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CajaLa mayoría de la gente reflexiona acerca del significado de envejecer o busca propósito y determinación al final de la vida. Muchos se hacen la pregunta: «¿Cómo puedo lograr que mis últimos años sean más placenteros, más emocionantes?». No sería mejor preguntar: «¿Cómo podría Dios utilizar mis últimos días para su propósito?».
Tal vez Dios nos pueda utilizar mejor cuando damos en vez de recibir. La vejez provee muchas oportunidades singulares para dar, sin importar cuáles sean las circunstancias de uno. En innumerables ocasiones he visto cómo personas de mi edad hacen cosas importantes. A menudo pienso en las muchas abuelas que mantienen sus familias unidas y en todos los abuelos que sirven en juntas o comités sin remuneración. Dedican muchas horas de servicio a la iglesia, su club Rotary, organización de veteranos o comedor de beneficencia local. A menudo cuidan los nietos mientras sus hijos están en el trabajo y no pueden costear el servicio de guardería infantil. Los servicios sencillos que estas personas realizan son de valor incalculable.
Otro servicio valioso que podemos brindar es nuestra experiencia con las muchas preguntas difíciles de la vida. El personaje bíblico de Job nos plantea: «Entre los ancianos se halla la sabiduría; en los muchos años, el entendimiento» (Job 12:12). A veces la juventud posee un aura de invencibilidad, pero ésta queda destrozada rápidamente ante los fracasos y esperanzas incumplidas. Cuando los jóvenes se embarcan en el camino de la vida y comienzan pasar por malas rachas, nosotros podemos proveerles balance y restablecerles la confianza. Ya sea que lo vean así o no, las personas que han atravesado muchas tormentas poseen mucha sabiduría.
El Padre Aldo Trento, un sacerdote en el Paraguay que trabaja con los pobres, ha presenciado esto de primera mano.
La grandeza de la vejez es que el viejo tiene sabiduría, que es fundamental para los jóvenes. Un joven, que está por enfrentar la vida, tiene miles de problemas, ¿no? Cuando veo a un anciano más adelante, veo cómo él camina, seguro, y cómo desmitifica tantos problemas que hay. Uno se siente más seguro, ¿no? Si tengo que ir a hablar con alguien, lo hago con una persona de mayor edad. Me siento más ayudado. No solo me comprende, también me indica el camino. . . Si me dirijo a un joven. ¿Qué me dice? ¿Sí? ¿Qué me dice? ¿No? No tiene experiencia. Experiencia significa no solamente hacer, sino también juzgar. Che, cuando yo pienso en los ancianos, en su sabiduría, que han experimentado, que han juzgado. . . Por eso te dicen: «Hijo mío, éste es el camino. Te conviene». Esto para mí es la figura del anciano: acompañarnos en la vida.
Estos párrafos están extraídos del capítulo ‘Encontrar propósito,’ del nuevo libro La riqueza de los años.
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