a la vez le perturbaba. A menudo no estaba de acuerdo con estos supuestos intelectuales de la iglesia. Cada vez que esto sucedía que discutían, él inmediatamente abría la Biblia para explicar su posición y refutar los errores de los clérigos. Rara vez estos clérigos podían mantenerse al mismo ritmo que William y mucho menos lidiar con él en sus exposiciones de la Biblia.

Autor desconocido, William Tyndale. Fotografía de Historic Collection / Alamy Stock Photo.
Durante una de estas conversaciones, un miembro del clero, frustrado al ver la confianza de William en las Escrituras dijo: “Es mejor estar sin las leyes de Dios que sin las leyes del papa”.
“Desafío al papa y a todas sus leyes” respondió William a esta declaración, “y si Dios perdona mi vida, ¡antes de que pasen muchos años, ayudaré al niño que maneja el arado a conocer más de las Escrituras, a conocer incluso más que tú!”.
Estimulado por su insatisfacción a causa de la falta de interés del clero por las Escrituras y su creciente desaprobación a sus enseñanzas, William abandonó la casa de Walsh en 1523. Antes de irse le dijo a John Walsh: “Señor, veo que no me será permitido quedarme mucho tiempo en este país y usted no podrá, aunque lo desee, mantenerme fuera de las manos del clero. No se qué cosas podría usted sufrir si me mantiene en su casa, solo Dios lo sabe, y yo lo lamentaría mucho”.
Para entonces, William ya tenía una nueva misión personal: traducir la Biblia, la cual en ese momento estaba casi exclusivamente en latín, al inglés común. Él creía que la Palabra de Dios debería estar disponible para todos los ingleses, sin importar su lugar en la escala social. John Wycliffe había hecho dicha traducción muchos años antes, pero su versión fue copiada a mano y era inexacta; hizo una traducción de la Vulgata, en lugar del hebreo y del griego originales, y casi no estaba disponible para las personas. La iglesia había prohibido las traducciones no autorizadas de la Biblia desde 1408.
Por su parte William, buscando hacer las cosas abiertamente, se dirigió a Londres a fin de recibir la aprobación eclesiástica para su proyecto de traducción. Esperaba utilizar en su proyecto el Nuevo Testamento griego publicado por Erasmo, el primero de su tipo. Para esto, él tenía en mente a un hombre, este apoyaría su proyecto: el obispo Cuthbert Tunstall. Este era obispo de Londres, un clasicista reconocido, había trabajado con Erasmo en su Nuevo Testamento griego. William esperaba dejar de lado la amistad de Tunstall con Erasmo para convencerlo de que aprobara su proyecto de traducción.
Pero cuando se acercó a Tunstall, éste se negó, alegando que no tenía espacio en su casa para recibir a William. Sorprendido por la excusa, pero sin inmutarse, William predicó y estudió durante un tiempo en Londres, apoyado por un comerciante de telas llamado Humphrey Monmouth. No pasó mucho tiempo antes de William se diera cuenta de que “no solo no había lugar en el palacio de mi señor en Londres para traducir el Nuevo Testamento, sino que no había lugar para hacerlo en toda Inglaterra”.
En 1524, William partió para Alemania para nunca volver a Inglaterra. Fue muy influenciado por Martín Lutero, quien pudo hacer el trabajo de traducción bíblica en alemán para su país. William esperaba tener el mismo éxito en su proyecto de proveer de las Escrituras a las personas de habla inglesa y para el año siguiente, ya estaba trabajando en Hamburgo en su traducción del Nuevo Testamento.
Tyndale trabajó directamente desde el hebreo y el griego originales, comparando su trabajo con la Vulgata y la reciente traducción al alemán de Lutero. La traducción de William, por supuesto, fue explícitamente ilegal, iba contra el decreto de la iglesia. Apenas unos años antes, en 1519, seis hombres y una mujer habían muerto quemados en Inglaterra solo por enseñar a sus hijos la Oración del Señor y algunos otros textos bíblicos en inglés en lugar de hacerlo en latín.
La facilidad y precisión de William con los idiomas originales eran excelentes, considerando la dificultad que había para aprender el hebreo y el griego bíblicos en el momento de la Reforma. Muy pocos estudiosos podían dominar los idiomas y William había usado métodos de estudio inusuales para poder dominarlos. Con excepción de algunas conferencias públicas ocasionales, aprendió el griego de forma autodidacta. Su hebreo, como el de algunos otros cristianos eruditos de la Reforma, provenía de rabinos judíos a quienes estudió en Alemania. El estilo de su traducción era simple y hermoso, palabras adecuadas para la gente común. Su fraseo tuvo una tremenda influencia en las traducciones y la literatura inglesas desde entonces.
