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CajaChristian de Chergé: Una historia del perdón
por Johann Christoph Arnold
martes, 20 de enero de 2015
Hace nueve años publicamos este artículo sobre Christian de Chergé, un trabajador por la paz que fue asesinado por musulmanes radicales en 1996. Su historia apasionante, que está extraído de nuestro e-libro Setenta veces siete, es más pertinente hoy que nunca. Increíblemente, de Chergé escribió una carta en la cual perdonó a sus futuros asesinos de antemano. En 2010 en su historia se retrató vívidamente por el director francés Xavier Beavois en la película Of Gods and Men. (De hombres y dioses).
Por James Christensen, prior de un monasterio trapense en Roma, me enteré recientemente de alguien que no sólo perdonó a quienes lo persiguieron, sino hasta los perdonó antes del hecho. En mayo de 1996 el GIA (Grupo Islámico Armado) en Argelia secuestró a siete hermanos trapenses en el Atlas y les amenazó con tenerlos rehenes hasta que Francia soltase a algunos de sus compatriotas encarcelados. Pasaron unas semanas y el gobierno francés se negó. Al final, la GIA decapitó a los monjes.
Toda Francia se horrorizó y, en un momento concertado, todas las iglesias católicas del país doblaron sus campanas en memoria de los monjes. No obstante, lo que más me impresionó sobre esta tragedia fue algo que dos años antes inadvertidamente había presagiado al secuestro. Christian de Chergé, prior del monasterio argelino tuvo el extraño presentimiento de que pronto sufriría una muerte violenta y escribió una carta en la cual perdonó a sus futuros asesinos, la selló y la dejó con su madre en Francia. No fue descubierta hasta después de su muerte, y dice en parte:
Si llegase el día, y podría ser hoy mismo, que yo caiga víctima del terrorismo que ahora amenaza a todos los extranjeros residentes en Argelia, yo quisiera que mi comunidad, mi iglesia y mi familia recuerden que mi vida fue entregada a Dios y a Argelia; y que acepten que el único Señor de toda vida no ha sido ajeno a esa partida brutal.
Cuando llegue la hora, quisiera tener un momento de claridad que me permita rogar por el perdón de Dios y de mis prójimos y al mismo tiempo perdonar de todo corazón al que me arrebate la vida.
Yo no deseo una muerte así – me parece importante decirlo. ¿Cómo podría regocijarme si el pueblo argelino, a quien amo, fuese acusado indiscriminadamente de mi asesinato?
Por supuesto mi muerte aparentará corroborar a los que se apresuraron a juzgarme como ingenuo o idealista: “¡Que nos diga él lo que piensa ahora!” Pero han de saber...que por esta vida perdida... doy gracias a Dios. En este ‘gracias’ dicho por todo en mi vida de aquí en adelante, ciertamente se incluye a ti también, mi amigo del último momento, que no sabías lo que estabas haciendo. Sí, también por ti quiero decir este ‘gracias’ y este ‘a-Diós’; te encomiendo a Dios en cuyo rostro veo el tuyo. Quiera Dios, el Padre de ambos, que nos encontremos como “buenos ladrones” en el Paraíso.
¿Quién fue de Chergé y qué era la fuente de sus creencias profundas sobre la paz y el perdón? Según un libro sobre su orden religiosa, The Monks of Tibhirine (Los monjes de Tibhirine), la historia empieza en 1959 cuando se manda a de Chergé a Argelia con las “fuerzas pacificadores” del ejército francés. Durante su servicio se hace amigo de Mohammed, policía musulmán, y cada semana salen de paseo para discutir la política, cultura y teología. Un tema que surge una y otra vez es las relaciones tensas entre los cristianos argelinos (los colonizadores franceses) y los musulmanes (el pueblo nativo). Durante un paseo caen en una emboscada por la guerrilla. De Chergé, con su traje militar, cree que ha llegado su última hora. Pero Mohammed se coloca entre su amigo y los agresores y los dice dejar a de Chergé en paz: “él es hombre devoto.”
Increíblemente, sueltan a los dos. Pero este acto de valor le cuesta la vida a Mohammed, y al día siguiente se encuentra asesinado en la calle. Durante muchos días Christian se preocupa por este acontecimiento, suceso que transforma su vida. Decide dedicarse a Dios y la causa de paz. Cuando termina su servicio militar, regresa a Francia y se mete en un monasterio trapense. Luego estudia para hacerse sacerdote y pide trasladarse a Argelia.
Como abad, de Chergé toma decisiones que sus superiores en el extranjero consideran fuera de lo normal, si no poco prudentes. En lugar de limitarse a la evangelización, ofrece a sus vecinos trabajo, atención médica, alfabetización y lecciones en francés. También organiza una conferencia anual interreligiosa para promover diálogo entre los cristianos y musulmanes. Aun brinda hospitalidad a musulmanes en su monasterio Notre-Dame dé Atlas. Así quiere de Chergé demostrar al mundo que los musulmanes y cristianos pueden vivir juntos bajo un Dios o Alá. Como él explica, “la única manera de afirmar esto es ser lo que somos en medio de la banal realidad cotidiana.”
Con el paso del tiempo, a pesar de los esfuerzos de Chergé—o tal vez por ellos—el GIA se enoja de los trapistas, sintiéndose amenazado por los “entremetidos.” Así que al final los monjes son secuestrados, tomados como rehenes y asesinados. La muerte de Chergé y los demás hermanos se ve por muchos como prueba de los peores estereotipos del Islam. Para de Chergé, por el contrario, esto fue el precio de trabajar por la paz.
Para mí, esta historia subraya la necesidad de difundir el mensaje alentador del perdón al mundo entero; sobre todo a las partes donde parece que este trabajo aún no se haya empezado. En una época cuando tantas personas están dispuestas a morir en prolongados conflictos armados entre el Oeste “cristiano” y la “amenaza” del Islam — ya sea en Irak, Afganistán, Argelia u otro lugar— ¿dónde están los hombres y mujeres dispuestos a morir por la paz? Sin duda, de Chergé fue uno de estos. Cito otra vez su singular carta de despedida:
Conozco las caricaturas del Islam, fomentadas por un cierto islamismo, que hace fácil identificar a este camino religioso con los integrismos de sus extremistas. Pero deben saber... que por fin podré, si Dios quiere, contemplar a los hijos del Islam tal como Él los ve, Él cuyo gozo secreto siempre será establecer la comunión y restablecer la semejanza, jugando con las diferencias.
daniel de mendoza argentina
El perdón proviene de la gracia de Dios.No cabe duda que este monje era un hombre lleno de Gracia de Dios.Me impacto muchisimo la historia , no recuerdo haberla escuchado, gracias por darla a conocer, es un ejemplo contemporeneo de santidad
dario humberto londoño jimenez
que buena experiencia pedir perdón por sus verdugos, como nos falta a nosotros los colombianos llevar este ejemplo de paz y amor por los demás. pero nunca será tarde para dejar las diferencias ante los demás y vivir en paz hasta con nuestras familias,y aceptar las diferencias de los demás.
Alejandra
¡Eso es perdonar! Sólo el que se siente amado por Dios puede perdonar porque ama.