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CajaEl camino hacia la gratitud
Es díficil dar gracias en tiempos inciertos y difíciles. Sin embargo, en tales momentos es aún más importante hacerlo.
por Johann Christoph Arnold
lunes, 27 de diciembre de 2021
El místico alemán Meister Eckhart dijo una vez que, si la única oración que jamás hiciéramos fuera decir “gracias”, aun así sería suficiente. Si aplicamos su consejo superficialmente, podría resultar bastante fácil seguirlo. Pero darle las gracias a Dios de todo corazón por todo lo que Él nos da, y vivir cada día en un espíritu de gratitud, es tarea para toda la vida.
¿Qué quiere decir “ser agradecido”? Escribe Henri Nouwen:
Es fácil dar gracias por las cosas buenas que nos pasan en la vida, pero ser agradecido por todo lo que nos pasa – lo bueno y lo malo, los momentos de alegría así como los momentos de tristeza, los éxitos así como los fracasos, las recompensas así como los rechazos – eso exige un duro trabajo espiritual. Sin embargo, sólo cuando podemos decir “gracias” por todo lo que nos ha traído hasta el presente, seremos personas agradecidas en verdad. Mientras sigamos dividiendo la vida entre ocasiones y personas que nos agrada recordar, por un lado, y por el otro aquellas otras que preferimos olvidar, no podemos aspirar a la plenitud de nuestro ser, que es un don de Dios por el cual le debemos las gracias No tengamos miedo de examinar todo lo que nos ha traído hasta este lugar; y confiemos en que pronto veremos la mano de un Dios bondadoso en todo ello.
Dar gracias por lo malo que nos sucede en la vida es tan importante como estar agradecido por lo bueno. Nunca estaremos en paz mientras nos achiquemos ante cada apuro o cada situación que nos asuste o nos ponga los nervios de punta. Esto no quiere decir que tengamos que aceptar callados todo lo que nos suceda. Jesús mismo dice que debemos rogar: “No nos dejes caer en la tentación”. Pero hay tantas cosas en la vida que están fuera de nuestro control, y nos atañe mirar las cosas que nos ponen a prueba como oportunidades para crecer, más bien que obstáculos.
La filósofa francesa Simone Weil escribió: “Dios derrama constantemente la plenitud de su gracia sobre cada ser del universo, pero nosotros consentimos en recibirla en mayor o menor grado no más. En los asuntos puramente espirituales, Dios accede a todos los deseos. Los que recibieron menos, han pedido menos”. Es un pensamiento fascinante.
Además, si al rezar decimos con sinceridad: “hágase tu voluntad”, recibiremos agradecidos todo lo que Dios consiente en darnos. Aun a los hijos de Israel Dios respondió a veces con la vara del castigo; no fue sólo maná lo que les llegó del cielo. En cuanto a las cosas buenas – como lo son la familia, el alimento, la casa, los amigos, el amor, el trabajo – tenemos que admitir, si somos sinceros, que a menudo las damos por sentado. Las tratamos como derechos y no como dones.
Carroll King, otro hermano de mi iglesia, señala que justo cuando las luchas o los problemas más afligen a uno es que la gratitud puede cambiar por completo nuestra actitud ante la vida:
Cierta vez cuando me encontraba sumido en una profunda depresión, se me ocurrió que si buscara aunque fuese una sola cosa por la cual estar agradecido, éste podría ser el primer paso para sobreponerme a ella. Siempre se puede encontrar algo por lo cual sentirse feliz…En mi vida, he luchado mucho por librarme del miedo, de las preocupaciones. Pero hay gran alivio cuando uno confía sus problemas a las manos de Dios, y no sólo acepta las soluciones que Él estime mejor para uno sino que, sean cuales fueren, da gracias por ellas.
Los siguientes párrafos del sacerdote jesuita Alfred Delp demuestran una actitud muy similar; fueron escritos en 1944, en la prisión donde aguardaba su ejecución por haber denunciado a Adolf Hitler.
Vistas desde fuera, las cosas nunca han sido peores. Es la primera vez que entro en el Año Nuevo sin tan siquiera un pedazo de pan a mi nombre. No tengo absolutamente nada que pueda llamar mío. El único gesto de buena voluntad de que he sido objeto fue el de los carceleros cuando consintieron en ponerme las esposas un poco más sueltas; ahora puedo sacar mi mano izquierda. Las esposas me cuelgan de la muñeca derecha, así que consigo escribir. Pero tengo que mantener un oído pegado a la puerta – ¡Dios me ampare si me agarran trabajando!
No se puede negar que me encuentro bajo la sombra misma del patíbulo. A menos que pueda refutar cada punto de las acusaciones, con toda seguridad me ahorcarán.
Sin embargo, en el altar de mi sufrimiento mucho ha sido consumido por el fuego, mucho ha sido fundido y se ha vuelto maleable. Es una de las bendiciones de Dios, y una de las señas de su gracia vertida en mi espíritu, que haya recibido tan maravillosa ayuda para ser fiel a mis votos. Él – estoy seguro – extenderá su bendición también sobre mi existencia física, tan pronto esté yo listo para la próxima tarea que Él desee encargarme. De esta actividad por afuera, y la intensificada luz por dentro, nacerá un nuevo entusiasmo para dar testimonio del Dios viviente, pues en verdad he aprendido a conocerlo y a sentir su presencia sanadora en estos días de prueba. El pensamiento: “Dios solo basta”, es literal y absolutamente cierto.
Dietrich Bonhoeffer demuestra la misma certeza en una carta que desde la prisión le escribió a su prometida, María Wedemeyer, en la víspera de su ejecución: “No debes pensar que soy desdichado. ¿Qué son dicha y desdicha? Tan poco dependen de las circunstancias; más bien dependen de lo que sucede en el fuero interno del individuo. Estoy agradecido por cada día que te tengo a ti, y esto me hace feliz”. Según mi experiencia, la raíz más común de la ingratitud no son los contratiempos, sino el malentendido de lo que es la felicidad. Ambos, Delp y Bonhoeffer, dicen que la presencia o ausencia de dificultades no tiene necesariamente que ver con nuestro estado mental o anímico. “Dios solo basta”. Ojalá que este pensamiento despierte en nosotros la infinita gratitud que debería causar.
Nada podrá satisfacernos mientras nuestras expectativas egoístas nos dejen insatisfechos con nuestra suerte; de ahí el lugar común: “El pasto siempre es más verde al otro lado de la verja”. Mientras nuestra visión esté limitada por las anteojeras de los propios deseos, no podremos ver lo que les hace falta a los demás; tampoco veremos el sinnúmero de motivos que tenemos para estar agradecidos. A un amigo que se sentía desdichado, mi padre escribió: “Siempre encontrarás razones para quejarte. Si quieres tener paz, tienes que estar dispuesto a abandonarlas. Te ruego: deja de concentrarte en tu afán de ser amado; es lo contrario del cristianismo”.
Extracto de En busca de paz