En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella.
En Colonia encontró una imprenta que pertenecía a Peter Quentell quien reproduciría su trabajo. Esta sería la primera traducción en inglés de las Escrituras, impresa en forma mecánica. Pero Colonia era un lugar peligroso para cualquiera con tendencias luteranas. Cuando uno de los asistentes de William, después de haber bebido demasiado, dejó escapar el contenido de su trabajo, Johann Dobneck, un firme oponente de la Reforma, atacó la imprenta de Quentell. Afortunadamente, William fue advertido y escapó con las páginas ya impresas.
Después de este suceso, William aprendió de su error y buscó su próxima imprenta en Worms, una ciudad en proceso de adopción del luteranismo. A medida que las copias de su traducción del Nuevo Testamento comenzaron a desaparecer de la imprenta, fueron introducidas de contrabando en Inglaterra y Escocia. Se imprimieron seis mil copias, pero solo dos sobrevivieron. Los otros cayeron en manos de los obispos que denunciaron el trabajo de William. Entre ellos se encontraba el obispo Cuthbert Tunstall, a quien William había pedido su aprobación unos años atrás.
Aparentemente, había una razón más profunda, que la de una casa llena, por la que el obispo había rechazado a William. Tunstall advirtió a los vendedores de libros que no transportaran la traducción e incluso quemaron copias de ellas en la catedral de San Pablo. Más tarde un erudito notaría que este “espectáculo de quemar las Escrituras provocaba controversia incluso entre los fieles”.
“El espectáculo de quemar las Escrituras provocaba controversia incluso entre los fieles”
William Warham, arzobispo de Canterbury, siguió el ejemplo de Tunstall y anunció que estaba interesado en comprar cualquier copia de la traducción de William Tyndale que estuviera disponible. Un amigo del traductor, Agustín Packington, respondió a la llamada del arzobispo y dijo: “Mi señor, puedo hacer más acerca de este asunto que la mayoría de los comerciantes que están aquí, si lo desea. . . Me aseguraré que tenga todos los libros impresos y no vendidos”. Warham respondió: “¡Haz tu mejor esfuerzo, gentil maestro Packington! Consíguelos para mí, y te pagaré lo que cuesten. Quiero quemar y destruir todo”. Packington hizo exactamente lo que le dijeron, le vendió todas las copias al arzobispo. Luego, entregó puntualmente los ingresos a William, quien utilizó el dinero para mejorar su traducción e imprimir una segunda edición.
El trabajo de William Tyndale finalmente llegó a manos del rey Enrique VIII. El momento fue muy oportuno. El rey testarudo había separado recientemente a Inglaterra de la Iglesia Católica Romana y se había declarado a sí mismo como el jefe de la nueva iglesia; todo esto para poder divorciarse de Catalina de Aragón, que no le había proporcionado a Enrique un heredero varón. Después de esto inmediatamente se casó con Ana Bolena, una joven “hechizante” que lo había encantado.
Sin embargo, la mayoría en Inglaterra lamentó la separación de la Iglesia Católica Romana. Henry y sus asesores comenzaron a buscar formas de suavizar las cosas con el público y encontraron su respuesta cuando la nueva esposa del rey les mostró una copia de la edición de 1534 del Nuevo Testamento en inglés de William Tyndale y una copia de La obediencia de un hombre cristiano, un libro que enfatiza la obediencia a las autoridades gubernamentales que William había escrito para responder a los críticos que reclamaban la reforma fragmentaría la sociedad y conduciría a una rebelión contra los gobernantes establecidos.
Después de leerlo, el rey dijo: “¡Este libro es para que yo y todos los reyes lo lean!” El siempre político Henry vio en William un potencial propagandista maestro por lo cual, le extendió una invitación a regresar a Inglaterra y escribiera para la corte.

Una Biblia de Tyndale. Fotografía de Steve Bennett, Creative Commons.
No mucho tiempo después los hombres de Henry descubrieron que William era muy diferente de lo que el rey había imaginado. William no solamente no estaba dispuesto a dejar su trabajo de traducción (ahora estaba ocupado traduciendo el Antiguo Testamento), sino que previamente había argumentado en las Escrituras que el divorcio era contra la voluntad de Dios, específicamente el divorcio de Catalina y Henry. También había escrito que, para ganar poder, los papas corruptos recientes habían manipulado a los reyes ingenuos y tontos, incluido el rey Henry.
