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    El reformador radical Jacob Hutter

    En apenas tres años, este mártir del s. XVI fundó una iglesia que ha perdurado hasta hoy.

    por Emmy Barth Maendel y Susannah Black Roberts

    jueves, 23 de enero de 2025

    Otros idiomas: Deutsch, English

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    El Día de la Ascensión, en mayo de 1535, Jacobo Hutter, su esposa y compañeros fueron expulsados de Auspitz, un pequeño pueblo vitícola en el sur de Moravia, en la actual Chequia.

    Allí, en Moravia, la congregación había disfrutado de una vida segura por más de cinco años, con libertad para seguir la fe anabautista de acuerdo con el dictado de su conciencia. Esto fue posible gracias al trabajo pionero realizado por Juan Hus un siglo atrás. Había muchos husitas entre los nobles moravos, y así había sido durante los últimos cien años, fruto de aquel movimiento precursor de la Reforma. Esos nobles protegían a sus hermanos pequeños.

    Pero Moravia, aun con toda su tradición de tolerancia, seguía perteneciendo al reino de Bohemia, estado vasallo del Sacro Imperio romano. El rey de Bohemia era Fernando I de Habsburgo, y Fernando estaba preocupado.

    En 1525, el campesinado de Europa central se había rebelado con inusitada violencia, y su diseminación resultó particularmente preocupante. La rebelión había estado asociada a las nuevas doctrinas, aunque Martín Lutero la había condenado categóricamente. En 1533, no lejos de allí, en Münster, Jan van Leiden, un anabautista fanático y en absoluto pacifista, había tomado la ciudad e instaurado una teocracia autoritaria. La ciudad finalmente pudo ser reconquistada, aunque no sin grandes dificultades.

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    Fotografía de Agata Kadar. Usado con permiso.

    Fernando no estaba dispuesto a correr riesgos en su reino de Bohemia. Asistió en persona a la dieta de 1535 y les exigió a los nobles moravos que dejaran de defender y proteger a los hermanos pequeños, los anabautistas, y los expulsaran del territorio.

    Este estilo de gobierno de mano dura era algo que los moravos habían rechazado aun antes del avivamiento husita; había un sentir de que las libertades de los moravos habían estado bajo amenaza durante siglos. Pero ante la exigencia de Fernando, no había nada que hacer. Jacobo Hutter, el líder de la congregación refugiada en Auspitz desde hacía dos años, empacó lo que podía cargar a su espalda, igual que el resto de la hermandad, y todos abandonaron el pueblo. Según lo consignado por fuentes huteritas, se los obligó a marchar a campo abierto, igual que a un rebaño de ovejas, sin autorización para acampar hasta llegar a la aldea de Tracht donde durmieron a la intemperie en un descampado. Había muchas viudas, niños y enfermos entre ellos. Hutter le escribió al gobernador Kuna von Kunstadt:

    Ahora estamos en el desierto, en una salvaje estepa, sin daño para ninguno. No deseamos ni queremos causar mal o injusticia a hombre alguno, ni siquiera a nuestro mayor enemigo. Nuestra prédica, palabra, vida y acción es que se debe vivir en la verdad y en la justicia de Dios, en paz y en unión. No nos avergonzamos de rendir cuentas ante todos los hombres. Pero que se diga que hemos acampado tantos miles como si quisiéramos guerra y cosas por el estilo, quien diga eso está hablando como un embustero, y un malvado. Desearíamos que todo el mundo fuera como nosotros, de esa manera llegarían a su fin todas las guerras y las injusticias. Que Dios, el Señor que está en el cielo nos muestre adónde debemos ir. No nos pueden privar de habitar un lugar en esta tierra, porque la tierra es del Señor.

    Jacobo Hutter nació alrededor del año 1500, en la aldea de Moos, en el actual Tirol del Sur, Italia, en aquel tiempo, Austria. No tuvo educación formal, pero aprendió el oficio de sombrerero. Hacia fines de la década de 1520, Hutter conoció el Nuevo Testamento a través de las enseñanzas de un predicador itinerante llamado Wölfl, que antes había sido pastor de cabras. Poco se sabe de su recorrido de fe, pero ya en 1529, las autoridades lo consideraban, al menos en el nivel local, un líder relevante de la nueva secta anabautista. Sus compatriotas, impresionados por su nueva manera de presentar el evangelio, lo escuchaban con atención y muchos se bautizaron. Así se formaron varias congregaciones en la región.

    El avivamiento anabautista que se extendió como reguero de pólvora por el sur de Alemania y Austria no pasó inadvertido. En 1527, el rey Fernando proclamó que la doctrina y las prácticas anabautistas no serían toleradas. Las personas bautizadas fueron encarceladas, y quienes habían celebrado los bautismos, ejecutados. 

    En respuesta a este ejercicio tiránico del poder, Hutter decidió ir con un amigo hasta Moravia, donde se decía que los anabautistas podían practicar su fe sin temor a ser perseguidos. Regresó con buenas noticias: según lo consigna la Crónica de los hermanos huteritas, los anabautistas de Austerlitz “eran de un corazón y un alma en el servicio y temor de Dios. Acto seguido, Jacobo y sus compañeros, en representación de toda la iglesia, se unieron en paz con la iglesia de Austerlitz”.

