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CajaHoy es el primer cumpleaños de mi hija. Un acontecimiento importante que una madre vive con asombro y satisfacción, maravillada ante todos los logros de su hija en tan solo un año de vida: aprender a comer, sonreír, sentarse, gatear, pararse y por fin, caminar. Pero mi preciosa bebé nunca llegó a aprender estas cosas, y nosotros como familia no pudimos acompañarla en su camino a lo largo de este año.
Hace exactamente un año hoy, tuvimos a Sarah Ann con nosotros durante apenas veinte minutos. Veinte minutos que pasaron fugaces, en silencio, sin que nuestra bebé emitiera sonido. Nunca la escuchamos llorar ni vimos el color de sus ojos, pero oímos, vimos y sentimos su presencia: el latido de su pequeño corazón y la tibieza de su cuerpo, y supimos que vivía. Dios la necesitaba nuevamente junto a él, y nosotros solo pudimos besarla, acariciarla, amarla con todo nuestro corazón y, luego, dejarla ir.
Semanas antes, los médicos nos habían informado que nuestra hija no viviría porque tenía una enfermedad incompatible con la vida. De modo que creíamos estar preparados, pero ¿acaso puede alguien estar preparado para recibir la vida y la muerte a un mismo tiempo? Nos alegramos. Lloramos. Amamos.
Sarah Ann estuvo con nosotros apenas unos momentos, sin embargo, permaneció junto a nosotros a lo largo de este año; sentimos su espíritu muy cerca nuestro. En lugar de ser testigos de cada hito en su desarrollo, los miembros de la familia, cada uno a su modo, fuimos transformados por Sarah Ann. Al ver una puesta de sol radiante o maravillarnos ante un cielo estrellado, mis dos hijas mayores me recuerdan que su hermana nos mira desde lo alto. En Semana Santa, mientras yo pensaba en Sarah Ann con siete meses, Georgia, su hermana, imaginó, con la confianza propia de una niña de cuatro años, que su hermanita ayudaría a mover la piedra del sepulcro de Jesús para que él resucitara. En nuestra conversación, surgieron muchas preguntas sobre la vida y la muerte, el cielo y la eternidad, ángeles y protectores. “¿Sarah protegerá a papá para que nunca choque con el camión?” “¿Me protegerá si viene un oso?” “¿Será nuestro ángel especial y nos cuidará para siempre?”
Son muchas las cosas que no llegamos a entender, pero lo que sí sabemos es que nunca la sentimos lejana. Este año sin ella fue duro —muy duro por momentos— y, sin embargo, a la vez nos sentimos bendecidos por estar conectados con la eternidad. Esta conexión con lo eterno cambió nuestras prioridades; cosas que parecían ser muy importantes en nuestra vida ya no lo son tanto —no después de la llegada de un verdadero ángel a nuestras vidas—. Muchos miembros de nuestra comunidad nos han dicho que también ellos se sintieron tocados por la vida y la muerte de Sarah Ann. Este sentimiento se vio reafirmado cuando, en los días previos a su cumpleaños, comenzamos a recibir tarjetas, flores y otras muestras de amor de parte de personas que recuerdan nuestra pérdida.
Al mirar hacia atrás y ver de qué manera Sarah Ann nos cambió a cada uno de nosotros, pienso que quizá estoy empezando a entender su vida tan breve. ¿Por qué Dios nos pidió dejar ir a nuestra hija? Tal vez, para Dios la vida de Sarah Ann no se mide por los veinte minutos que vivió aquí en la tierra, sino que fue creada para toda la eternidad y verdaderamente está con nosotros y nos mira desde lo alto mientras nosotros vamos haciendo nuestro camino por la vida. Por eso celebraremos y recordaremos este día tan importante —el cumpleaños de nuestra hija— este año y siempre.
Este artículo se publicó por primera vez en 2018. Brenda Snavely vive en Darvell, una comunidad Bruderhof en Inglaterra, con su esposo y sus tres hijas, una nacida después de Sarah Ann. Traducción de Nora Redaelli.
Gloria Molina
Excelentes Reflexiones, él saber y dar gracias a Dios por todo es muy Gratificante para, nuestras vidas. Así generamos historia para la Juventud, qué ya no ve lo bello qué Dios nos da día a día. Gracias por la Oración diaria y las reflexiones Dios los bendiga grandemente.
Diego Fernando Sánchez
Me ha emocionado leer estas letras, el amor de una madre, el cariño por un bebe que no se quedo en la tierra y Dios se la llevo con El , seguro que la necesitaba. Pasarán unos años y nos volveremos a encontrar y entonces la alegría será inmensa porque pienso que estaríamos al lado de nuestro Señor. Dios nos recoja en el día que tenga señalado y nos conozcamos u repartamos la alegría para todos y supongo que Sarah Ann será mayor. ¡¡Que felicidad !!.