Cuando Henry fue informado de estas cosas, su admiración por William se convirtió en desdén. Los agentes del rey registraron Inglaterra y Europa con órdenes de secuestrar al traductor, pero William estaba bien escondido entre los comerciantes de Amberes. Finalmente, Henry abandonó su búsqueda, pero William se había convertido en un enemigo extremadamente peligroso, pronto otros tendrían el éxito que el rey no tuvo para encontrarlo. Henry Phillips, el hijo deshonrado de una familia adinerada, estaba desesperado por mejorar su situación económica. Después de apostar el dinero de su padre, Phillips había sido tildado de traidor y rebelde. Un dignatario inglés (probablemente el obispo John Stokesley, el sucesor de Cuthbert Tunstall y un infame oponente de la reforma) se acercó a Phillips ofreciéndole una recompensa económica si espiaba al traductor inglés. Sin dudar Phillips acepto el acuerdo.
En Amberes, William fue invitado por Thomas Poyntz a su casa, este era pariente de su anterior benefactora, Lady Walsh de Little Sodbury. Henry Phillips ganó gradualmente la confianza de los comerciantes ingleses de Amberes y eventualmente se hizo amigo de William. El traductor invitó a Phillips a la casa de Poyntz, compartió una comida con él, le mostró sus escritos y habló sobre la necesidad de una reforma en Inglaterra.
William confió en su nuevo amigo, pero Thomas Poyntz tenía dudas acerca de Henry. Compartió sus sospechas con William, pero el traductor aseguró a su anfitrión que Phillips simpatizaba con los luteranos, esto le bastó a Thomas para dejar a un lado sus dudas.
Ansioso por compensar su desconfianza inicial, Thomas llevó a Phillips a una gira por Amberes. Phillips estaba lleno de preguntas sobre los callejones, los edificios y el liderazgo de la ciudad, Thomas respondió a todas sus preguntas. No fue sino más tarde que Thomas se dio cuenta de que Phillips lo había estado buscando para descubrir si, por el precio correcto, él podría volverse también en contra de William. Convencido de que no lo haría, Phillips se fue para tomar el asunto por sus propias manos.
Sabiendo lo que probablemente le esperaba al final de su cautiverio, se dedicó a escribir un último tratado.
Después de obtener un pequeño grupo de oficiales de la corte imperial del emperador romano Carlos V en Bruselas, Phillips regresó a Amberes. Poco después de su llegada, Thomas Poyntz salió de Amberes para Barrow, a dieciocho millas de distancia, por negocios. Phillips aprovechó la oportunidad para posicionar a los oficiales para una emboscada. Convenció a William de cancelar sus planes de almuerzo y comer con él en lugar de eso. Luego, reconociendo que estaba en una posición como para aprovechar más la confianza de William, Phillips le preguntó si le prestaría dos libras, alegando que había perdido su bolso. William con mucho gusto cedió el dinero a Phillips.
Ya camino hacia el almuerzo, ellos llegaron a un estrecho callejón. William se hizo a un lado para permitirle pasar a su amigo primero, pero Phillips insistió cortésmente en que entrara antes que él. Dos oficiales entraron en el callejón desde la dirección opuesta, y Phillips, un hombre mucho más alto que William, señaló con el dedo para indicar que este era el hombre al que debían arrestar. Los oficiales ataron las manos de William y lo llevaron al castillo de Vilvoorde, a seis millas al norte de Bruselas.
Henry Phillips no ganó nada por su traición. Pasó el resto de su vida huyendo de los agentes del rey Enrique. Viajó de París a Londres e Italia, robaba la ropa de sus amigos y pedía ayuda a su familia. Finalmente, fue capturado y se le dio la opción de perder sus ojos o su vida. Nada se sabe del miserable destino de Phillips, algunos cuentan que fue “finalmente consumido por piojos”.
William Tyndale, para entonces ya encarcelado en las mazmorras de Vilvoorde, se resignó a su suerte. Thomas Poyntz y otros amigos (incluido el propio canciller del rey Henry, Thomas Cromwell) hicieron todo lo posible por ayudar a William, pero sin éxito. Los esfuerzos de Poyntz dieron como resultado su propio destierro de los Países Bajos, la pérdida de sus intereses mercantiles y la separación de su esposa y familia durante años.