    “Este fuego no podrá dañar mi alma, así como el horno de fuego ardiente no pudo dañar a Sadrac, Mesac y Abednego”. —Jakob Hutter

    Ante estas noticias, muchos conversos del Tirol emprendieron viaje hacia el este; familias y pequeños grupos, de a dos y tres, cada día más personas decidían recorrer los seiscientos y pico de kilómetros para llegar a ese lugar donde esperaban poder vivir seguros. Hutter, sin embargo, sintió que su llamado era permanecer en Tirol, al menos por un tiempo, y continuar su ministerio entre los conversos que habían quedado allí.

    Durante los siguientes dos o tres años, viajó varias veces a Moravia. Ya libres de persecución, ahora la lucha de los anabautistas era cómo mantenerse unidos bajo un liderazgo que mostró grandes errores de conducción, según Hutter pudo comprobar. Actuaban con excesiva severidad en algunos casos, imponiendo la disciplina eclesial a personas inocentes, y con laxitud en otros, en los que los líderes “permitían varias expresiones de libertad de la carne, cada uno disponiendo de sus bienes a su antojo”. En el verano de 1533, Hutter se radicó en Auspitz, Moravia, y puso orden en la vida de la comunidad; fue querido por todos y reconocido como un mediador justo.

    Los dos años siguientes fueron un período de madurez espiritual para los anabautistas. Hutter era un líder hábil, y con su llegada se resolvieron muchas de las rencillas que habían afectado la vida de la iglesia. El gozo de la comunidad, ahora bajo el cuidado de un buen pastor, es palpable en las cartas de Hutter. Se sentía feliz porque vivían sin amenaza de persecución, pero más feliz aún porque habían superado la zozobra espiritual y la comunidad no había caído en la esclavitud de la ambición personal y el desorden. Así lo expresó en una carta a los hermanos en Tirol:

    Por primera vez el Señor está en verdad librando los corazones y conciencias devotos de preocupaciones terrenales, liberándolos de ataduras […] Cristo los liberó y los hizo libres […] Sepan que la única libertad que tenemos es la libertad de Cristo, no la libertad de la carne. Solo Dios, a través de Cristo, nos da la libertad, y por el Espíritu Santo experimentamos redención y salvación en nuestro corazón.

    Hubo dos años de tranquilidad para Hutter y la comunidad, y el grupo que surgió de allí habría de recibir el nombre de huteritas, derivado del apellido de su líder.

    Pero tiempo después, ¡nuevos problemas! A causa del caos provocado por la toma “anabautista” de la ciudad de Münster, el rey Fernando tomó medidas drásticas contra los anabautistas en todo el territorio, y les ordenó a los terratenientes de Moravia expulsarlos de sus tierras. Hutter le había escrito una carta incisiva al gobernador, y ahora su vida corría peligro. Decidió regresar al Tirol con su esposa, Katharina.

    De inmediato, retomó su tarea evangelizadora, y muchos se unieron a la comunidad aun en esas circunstancias tan poco propicias. “Los tiranos impíos”, escribió en una carta enviada a la comunidad en Moravia, “aún no saben que estamos aquí. Quiera Dios que nunca lo descubran”.

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    Justine Maendel, Jakob Hutter, óleo sobre madera, 2023. Usado con permiso.

    ¡Pero lo descubrieron! Se emitió una orden de arresto para Hutter, y el 30 de noviembre de 1535, él y su esposa, Katharina, fueron arrestados en la casa de un amigo, en Klausen, y conducidos al castillo Branzoll. 

    Poco después, Hutter fue trasladado a Innsbruck, donde fue sometido a un nuevo interrogatorio. El Dr. Gallus Müller, un académico católico, intentó reconciliarlo con el catolicismo mediante pruebas basadas en la Escritura, pero Hutter no cedió.

    En los meses siguientes, fue torturado repetidas veces. Sus captores lo sumergían en agua helada y lo golpeaban con varas. Le hacían tajos en el cuerpo, rociaban brandy en las heridas y luego, encendían el brandy. El 25 de febrero de 1536 lo quemaron en la hoguera, en Innsbruk. “¡Acérquense, aquellos entre ustedes que me contradicen!”, exclamó. “Dejemos que nuestra fe sea probada en el fuego. Este fuego no podrá dañar mi alma, así como el horno de fuego ardiente no pudo dañar a Sadrac, Mesac y Abednego.”

    “Su gran sermón fue su propia muerte, porque Dios estaba con él”, escribió Hans Amon, un huterita contemporáneo de Hutter.

    Igual que su esposo, Katharina se negó a abjurar de su fe y, después de algunos meses, logró huir de sus captores. Continuó con la tarea durante otros dos años hasta que, finalmente, fue recapturada y ejecutada, posiblemente por ahogamiento.

    La ejecución de Hutter lo convirtió en mártir, pero no fue el único; hubo muchos mártires en aquellos días. Jacobo Hutter glorificó a Dios no solo en su muerte, sino por la vida que vivió guiando a sus hermanos en el camino hacia la libertad por la que Cristo había pagado un alto precio.


    Traducción de Nora Redaelli

    Contribuido por EmmyBarth Emmy Barth Maendel

    Emmy Barth Maendel es un miembro del Bruderhof y archivista principal para el Archivo Histórico del Bruderhof.

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    Contribuido por portrait of Susannah Black Roberts Susannah Black Roberts

    Susannah Black Roberts es una editora para Plough.

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