Aún para quienes se han resignado a las dificultades de la vida, esta rara vez ocurre en el punto medio entre el cielo y el infierno, sino cerca del infierno y lejos del cielo. Volverse humano es pasar por el infierno. No obstante, para embarcarnos en ese viaje y afirmar su valor, el propósito de emprenderlo debe ser cierto. ¿Me necesita alguien de veras? ¿Seré realmente utilizado? ¿Qué tal si un sinnúmero de personas, nunca son realmente utilizados o necesitados, sino meramente pertenecen a la muchedumbre anónima? La posibilidad de nunca haber nacido (ya que yo no dejaría un espacio ni estaría extrañado si no estuviera aquí) sería una amenaza peligrosamente cercana para muchos.
No hay nada romántico en la historia de la Navidad. Si algo tiene, es un trozo de un mundo brutal, en el cual un niño nace en la calle, digamos, sin derechos, ni seguridad y sin un hogar. Aquel cuyo cumpleaños celebramos en la Navidad, dijo, aun cuando era hombre: “Yo no tengo nada. Ningún lugar es mi casa. Incluso durante la noche, no tengo dónde descansar ni acostarme”.
No solo la vida en general, nosotros también contribuimos a la oscuridad del mundo, así como sombras oscuras en un paisaje negro. Despertamos en nosotros escasísima confianza. Y ahora, este hombre de Nazaret viene y nos invita a reflejar la imagen de Dios, nos demuestra cómo él dice: tú también puedes ser luz, así como Dios es luz. Porque lo que está alrededor tuyo no es el infierno, sino un mundo esperando a llenarse con fe y esperanza. Este mundo es tu hogar, tanto y seguramente como Dios, quien lo creó, es Amor. Tal vez tú no lo crees, pero tú puedes amar este mundo. Es un lugar de Dios y tiene un propósito. Su belleza no es engaño; en él puedes llevar una vida con sentido.
Cuando percibamos estas verdades, veremos el mundo con nuevos ojos. A pesar de todo lo que vemos de día en día, se revelará como un lugar donde la paz es posible. Nuestro camino por la vida cambiará: de ser un viaje sobre terreno extraño y oscuro, se pasará a uno seguro e iluminado por la luz que es Dios. Y nosotros mismos seremos dignos de vivir en la luz. Cuando abramos los ojos lo veremos y veremos el camino adelante.
Todo lo que pasa en este mundo, pasa en conexión con lo invisible: el mundo del Espíritu. Este mundo va más allá de lo que conocemos; cruza todas las barreras. Es en esta gran esfera sin límites donde está tu camino. Entiende tanto de esto como puedas (tú nunca lo comprenderás totalmente) y entonces deja que se sienta alrededor tuyo, lo que tú has entendido. Porque una vez que hayas visto la luz de Dios, la paz puede morar en tu corazón y arraigarse en tu vida. Y aun si no lo puedes explicar, la paz podrá irradiar de ti.
Algunos preguntan: ¿Cómo puedes estar seguro de llamar ‘buenos’ a esta vida y este mundo? No hay otra respuesta que la bondad que desciende de Dios, él nos ofrece un patrón para llevar nuestras vidas. Cuando ves a otros atrapados en el embrollo de su propia pobreza temor o aflicción, bájate para morar con ellos. De esta manera la imagen del Dios que también descendió puede volverse su imagen, tanto como la tuya, eso hace que este el mundo que habitamos sea un lugar más acogedor.
Jörg Zink, Türen zum Fest. Verlag am Eschbach, 2010. Usado con permiso.
Traducción de Coretta Thomson
Vitrales por Valentin Feuerstein, 1917 – 1999. Copyright 2010 Verlag am Eschbach. Usados con permiso.