Aunque sufrió frío día y noche, William no dejó que su tiempo en prisión se desperdiciara. Sabiendo lo que probablemente le esperaba al final de su cautiverio, se dedicó a escribir un último tratado llamado Justificación por la fe solamente, éste fue un resumen del evangelio. Durante el invierno, solo tenía unas pocas horas de luz para trabajar. Durante las largas noches, solo podía sentarse y esperar en silencio a que el sol brillara una vez más en su celda. La única carta escrita por la mano de William, y que sobrevive hasta el día de hoy, fue la de una petición al gobernador de la prisión, él pidió algunos artículos esenciales para su estudio, ropa más abrigada, su Biblia hebrea, su gramática hebrea y su diccionario hebreo.
Finalmente, y después de haber estado dieciocho meses en prisión, comenzó el juicio de William. A pesar de la falta de alimento que sufría, fue llevado ante los jueces y ante una multitud de espectadores. El juez que presidía silenció a la asamblea diciendo: “Este hombre ha sido arrestado y acusado de grandes herejías; se ha buscado en su recámara y se han encontrado un gran número libros prohibidos; y él mismo ha compuesto muchos tratados que contienen opiniones heréticas las cuales han circulado ampliamente”.
Sus cargos fueron leídos ante la asamblea: primero, sostiene que solo la fe justifica. En segundo lugar, sostiene que creer en el perdón de los pecados, y abrazar la misericordia ofrecida en el evangelio, es suficiente para la salvación. Tercero, afirma que las tradiciones humanas no pueden atar la conciencia, a excepción de algunas situaciones en las cuales la negligencia de la conciencia pueda causar escándalo. Cuarto, niega el libre albedrío. Quinto, niega que haya purgatorio alguno. Sexto, afirma que ni la Virgen ni a los santos rezan por nosotros. Séptimo, afirma que no debemos invocar ni la Virgen ni a los santos.
Siguieron muchos cargos similares, aunque en realidad su ofensa principal había sido traducir la Biblia. Finalmente, en agosto de 1536, fue encontrado hereje y condenado a muerte. Ante una gran multitud de clérigos, William fue obligado a dejar los hábitos. Lo llevaron vestido con sus vestiduras sacerdotales y le obligaron a arrodillarse ante sus acusadores. Sus manos fueron raspadas con un cuchillo o un pedazo de vidrio como símbolo de la eliminación de su unción con aceite. El pan y el vino de la misa fueron colocaron en sus manos y retiradas de forma inmediata. Finalmente, le quitaron sus vestimentas una a una y las reemplazaron por ropas de laico.
Tres años después, la oración de William fue contestada: la Biblia en inglés estaba finalmente en manos del arador.
Dos meses después, en octubre de 1536, llegó la fecha de su ejecución. William Tyndale fue trasladado a las afueras de la ciudad, al lugar de su ejecución: una gran columna de madera rodeada por un círculo de estacas le esperaban. Se le ordenó retractarse una última vez. Según John Foxe, quien relató la historia de William en su Libro de los Mártires en 1563, William no dijo nada durante un corto tiempo, pero luego pronunció sus últimas palabras diciendo: “Señor, abre los ojos del rey de Inglaterra”.
Con eso, el verdugo ató a William a la estaca y le colocó una cadena de hierro en el cuello. Por encima de eso, apretó a su garganta una soga de cáñamo para estrangularlo antes de quemarlo.
Después de que la maleza y los troncos se habían apilado alrededor de William, el verdugo tiró de la soga. En poco tiempo, William ya no respiraba. La pira quedó envuelta en llamas y el cuerpo de William ardió junto con la madera.
Tres años después, la oración de William de que se abrieran los ojos del rey de Inglaterra, fue contestada. En 1539, alentado por su canciller Thomas Cromwell, Enrique VIII requirió que cada iglesia en Inglaterra proporcionará a sus feligreses una copia de la Biblia en inglés compilada por Miles Coverdale, traducida en gran parte por William Tyndale. Un análisis reciente de la versión de la Biblia King James de 1611 estima que la traducción de William representa el 76 por ciento de su Antiguo Testamento y el 83 por ciento de su Nuevo Testamento. Como William había soñado una vez que sucedería, la Biblia en inglés estaba finalmente en manos del arador.
De Siendo testigos: Relatos de martirio y discipulado radical
Basado en varias fuentes, incluidos el relato en Foxe’s Book of Martyrs, por John Foxe, editado por William Byron Forbush (Grand Rapids, MI: Zondervan, 1967); El Espejo de los Mártires, por van Braght; God’s Bestseller, por Brian Moynahan (New York: St. Martin’s Press, 2002); Tyndale: The Man Who Gave God an English Voice, por David Teems (Nashville, TN: Thomas Nelson, 2012); y Christian History and Biography 16 (October 1987).